La historia de Ricardo Pettinari, el cirujano de Comodoro apasionado por la medicina que es reconocido en el mundo por su trabajo en hidatidosis
Ricardo Pettinari es una institución en Comodoro Rivadavia. El centro quirúrgico del Hospital Regional lleva su nombre, al igual que una calle del barrio René Favaloro. Pettinari no solo hizo escuela con los cirujanos de la salud pública y privada, sino que también alcanzó prestigio internacional por su conocimiento en hidatidosis; así dejó una gran huella en quienes lo conocieron. Historia de un hombre apasionado por la carrera que eligió, que luchó durante una década contra una dura enfermedad y, a cinco años de su muerte, aún muchos recuerdan.
Estudioso, apasionado, con una personalidad fuerte y un aire campechano, lejos de cualquier aire académico o intelectual que le otorgaba el guardapolvo blanco que llevaba con orgullo. Así era Ricardo Pettinari (69), uno de los cirujanos más reconocidos que tuvo Comodoro Rivadavia.
Hace 6 años, "Peti" o "el Tano", como lo conocían sus íntimos, dejó este mundo luego de luchar contra una dura enfermedad. Sin embargo, aún muchos lo recuerdan, porque en su momento los curó de alguna enfermedad o les salvó la vida. Además, por el legado que dejó en la medicina del Comodoro de antes.
UN MÉDICO DE VOCACIÓN
La historia de Ricardo comienza en Bahía Blanca, la ciudad donde nació. Hijo de un militar y una ama de casa, a los 18 años decidió estudiar Medicina en La Plata sin saber que sería su vocación de toda la vida.
En la ciudad de las diagonales nació su vínculo con Comodoro, cuando conoció a María Elena Nieva, una joven comodorense que estudiaba abogacía en esa ciudad.
Cuenta la historia que se conocieron a través de Evelyn Corchuelo Blasco, quien vivía con María y conocía a Ricardo a través de su hermano, José "Mani" Corchuelo Blasco, que había compartido cursada por Pettinari y por entonces ya se había recibido.
Ricardo se graduó con honores de la Universidad de La Plata y poco tiempo después de comenzar a ejercer fue designado jefe de residentes de la Aeronaval de Buenos Aires, cargo que ocupó desde 1970 a 1974. Luego, junto a su esposa decidieron cambiar de aires y venir a Comodoro, el pago chico de ella, donde su madre tenía una famosa tienda en Kilómetro 3: Da Silva.
Cuando llegó a Comodoro, Pettinari ingresó al Hospital Regional, donde por 40 años fue jefe del Servicio de Cirugía.
La salud pública fue su vida, por vocación y servicio, pero también trabajó en el privado. Primero en la Clínica Santa Isabel de Aníbal Arcioni, el padre del ahora gobernador; y luego en el Sanatorio La Española, que tenía terapia intensiva y Banco de Sangre, lo que le permitía trabajar en alta complejidad en el ámbito privado, tal como hacía en el hospital público.
Lucía Pettinari, la jefa de la Defensa Pública de Comodoro Rivadavia y una de sus hijas junto a Santiago y Ricardo, recuerda que su papá se iba a las 7 de la mañana y volvía a las 8 de la noche, y no duda en afirmar que vivía para la medicina. “Papá era un fanático de la medicina. Su vida pasó por ahí literalmente. Era un buen padre, un buen abuelo, pero su pasión central de su vida fue la medicina. Era un apasionado”.
Lucía guarda consigo grandes recuerdos del trabajo de su papá y cómo él lo vivía. Asegura que cuando era grande le mandaba fotos de operaciones y a ella le daba impresión, pero él le contaba con lujo de detalle lo que había hecho con esa persona y cómo la había curado. "Le fascinaba", admite, y confiesa que la mayor parte del tiempo que compartió con él de chica, lo hizo en el ámbito de salud, donde lo iba a visitar o donde lo acompañaba.
Es que quizás su padre estaba tomando café con sus colegas en Hottys, en un momento de descanso, cuando ella decidía pasar a saludarlo y estar con él un rato. O muchas lo acompañó a realizar una cirugía, sabiendo que iba a esperarlo en la sala de médicos.
“El compartía conmigo a su manera. Su espacio era ese, vestido con el ambo verde o el guardapolvo blanco. Lo recuerdo más vestido de esa manera que vestido de civil", dice entre risas. "Pero me enseñó la pasión, el ponerle el cuerpo y el alma a las cosas y que, con amor y capacidad, se pueden lograr un montón de cosas”.
Como dice Lucía, Pettinari llevaba la medicina en la sangre. Por eso, muchos lo recuerdan con cariño y una sonrisa, por su particular forma de ser, pero también por su profesionalismo, que lo llevó a ser reconocido a nivel internacional por su conocimiento en hidatidosis; siendo el precursor del primer tratamiento paradoscopico de esa enfermedad en tórax, abdomen e hígado de toda Argentina, intervención que se realizó en Comodoro Rivadavia, y también el pionero de la primera intervención no invasiva que se realizó sin la necesidad de operar, trabajo que fue premiado en un Congreso en Portugal.
Es que este cirujano, que hizo base en el sur de la Patagonia, difundió sus conocimientos más allá de las fronteras. Disertó en Estados Unidos, en Inglaterra y también en Alemania, pero quizás su logro más grande fue haber sido seleccionado por la Asociación Argentina de Cirujanos para encabezar una edición del Congreso Nacional que se realiza cada año. Junto a Martín Odriozola, de Bariloche, otra inminencia, Pettinari habló sobre hidatidosis, su especialidad.
Pero para poder dimensionar lo que significaba su figura en el mundo, basta con recordar una anécdota de Enrique Klinger "que pinta de cuerpo entero" a Pettinari, según explica quien fue uno de sus grandes discípulos junto a Benjamín Díaz.
En diálogo con ADNSUR el cirujano recordó lo que le sucedió en Zaragoza, España, cuando fue a un Hospital a realizar cirugía no invasiva, algo que había comenzado a desarrollar con Pettinari en 1994 tratando la hidatidosis. "Cuando llegué todo el mundo me decía que ellos no tenían hidatidosis. La enfermedad generalmente es algo que da vergüenza decir que uno tiene, pero a los 15 o 20 días vino una paciente que tenía hidatidosis. Yo estaba en un hospital enorme de 2000 camas y me preguntaron si podía hacer un ateneo del caso. Yo era un pibe, hacía poco que había terminado la residencia y presenté el caso adelante de 60 médicos. Pero apenas comienzo a hablar se para un médico grande y me dice: 'mire joven, la verdad yo a usted no lo conozco, no sé de dónde viene. Le digo de Argentina, y me dice 'en Argentina hay un solo hombre que puede hablar de hidatidosis y seguramente usted no lo conocé'. Yo quería que me trague la tierra, imaginate y me dice: 'esa persona es Ricardo Pettinari'. En ese momento se me puso la piel de gallina, y le dije: 'discúlpeme, Ricardo Pettinari es mi jefe, de hecho está por venir' y el tipo se dio vuelta y empezó a hablar del Tano como en realidad era, un tipo reconocido internacionalmente. Y estábamos en Zaragoza, al otro lado del mundo, no en Buenos Aires. Bueno, la charla terminó, me felicitaron e hicieron el tratamiento y terminó bien, pero creo que esto lo pinta al tano de cuerpo entero".
Klinger asegura que en la ciudad no hay dimensión de la trascendencia mundial que alcanzó Pettinari, pero asegura que para él, más allá de lo excelente que fue cómo médico, fue gigante como persona, no solo por el amor que tenía por sus pacientes, el seguimiento que les hacía y el compromiso con la familia, sino también porque fue como su segundo padre para él.
Lo cierto es que parte de su gran trabajo quedó plasmado en libros e informes, también en colaboraciones que realizó para diferentes entidades abocadas a las políticas públicas, ese espacio de la salud que tanto le gustaba y que lo llevó a ser director del Hospital Regional durante un tiempo y a formar a muchos cirujanos que hoy aún están en actividad, como “sus dos grandes pichones”, asegura Lucía.
“Él formó a muchos profesionales, era muy buen docente, y tenía vocación por la salud pública".
Hincha de Boca, gran jugador de paddle y tenis, durante los últimos años de su vida, Pettinari luchó contra un un tumor cerebral que le apareció en la base del cráneo. Por ese entonces ya se había separado de María Nieva y estaba juntado con otra mujer. Sin embargo, mantenía un vínculo cercano con sus hijos.
Fueron años duros atendiéndose en el Hospital Fleni de Buenos Aires, pasando por diferentes cirugías e internaciones, pero siempre estoico, sabiendo mejor que nadie cómo era su panorama y cuál era su destino.
“Él la tenía súper clara. Nos decía ‘estoy viviendo regalado’. Tuvo muchas internaciones, algunas en terapia intensiva, pero siempre estuvo estoico, impecable. Le puso mucho el cuerpo a su enfermedad”, reconoce su hija a la distancia.
Pettinari continuó trabajando hasta donde pudo, pero cuando comenzó a tener problemas de visión decidió dejar el quirófano. Finalmente, el 1 de enero de 2016, mientras todos disfrutaban de Año Nuevo, se marchó de este mundo, luego de una larga batalla y dejando un gran legado.
Es que hoy, a seis años de su muerte, el recuerdo de su figura es constante, algo que enorgullece a Lucía. “Se me ensancha el corazón cuando veo a una persona que curó, sanó, e hizo que alguien siga con vida, me enorgullece. El otro día llevé un estudio de unos de mis hijos a un lugar y me preguntaron ‘¿qué sos del doctor?’. Cuando le dije ‘la hija’, la señora se emocionó mucho. Pero siempre fue así. Me acuerdo que cuando yo era chica y me iba a tomar café con mi papá, lo paraban en la calle y yo pensaba ‘guau’. Entonces ahora que soy grande, soy madre, lo veo de otra manera, porque para mí siempre fue mi viejo, mi papá, pero después cuando empecé a saber toda la gente que ha salvado, toda la gente que está agradecida, realmente me emociona por lo que ha generado”.
Pettinari construyó su propia historia en la medicina de Comodoro y el mundo. Hoy el centro quirúrgico del Hospital Regional lleva su nombre y también una calle del barrio René Favaloro que perpetúa su memoria en la comunidad, aquella que eligió como propia y que supo representar en el mundo llevando su pasión y vocación por la medicina.