El vecino de Comodoro que por solidaridad donó sangre por más de 35 años
Roberto Álvarez es un vecino del barrio José Fuchs, un trabajador más de Comodoro Rivadavia. Sin embargo, guarda un secreto que pocos conocen: a sus 18 años le donó sangre a un amigo y nunca más dejó esa práctica solidaria. El último 4 de abril Roberto hizo su última donación al cumplir 65 años y hoy cuenta el motivo que lo llevó a ser donante durante toda una vida.
El 6 agosto de 1987, Roberto Alvarez donó sangre por primera vez en el Hospital Regional de Comodoro Rivadavia y el último 4 de marzo, a un mes de cumplir 65 años -la edad máxima para ser donante de sangre- lo hizo por última vez.
El último martes se conmemoró el Día Mundial del Donante de Sangre, una fecha más que especial para este vecino del barrio José Fuchs que donó sangre por solidaridad con la gente.
Cuenta Roberto que a los 18 años ya donaba sangre. La primera vez que lo hizo fue en sus pagos, en Villa Regina, Río Negro. “Me acuerdo que a un amigo con el que jugábamos juntos en Río Negro lo habían operado de un tumor y me pidió si podía donar. Yo le dije ‘nunca doné, pero si no duele mucho voy’, y fui, me sacaron sangre y ahí empecé. Entonces cada tanto alguien me comentaba que necesitaba sangre y como yo tengo ese grupo positivo iba; capaz para algún compañero de trabajo, algún familiar de ellos o algún conocido”.
En esa época, Roberto todavía vivía en Río Negro. Luego tendría un paso por Neuquén donde trabajó en la empresa Arroyito, y más tarde, en 1981, decidió venir a ese lugar donde le decían que se ganaba un poquito mejor.
Tenía 23 años cuando en 1981 llegó a Comodoro Rivadavia. “Vine por un mes o dos y hace 40 años que estoy acá”, recuerda entre risas. “Me acuerdo que me contaron que acá se ganaba un poquito mejor. Yo había venido a jugar al fútbol en 74 y me vine. La idea era ver si podía entrar en algún equipo, pero en vez de jugar al fútbol me vine a hombrear bolsas porque había que laburar”.
Roberto cuenta que los inicios en Comodoro fueron difíciles. Trabajó en todos lados pero le tocó una época brava de la historia. Es que un año después que llegó se produjo la Guerra de Malvinas y las oportunidades laborales quedaron estancadas. Y casi terminando la época, la hiperinflación volvió a golpear a los trabajadores, los únicos que nunca le pueden escapar a las crisis.
“Fueron momentos duros, pero la peleamos y acá estamos”, recuerda Roberto, quien hace 17 años trabaja en el depósito de lo que era La Proveeduría.
Respecto a su actividad como donante, el vecino asegura que perdió la cuenta de la cantidad de veces que se acercó a un banco de sangre para donar. “He perdido la cuenta de cuantas veces fui. Doné un montón de veces. Cuando me convocaban iba. Incluso me tocó dar sangre de una camilla a la otra, de una paciente a otro. En ese tiempo se daba de cuerpo a cuerpo. Ahora creo que no se hace más”, dice con orgullo.
Consultado sobre cuál fue la razón que lo motivó a ser un donante permanente, Roberto no duda. “Siempre que pude doné sangre porque creo que es una actitud que suma. A mi nunca me perjudicó en nada. Dicen que uno engorda, pero yo mantuve el peso desde los 18 años y tengo 65. Así que no sé si es un mito o es una cuestión del organismo. Pero pienso que estando sano es una linda actitud. A mi espiritualmente me hace bien, porque es hacer por otro lo que está a mi alcance. Entonces me da tranquilidad, es lo que uno se va a llevar; la riqueza espiritual, porque si bien el dinero es bueno para la persona, la tranquilidad de uno no tiene precio, y trato de hacer el bien dentro de mis posibilidades”.
Por estos días, Roberto ya no puede donar sangre y está abocado a los trámites de la jubilación. Admite que van “medio lenteja”, pero espera que salgan pronto. Adelanta que quiere seguir trabajando ya que es difícil vivir con un sueldo de empleado de comercio y cree que será más difícil con la jubilación, pero le pone el pecho a la vida.
“A lo mucho me dirán que me vaya a la casa, pero buscare algo por afuera o me irá a tocar el bombo por ahí, por lo menos para entretenerse, pero algún laburito siempre voy a hacer”, dice entre risas este hombre que por solidaridad donó sangre toda su vida y que ahora espera que alguien lo copie, porque como dice “es muy lindo poder servir a otro en lo más mínimo”.