Por estos días todo es tranquilidad para José Agrelo y Mailen Bouzón. No tienen que entrar a buscadores para encontrar alguien que los quiera alojar y tampoco pararse al costado de la ruta a esperar que alguien los levante. Saben que a la noche tendrán un techo y seguramente por la tarde se encontrarán con algún amigo; lo más cercano a la vida que llevaban hace cinco años antes que decidieran viajar por el mundo. 

José y Mai se conocieron en Comodoro, donde él nació y ella vino a los 23 años, luego de estudiar geografía en Buenos Aires, la provincia natal de esta chica de Bernal. En YPF, la operadora estatal que nació en estas latitudes, creció el amor y juntos iniciaron un noviazgo que los llevaría por 5 continentes y diferentes experiencias, desde comer hormigas culonas hasta terminar de invitados en un casamiento en Laos. 

Y todo por un viaje que hicieron a Europa que les cambió la vida. Pero vamos al kilómetro 0.

Mai y José ya están en Comodoro. Después de cinco años volvieron a la ciudad y contar su experiencia a ADNSUR.

José es geólogo y hasta antes de irse trabajaba como intérprete sísmico en YPF, la empresa a la que Mai entró en 2013, un año después que se recibió en Buenos Aires de licenciada en Geografía. 

Ella estaba en cartografía y de alguna forma tenían intereses comunes. Así se conocieron y comenzaron una relación. 

Estaban solteros, viajar era una posibilidad y un viaje de 21 días a Europa fue el disparador para comenzar su propia aventura por el mundo bajo una consigna: autostop y couchsurfing, un sitio que conecta viajeros del mundo que buscan y ofrecen hospedaje. Así decidieron dejar todo, vender sus cosas y viajar por el mundo durante seis meses.

El 17 de diciembre de 2017, José y Mai dejaron Comodoro, y luego de un paso por Buenos Aires, donde ella vio a su familia, salieron de Argentina. El primer destino fue Estambul, a donde volaron el 3 de enero de 2018. Luego llegaría España, Francia, Italia, Suiza, Alemania, Polonia, Bielorrusia y Rusia, con el sueño de llegar en pleno Mundial.

En total, durante 5 años recorrieron 51 países, hasta que decidieron regresar por el inminente vencimiento de sus pasaportes. Así, decidieron viajar a Colombia y comenzar el regreso, hasta que en agosto del 2022 entraron al país. 

Lo hicieron por Corrientes, luego cruzaron a Misiones, y más tarde a Paraguay y empezaron a bajar. Así, la final de la Copa del Mundo la vieron en el Obelisco, en Buenos Aires, junto a millones de argentinos que celebraron el Mundial de Messi. 

Luego visitaron a la familia de Mai y hace 10 días llegaron a Comodoro, algo muy emocionante para José. “Para mí que soy de acá, nacido y criado, fue una emoción enorme; volver a ver la ciudad, ver los cerros y el mar de fondo. Nos trajo un señor de Comodoro, Pedro Chacoma, que estaba en Trelew. Nosotros siempre poníamos en la historia cómo iba el viaje, cuánto tiempo tardaban en levantarnos. Pero esta vez no quisimos poner nada para sorprender a mi mamá. Le dijimos que una chica iba a llevarle un paquete y llegamos directamente a casa, porque el hombre que nos trajo nos llevó. No lo podía creer. Es grande, menos mal que no sufre del corazón”, dice entre risas.

Mai y José celebraron la obtención de la Copa del Mundo en Argentina junto a millones de personas que salieron a las calles a gritar 'Campeón'.

APRENDER VIAJANDO

A la distancia, José admite que cuando salieron pensaban viajar “seis meses” porque un año les parecía “muchísimo”, pero después vieron que era posible, y así se embarcaron en esta aventura modo mochilero que dejó grandes enseñanzas y experiencias. 

Por ejemplo, aprendieron que solo se lleva lo esencial y lo ‘por si acaso’ se deja, tal como dice Mai. “El viajero generalmente usa la ropa y la vuelve a usar. Es un hábito que uno incorpora naturalmente, que no te das cuenta. Entonces llevás lo esencial: una campera, camisetas, remeras, un pantalón, un short y ropa interior. Un traje de baño, pero no podés tener este ‘por si las dudas’, lo ‘por si las dudas’ lo dejás, porque no lo usás, pero además lo estás transportando al cuete. Entonces queda descartado”.

Por supuesto, en cinco años a veces es necesario estar más presentable. Y en ese momento, dice José, lo importante es “estar limpio”. “Vas con lo que tenés, lo más presentable posible, pero lo importante es estar limpio”.

Llevar el ropero en una mochila cuesta imaginarlo. También la posibilidad de tener lo esencial en un espacio que uno lleva en su espalda, y mucho más cuando se piensa en el calor y la humedad que sintieron en Malasia, Indonesia, Filipinas y Vietnam, donde “estás sentado transpirando”, o el frío de Europa, en invierno. 

La pareja pasó por todo ese cambio de clima, desde la humedad y el calor hasta la nieve en Serbia. “Teníamos que seguir viaje pero salimos igual. El primer dedo costó un poquito pero después fuimos bien”, recuerda José sobre ese día bajo la nieve.

La pareja asegura que Asía fue uno de los continentes más calurosos que visitaron.

José y Mai en cinco años se volvieron expertos del autostop, ‘hacer dedo’ como decimos en Argentina. Sobre esa práctica tienen su propio análisis. “Los turcos son buenos para el dedo. En Grecia y Bulgaria no, bastante reacios, y en Laos tampoco, pero porque hay pocos vehículos y pocas rutas. Acá en Sudamérica, nos costó en Bolivia”.

Como cuenta José, su preocupación más grande estaba en el transporte, saber cómo y dónde iban a comer, pero también dónde dormir porque era un “viaje de mochilero no de vacaciones”.

Por suerte, en todo el mundo encontraron mucha hospitalidad y solidaridad, lo que los llevó a tener una buena experiencia de viaje. “Eso es lo que más nos llamó la atención del mundo, porque uno sale con una idea para viajar. De decir ‘esto es lo que tengo para viajar’, en dinero, tiempo y no incluye los otros factores: que la gente te va a ayudar, que te van a levantar si querés hacer dedo. Eso nos shockeó bastante porque gran parte fue por la solidaridad de la gente. Sin autostop y couchsurfing no hubiésemos podido. Sentimos esa solidaridad y como viajeros la agradecemos un montón”, dicen con agradecimiento.

Ejemplos de solidaridad le sobran. Por ejemplo, cuando se desató la pandemia estaban en Marruecos y una mujer les ofreció un departamento en forma totalmente gratuita para que se puedan quedar alojados ya que ella estaba en España, lo que les permitió quedarse siete meses. 

En otra ocasión, por ejemplo, terminaron en un casamiento como invitados, una de las cosas más raras que les pasó en el viaje, recuerda José. “Nosotros estábamos buscando un lugar para comer y vimos una reunión de gente. Preguntamos si era un restaurante, nos dijeron que no, que era un casamiento y nos invitaron a quedarnos. Nos sirvieron comida, conocimos a los novios, fue todo espectacular”.

“Gente muy humilde, sin mucho lujo armaron un casamiento en ollas populares y comida normal. Me acuerdo que tomamos sopa y comimos una carne guisada y de postre una banana con frutos secos y leche de coco, espectacular”, agrega Mai.

A la hora de elegir cuáles son sus lugares preferidos, ellos optan por aquellos donde tuvieron mejor contacto con la gente. “El podio es Japón, Turquía y Albania”, enumera José. “Japón por la combinación de lo tecnológico, las ciudades de última generación y lo milenario y lo tradicional que lo encontrás en pueblos chicos y aldeas. Ni hablar de la gente en cuanto a hospitalidad, la organización, limpieza y el respeto por el espacio personal. Turquía también por la gente porque son los más hospitalarios del mundo, igual que los paisajes. Y lo mismo Albania, que está más asociado a la mafia, pero al contrario, no vimos nada de criminalidad y la gente es hermosa”.

La hospitalidad de la gente es lo que más los sorprendió del mundo.

Por supuesto, así como hubo lugares donde la hospitalidad era grande, hubo otros donde fue difícil sentirse parte. Es que, según cuentan, el vincularse con el otro en muchos lugares fue difícil. “Esa fue una de las dificultades, el contacto social, que la gente sea tan abierta, tan sociable, porque acá es fácil ser amigos, que te incorporen a un asado o un partido de fútbol, pero en otros lados todo es muy planificado, incluso en algunos lugares llevan una agenda con amigos muy cercanos”.

En terreno de dificultades la comida también lo fue. Yerba, por ejemplo, fue difícil conseguir en Asia, aunque el calor hizo que no extrañen el mate. Mientras que, así como uno puede extrañar los tallarines de la madre o la empanada de tal lugar, cada uno extrañó lo suyo.

En el caso de Mai fue la milanesa con puré, “una comida bien comida de casa, porque asado encontramos, no tan buena calidad, pero encontramos, pero no la milanesa con puré”.

“Yo las panaderías argentinas”, agrega José. “Son muy buenas y es muy difícil encontrar en otros lugares cosas similares. Quizás en Francia o en España, pero es muy difícil. En España no eran buenas y tampoco había torta fritas, algo indispensable para comer con lluvia”.

Por supuesto, así como extrañaron platos, también probaron algunos nuevos. En Italia, España, Grecia, Turquía y Albania, encontraron muy buena gastronomía de a pie. En Corea y Camboya también. Es que como dice José “parte del viaje era probar la gastronomía, entonces siempre íbamos a tratar de comer lo que comía la gente de pie. No íbamos nunca a un restaurante super, sino a comedores populares, donde comían trabajadores, con menú barato o en las casas con la gente que nos alojaba”.

Así, entre platos y cultura terminaron degustando algunas comidas raras. “Probamos algunos insectos en Camboya principalmente, el sudeste asiático. Grillos, escarabajos, hormigas culonas en Colombia. Estaban buenas, toda la gente dice que son muy buenos agentes de proteínas. Son como salteados, como un snack, no se siente nada. Por ahí es crujiente la sensación, pero eso es todo”, admite entre risas. 

Conocer la gastronomía del mundo era uno de los objetivos del viaje. Probaron la comida de a pie, se animaron a comer bichos, y muchas veces disfrutaron de un plato de casa gracias a los lugareños.

Su estadía en cada ciudad varió de acuerdo a varios factores. Uno, la onda que pegaban con quien alojaba. El segundo, lo que encontraban en el lugar. "La idea no era solamente conocer los lugares turísticamente o alojarnos, sino ver qué hacían, de qué vivían, conocer lo que más se pueda. Entonces hubo lugares donde estuvimos 10 días, y otros un mes”, admiten.

Marruecos, por ejemplo, fue uno de los lugares donde más tiempo estuvieron por la pandemia. En Kenitra, una ciudad que se encuentra cerca de la capital del país, se quedaron de marzo a septiembre, gracias a la hospitalidad de la mujer del departamento. En ese tiempo, José se dedicó a escribir un libro donde cuentan su experiencia y Mai vendió ropa online. Luego, encontraron trabajo en un call center en español, relacionado a internet.

Lo cierto es que en 5 años hicieron de todo, desde limpieza, cuidado de niños y de casas, venta de ropa y hasta pintura. “Lo que se presentaba”, dice José.

Pero un día tuvieron que emprender la vuelta a pesar de que no querían. Se vencían los pasaportes y debían salir de Europa. Como todavía no querían regresar, decidieron viajar a Colombia y continuar viaje por Sudamérica, usando el DNI argentino.

UNA AVENTURA QUE RECIÉN COMIENZA

Recién llegados a Comodoro, admiten que “no está organizado el siguiente viaje”, necesitan procesar todo lo que pasó en estos cinco años, y lo que significó el regreso a casa y reencontrarse con amigos y familia, aunque en el fondo saben que seguirán viajando.  

“Son sentimientos muy encontrados. Tenemos que procesar todo esto, pero creemos que sí que vamos a seguir viajando”, dice Mai. “Nos abrió mucho la cabeza estar con otras culturas, ver la realidad de otra gente, te das cuenta que hay cosas peores, surgen oportunidades. La experiencia misma te va mostrando diferentes cosas”, agrega José.

Lo cierto es que José y Mai ya están en casa, y saben que otros jóvenes por estas horas están pensando hacer lo mismo que ellos decidieron hacer hace cinco años. Ante la consulta, sobre qué recomiendan, su respuesta es directa. “Que lo hagan, es la mejor experiencia que pueden tener. No conocimos a nadie que se haya arrepentido. Entonces, si piensan que pueden hacerlo que lo hagan. No hay duda que lo pueden hacer, porque uno va aprendiendo durante el viaje, porque se aprende viajando", dicen sobre esta experiencia de viaje que recién comienza para ellos.

Jose y Mai, el mate que tanto extrañaron por momentos y el libro que cuenta su experiencia en esta aventura a dedo.
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