Costa Azul, la tienda de telas que refleja parte de la historia migratoria y comercial de Comodoro
Se fundó en 1981, pero su historia se remonta a la década del 30, cuando un inmigrante polaco fundó una recordada tienda frente a lo que hoy es el Cine Coliseo. Costa Azul, junto a Costa Grande, son dos comercios históricos de Comodoro, locales que resisten el paso del tiempo y marcan la huella de una época. En esta crónica, te contamos la historia de los Mekler, una familia de profesionales que eligió dedicarse al comercio.
“En el año 81 abrimos, pero la historia se remonta a 1930. Lo que te voy a contar es una historia terrible”, dice José Mekler mientras se sienta en el café. Son las cuatro de la tarde del miércoles. El clima es raro luego de un brusco cambio de temperatura. Hay neblina, algo poco habitual en la ciudad, y la gente va y viene.
Es hora pico para muchos y la San Martín está a pleno. José sale del comercio luego de atender a una clienta. Le avisa a Diana, su esposa, que vuelve en un ratito, y admite que a veces el comercio se pone difícil. Cuando se sienta comienza a contar la historia de Costa Azul, de su familia y también parte de la historia céntrica de Comodoro.
UN COMERCIO CON HISTORIA
Costa Azul se fundó en 1981 en San Martín 733, pero tiene sus orígenes en la década del 30, gracias a la inmigración judía que por ese entonces llegaba a estas tierras. “El negocio empezó en la vieja tienda La Costa Sud”, cuenta José. “La gente grande, los que quedan, lo recuerdan. Estaba frente al Cine Coliseo y la empezó el cuñado de mi viejo que estaba casado con la hermana de la esposa de mi papá, en Polonia. Él vino con su familia y en el 38 mandó a llamar a mi papá”.
León Mekler era zapatero y su idea era venir a Argentina, “a hacerse la América”, como todos los inmigrantes europeos, “pero tuvo buena y mala suerte”, cuenta José.
León migró de Radom, una ciudad que se encuentra a 100 kilómetros de Varsovia y, como dice su hijo, tuvo buena suerte, pero mucho más mala suerte. En Polonia estaba casado y tenía dos hijos. Su idea era venir a Argentina y que luego su familia siguiera sus pasos, algo habitual en esa época, pero su buque fue uno de los últimos que zarpó de Polonia. Luego llegaría la invasión alemana.
“Fue prácticamente el último buque que zarpó de Polonia. Fue a Londres y de allá a Buenos Aires. Después no salieron más los judíos. Su idea era traer a su mujer y sus dos hijos, pero eso no pudo ser, fue algo terrible para él".
José cuenta que su padre siempre tuvo la esperanza de recuperar a su mujer y sus hijos. En el fondo, en épocas de diario en papel y cartas a distancia que tardaban meses, nadie sabía qué estaba pasando al otro del mundo. Sin embargo, la Segunda Guerra tenía preparado el peor destino. “Mi viejo se quedó solo en el mundo, quedó prácticamente solo”, lamenta José al recordarlo.
En Comodoro, León comenzó a trabajar con su cuñado en aquella tienda donde también trabajaba Silberberg, el padrino de José. El negocio funcionó hasta casi la década del 80, cuando Mekler y Silberberg decidieron seguir caminos separados. Así, abrió Costa Grande y unos meses más tarde Costa Azul.
“Nosotros abrimos en diciembre del 81”, cuenta José. Yo estaba en Buenos Aires, porque estudié ingeniería y soy licenciado en sistemas y mi viejo me dijo ‘venite para acá a trabajar en el negocio nuevo’. Estaba de novio con mi mujer, que estudiaba para contadora, y no lo pensé ni 10 minutos. Me recibí y a los 10 días estaba trabajando acá en el negocio, pero me tuve que hacer a los ponchazos, porque no es un rubro fácil. Con las telas hay que saber y si te equivocás muy fiero te la comés. Hoy en día es muy fácil porque te mandan el muestrario, vos hacés click y elegís. Si se equivocan pagan el flete, es otra época, antes era por teléfono y te mandaban cualquier cosa”.
José pasó todas las épocas y las recuerda. La guerra de Malvinas y la tristeza que se sentía en las calles, la hiperinflación de Alfonsín y la esperanza que significó en un principio el menemismo. También recuerda el Corralito y, por supuesto, aquel triste de 2001. “Fue el diciembre más triste que tuvimos, pero pasamos por todas las buenas y todas las malas habidas y por haber. Las hiperinflaciones de Alfonsín, la época de Menem que al principio fue buena, pero después vino el estancamiento. Me quedé con la plata en el banco en el Corralito y lo más amargante fue el diciembre del 2001, porque no entraba nadie, cerrábamos antes y nadie quería vender nada. Pero sobrevivimos a todas estas peripecias”.
UN RUBRO QUE CAMBIO CON EL PASO DEL TIEMPO
José es de aquella generación que vivió el Comodoro de antes. Creció en el Centro, cuando la ciudad era pueblo y no había nada, en una infancia completamente distinta. “Yo vivía en Pellegrini y San Martín, en el pasaje Valdivia, y hacía dos cuadras y estaba con mis amigos”, recuerda. “Iba a jugar al fútbol a la canchita del puerto, donde está el Centro Cultural, no había nada y pasábamos toda la tarde jugando, jugando al fútbol. Pero ese Comodoro no existe más.”
Pero así como Comodoro cambió, el comercio y el rubro también lo hicieron. Él lo admite: “todo cambió. Cuando estaba mi viejo en la primera La Costa Sud, la mercadería venía en barco, no había ruta e ir a Buenos Aires era una odisea. Me acuerdo que mi viejo vendía hasta botines de fútbol, pero el tipo de comercio que yo y mi vecino tenemos no existe ya", dice sin vueltas. “Quizás existe alguno en el interior del país, pero ya no es muy rentable, necesitás una infraestructura de mercadería muy grande, y no se justifica porque hoy es todo más específico”.
José sabe de lo que habla, conoce el rubro y no duda cuando dice que de alguna forma es un termómetro de cómo está la situación en el país. "En nuestro rubro cuando los tiempos están muy malos a nosotros nos va bien, porque la gente te compra un pedazo de tela, se hace un pantalón o se compra un parche para arreglar una prenda. Eso es el subdesarrollo, no está bueno, porque cuando más nos compran a nosotros es porque está mal el país. Te lo digo porque está pasando. Es un mal indicio”.
Lo cierto es que Costa Azul y Costa Grande no solo se familiarizan por su historia, sino también por la estructura de sus comercios. Ambos son prácticamente iguales, de distintos colores y forman parte de los comercios que hicieron historia.
En la actualidad, el comercio de los Mekler es atendido por José y Diana, su esposa, las dos empleadas de toda la vida, y su hijo del medio, aquel licenciado en Nutrición, que al igual que sus padres decidió volcarse al comercio y darle vida al comercio que alguna vez fundó su abuelo y hoy es una referencia de la historia comercial de la ciudad.