El sol ilumina la costa. Todavía está lindo, no sofoca, y una suave brisa indica que será una hermosa tarde en Camarones. Carola Purachio (51) camina los metros que separan su casa de la playa y, una vez que llega a la arena, ingresa al mar como quien se sumerge en una granja repleta de verduras. A pocos metros ve un alga, la mira, la observa y la saca: ya tiene el primer ingrediente del próximo producto que elaborará.

Carola es la propietaria de “Amar”, un original emprendimiento artesanal que tiene como objetivo introducir el alga ―esa planta acuática que muchas veces rechazamos al ingresar al mar― a la comida cotidiana de los chubutenses. No es una locura, sino basta con conocer un poco la herencia gastronómica de los inmigrantes chilotes que llegaron entre la década del 50 y los 90 desde la Isla de Chiloé. Es que en esas tierras de mar y mariscos, la pesca artesanal y el consumo de algas es parte de la vida diaria, con el luche como ingrediente característico. 

Carola sabe de qué se trata esta tradición. Es argentina, nacida en Camarones, pero aún recuerda aquellos días de su infancia en que su familia recolectaba algas y su abuela cocinaba pan de luche. 

“Camarones siempre fue un pueblo de algueros. Siempre se cosechó algas y se comercializó algas. Yo de chica tengo recuerdos en mi familia haciendo recolección. Me acuerdo de consumirla, del luche, de mi abuela haciendo pan de luche. El alga roja igual me acuerdo que la consumimos, pero hasta hace un tiempo eran recuerdos muy vagos que estaban ahí”.

Alga, un producto natural, de fácil acceso y con muchas propiedades. Foto: Mariana Cassini.

RECUERDOS DEL PUEBLO

Carola pasó gran parte de su infancia en Camarones, el poblado donde se encuentra el Museo de la Familia Perón y una gran colonia de pingüinos de Magallanes. Sin embargo, cuando terminó la primaria, junto a su madre y su hermana dejaron el poblado para poder seguir estudiando. Es que en aquellos años, no todos los pueblos del interior del Chubut contaban con educación secundaria.

Primero se fueron a Córdoba y luego a Trelew. Allí terminó sus estudios, y comenzó su vida laboral, pero nunca se olvidó de Camarones, el lugar al que volvía cada verano para visitar a su papá.

Cuenta que entre otros rubros, su padre se dedicó a la gastronomía. Quizás por eso, en 2000, ella decidió meterse de lleno en ese rubro y nunca más se fue. “Trabajé en diferentes cosas pero en el 2000 empecé con el tema de la cocina y no dejé más. Primero empecé con cocina para eventos y cumpleaños, después estuve un tiempo cocinando en un resto, en Trelew Rugby Club, pero hace seis años decidí volver a Camarones. Era algo que tenía pendiente, sabía que iba a pasar”.

Carola admite que la idea en un principio era dedicarse a la gastronomía. Lo intentó, trabajó en el restaurante del camping, pero no funcionó y explica por qué. “En Camarones es muy difícil vivir todo el año de la gastronomía. En temporada de invierno es como que se tranquiliza muchísimo, quedamos solamente los que vivimos acá y la gente es bastante sedentaria cuando hace frío. Entonces no solventás todos los gastos viviendo de algo así. En temporada sí se trabaja mucho, se trabaja bien”, cuenta pintando un panorama sobre cómo es la vida y el trabajo en el pueblo.

Por ese entonces, Carola ya había comenzado a indagar las algas. Sin embargo, algo que la ayudó muchísimo fue cruzarse con Caro Pantano, una bióloga que trabaja el mundo de las algas. Así, hace dos surgió “Amar”. 

“Empezamos a indagar mucho más con el tema del alga. Como me gusta la cocina desde siempre, empezamos a ver qué se podía hacer. Así empecé. 

“La verdad es que falta muchísimo porque, al ser algo nuevo, en muchas cosas estamos en plena etapa de investigación; pero para el consumo, hoy por hoy, estamos bien. En varios lugares de Chubut se hacen cosas con algas”.

Carola quiere incorporar el alga a la cocina chubutense. Foto: Mariana Cassini.

UN PRODUCTO ARTESANAL

Carola no duda en decir que su deseo es que el alga sea un alimento cotidiano. “Eso es lo que me propuse; introducir el alga como un alimento cotidiano por todos los beneficios que tiene y porque lo tenemos acá, al alcance de la mano. Yo vivo acá nomás cerquita de la costa, entonces bajo unos 5 metros, 10 metros y la tengo ahí. La cosecho y la consumo fresquita, como los peces. Pero también depende del alga que uses, porque algunas quedan afuera cuando la marea baja, entonces es más fácil. La uraria, en cambio, que es el alga que más uso, queda un poquito en bajante, un poquito sumergida, pero todavía me puedo dar el lujo de bajar a la costa y cosecharla yo misma, es algo que me gusta hacer”.

Carola en plena tarea de recolección. Foto: Mariana Cassini.

Carola asegura que se pueden hacer todo tipo de platos con algas marinas. En su caso, vende hamburguesas, buñuelos, ensaladas, pan de luche, fideos, masas y escabeche, el producto predilecto para comenzar este tipo de productos. 

“Todo lo que podés hacer con verduras, lo podés hacer con algas y tiene un montón de propiedades para la piel. Y si a eso le sumamos que son naturales, que están en el agua, que no requieren de tierra, fertilizantes, que son de rápido crecimiento y no consumen agua potable, son ideales, porque son muchísimos los beneficios que nos da hacer uso de lo que el mar nos da”.

Para Carola, el escabeche es el mejor alimento para probar alga por primera vez.

Por el momento, sus productos los vende principalmente en Camarones, pero han llegado a otras ciudades, como Puerto Madryn, Córdoba, Trelew y la Cordillera. Su producción es chica, pero ronda los 100 kilos de alga mensuales, una cantidad que ella busca por si sola, aunque sueña con seguir creciendo. 

“La idea mía es poder expandirme. Esto del alga se trabaja mucho, es nuevo y en Argentina se está consumiendo bastante más. Hasta ahora ha tenido buena aceptación, la gente se anima mucho a probar los buñuelos, el escabeche. Les cuesta un poquito cuando saben que es alga porque causa un rechazo, pero una vez que prueban y saben de los beneficios se animan a probar, a consumir. Mi idea es salir al mercado con el escabeche de alga primero, que es lo más apropiado para el que nunca consumió algas. Pero creemos que es algo que tiene futuro, solo falta que la gente se anime”, dice la mujer que volvió a sus raíces para trabajar el producto que cocinaba su abuela.

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