Vivir sin gas, internet y en soledad: la tarea que realizan los trabajadores comunitarios en los campos de la Patagonia
“Ellos necesitan mucho que nosotros lleguemos, aunque sea para tomar un mate, porque la soledad en la Patagonia es bastante cruda y con estos inviernos se acrecienta”. Graciela Oliva es la supervisora de los trabajadores comunitarios en terreno de Río Senguer, el personal de salud que tiene el primer contacto con los pobladores rurales que viven en campos alejados de las zonas urbanas. En esta crónica te contamos cómo es su trabajo y la vida en aquellos lugares donde el wifi y el gas no llegan.
Son días fríos en la Patagonia. Se siente en la ciudad, donde el gas y los techos de concreto son moneda corriente, pero también en el campo, aquellos lugares remotos donde muchos puesteros y trabajadores rurales hacen patria y donde todavía hay personas que en pleno siglo XXI eligen vivir en la absoluta soledad.
El frío se siente con fuerza. Los cerros nevados son el mejor reflejo de la temperatura. Y las postales que llegan de distintos puntos de la provincia permiten imaginar el paisaje blanco y helado que por estos días pinta los pueblos.
Río Senguer no es la excepción. La helada precordillerana cala en los huesos. Quienes habitan el pueblo están acostumbrados, pero reconocen que adentrándose en los campos el invierno aún es más crudo, como también muchas veces la soledad.
Graciela Oliva es supervisora de los trabajadores comunitarios en terreno de Río Senguer, el personal de salud que es el primer contacto con el poblador rural que pasa su vida en el campo. Por su experiencia, sabe bien de qué se trata y no duda en decir: “ellos necesitan que nosotros lleguemos, aunque sea para tomar un mate, porque muchas veces no encontramos indicadores de riesgo, pero sí se sabe que la soledad en la Patagonia es bastante cruda y con estos inviernos se acrecienta”.
Los trabajadores forman parte del primer nivel de atención en salud. Su trabajo consiste en relevar las necesidades y articular para que la atención básica llegue a cada personal de la zona urbana y la zona rural. Por supuesto, en el pueblo suele ser más sencilla la tarea, aunque kilómetros adentro se hace más compleja.
En Senguer son siete los trabajadores comunitarios que dependen del Área Programática Sur que funciona en Comodoro: Marina Álvarez, Betiana Albistur, Ana Laura Castro, Franco Catrilaf, Virginia Rodríguez, Julieta Haro y Noemí Rodríguez, que está en el Puesto Sanitario de Aldea Apeleg.
Por estos días, el equipo de Graciela Oliva está cerrando el trabajo realizado en los últimos tres meses y realiza visitas a chacras alejadas del pueblo, donde los pobladores también necesitan asistencia.
“Tenemos chacras a dos o tres kilómetros de la localidad”, cuenta Betiana. “Es gente que por su cultura, no quiere irse de su casa. Gente que tiene cocina a leña, tiene fogón, no tiene los ambientes ni la ropa adecuada, pero quieren estar allá. Entonces, lo que hacemos es ir en grupo a visitarlos, a ver cómo están. La mayoría tienen más de 70 años y viven solos, más allá de que sus familiares los visitan continuamente”.
“También tenemos bajo programa la zona rural. Hay nueve campos, donde hay estancias o puestos. En un campo puede haber quince estancias, quince lugares, y lo recorremos principalmente en verano, porque ahora es imposible ir. Además, tenemos dos parajes: Loma Redonda y Pastos Blancos, donde hay mayor población que habita el año redondo. La última visita que hicimos fue en abril y llevamos vacunación antigripal, desparasitación y medicación. Por suerte este año pudimos ir con médicos, que es algo que pocas veces podemos hacer, y encontramos algunos casos. Hay muchas enfermedades crónicas, muchos hipertensos. Siempre algo encontrás, así que es muy importante que los visites a ellos”.
Por estos días, las visitas sólo son en el casco urbano y las chacras de la zona. Recorrer tres kilómetros puede ser una odisea. En muchos casos, cuando se puede se hace en ambulancia, pero si el camino no lo permite el recorrido también se realiza a pie. Por supuesto, siempre la tarea es en grupo para evitar cualquier riesgo y garantizar la seguridad del equipo de trabajo.
Betiana admite que uno de los viajes en ambulancia fue muy caótico, pero llegaron. El objetivo se cumplió. Así saben si la persona necesita algún medicamento o asistencia, porque de alguna forma también son el nexo con otras instituciones.
“Tratamos de priorizar a la población de riesgo”, dice Franco, sumando datos a la charla. “Ver a quién le puede hacer falta medicación, si le falta leña, porque muchos no tienen para calefaccionarse. Tratar de ver cómo están ellos, si les falta algo y, si nosotros no podemos ayudarlos, trabajar en conjunto con otra institución para poder ayudarlos”.
El joven admite que “las personas son muy acogedoras” cada vez que las visitan. “Están acostumbradas y siempre te ofrecen algo para tomar o para comer. Nosotros vamos para hacer nuestro trabajo, pero siempre se agradece la hospitalidad que brinda la gente”.
LA GRAN PATAGONIA
El departamento Senguer es uno de los más amplios de la provincia, cuenta Graciela. “Uno de los que más estancias ganaderas tiene, pero también uno de los más despoblados: tiene distancias largas pero con poca gente”, dice al detallar el cuadro de situación.
Es que más allá de la zona rural y la zona de chacras, es otra la realidad del poblador rural, que vive completamente alejado de la ciudad y al que le es muy difícil llegar en invierno.
“Tenemos casi 200 personas dispersas, pero acá en el campo las rutas son inaccesibles”, cuenta Graciela. “Tenemos desde el famoso puestero, que trabaja solo durante gran parte de su vida, hasta la gente que está en los cascos de las estancias. Por lo general son hombres solos, la mayoría, esa es la característica de la gente de campo, muchas personas con enfermedades crónicas. Generalmente vamos en la veranada, donde la población es remota. Entre enero y marzo se programa para verlos ahí y en abril, vamos a las zonas más cercanas que son las colonias aborígenes, como Colonia Tramaleo, que está en Pastos Blancos. Después la población que tenemos baja porque la mayoría de los puestos va en veraneada y en invierno bajan, pero como trabajadores comunitarios prevemos eso, porque por lo general con estos inviernos es imposible salir en una ronda porque generaríamos más problemas, y no es justamente la idea del primer nivel”.
Como cuenta Graciela las salidas de los trabajadores comunitarios en terreno son programadas. Se trabaja con tres meses de anticipación, planificando las visitas, sabiendo, por supuesto, que el clima es el principal condicionante. Así, cuando el clima está feo y puede suponer un riesgo, se sale en grupo por cualquier eventualidad que pueda suceder.
“La tranquilidad desde Salud es que la población de los campos quedó vista en abril cuando se hacen ese tipo de rondas y vamos con el médico, la veterinaria o el enfermero. Ahí dejamos cubiertas las áreas, entregando medicación, vacunando, porque sabemos que el invierno puede ser muy crudo y siempre trae inconvenientes en cuanto al acceso”.
“Prestamos mucha atención a los niños, los recién nacidos, las embarazadas que tienen que estar bajo programa. Hay una población bastante importante de personas grandes, muchos pasan a ser un problema social más que de salud y hay que trabajar con otras instituciones, porque un abuelo que no tenga leña, que no tenga mantas para abrigarse va a terminar con un problema de salud; entonces nuestra tarea es poder reconocer a las otras instituciones y poder derivar lo que no podemos solucionar. Trabajamos mucho con el Desarrollo Social de la Municipalidad. Pero, por suerte, este año no tenemos embarazadas y algunos tienen comunicación, cosa que otros años no tenían. Entonces el panorama está bastante visualizado para decir ‘puedo prever una ronda para agosto y septiembre’”.
Como dice Graciela, la comunicación es fundamental y, aún hoy en pleno siglo XXI, muchos parajes y lugares no cuentan con señal de telefonía celular. Para quienes lo tienen y sus vecinos es un alivio, el resto depende de Radio Nacional, aquella AM que es tan importante en los pueblos del interior y que hoy se ve amenazada por los ajustes que quiere imponer el gobierno nacional.
“En el campo las comunicaciones son así. Hay estancias que tienen wifi y el que no tiene en su lugar se traslada donde el vecino y se comunica, y sino por Radio Nacional, de boca en boca hasta que llega a la Radio. Nosotros incluso cuando vemos que tienen que venir al médico usamos mucho Radio Nacional. Primero hablamos con el médico, le contamos la situación, sacamos un turno y le avisamos por radio y ellos ya van a estar esperando nuestra visita”, dice Belén.
Ana Laura ingresó hace seis meses como trabajadora en terreno y este es su primer invierno cumpliendo su tarea. Lejos de quejarse, entiende que es un lindo servicio que permite conocer en mayor profundidad la distancia que hay entre el campo y la ciudad. “Es una linda experiencia. Somos el nexo, el primer acercamiento del sistema de salud a la población y aprendés mucho de la gente. Ves las distintas costumbres, las distintas formas de vivir que tiene cada uno y eso enriquece el trabajo nuestro también, porque podemos comparar cómo está la gente en la zona rural y cómo está en la zona urbana. Está bueno”, dice con entusiasmo.
Recién van seis días de julio, pero los trabajadores ya comienzan a pensar en los tres próximos meses. Esperan que el invierno dé una tregua y en agosto puedan volver a recorrer los campos, sabiendo que es necesario llegar con salud, pero también con compañía, a aquellos hombres que viven en la remota Patagonia, allá donde el celular y el gas no llegan y la radio se vuelve un aliado fundamental.