De trabajadora sexual a operadora social: la chica trans que es la imagen del documental sobre el cupo laboral trans en Comodoro
“Siempre tuve fe que iba a tener un trabajo regularizado”, dice Nazarena Guerrero cuando comienza a contar su historia. Ella es una chica trans de Comodoro y previo a la pandemia se dedicaba al trabajo sexual como un medio de vida para subsistir. Nazarena es la imagen de la portada de Argentrans, un documental que habla sobre el cupo laboral trans en la ciudad, herramienta que le permitió a 11 personas conseguir un trabajo estable y soñar con una vida distinta.
“Estoy re ansiosa, estoy buscando ya la ropa para ponerme el lunes”, dice entre risas y no puede ocultar su felicidad. Nazarena lo admite sin vueltas: está contenta. “Estoy re contenta, cuando me mostraron el afiche no pensé que yo iba a ser la tapa del documental y fue una sorpresa terrible porque nunca pensé llegar a esto, jamás…”.
Ella es una de las protagonistas de “Argentrans”, documental que, este lunes a las 21 horas, se estrena en el Cine Teatro Español. Este cuenta la historia de diferentes personas que hoy tienen un trabajo estable gracias al cupo laboral trans, una política de Estado que busca que travestis y trans puedan acceder a un trabajo formal en condiciones de igualdad y establece un cupo mínimo para su ingreso al Estado.
En Comodoro Rivadavia en la actualidad hay 11 personas trans trabajando en diferentes dependencias municipales. Nazarena es una de ellas.
En su caso, trabaja en la Dirección de Diversidad como operadora social. Junto a una trabajadora social y una psicóloga se encarga del acompañamiento al usuario, es decir, de las personas que llegan a buscar asistencia a la Dirección de Género. “Trabajamos con personas trans y trabajadoras sexuales”, cuenta sobre su tarea a ADNSUR. “Les brindamos acompañamiento y apoyo. Es algo importante porque tenemos muchos usuarios que no saben hacer los trámites o no saben leer. Entonces lo acompañamos con todos los trámites: hacer el cambio registral, DNI, certificado de nacimiento, sacar turnos cuando tienen que hacer la terapia hormonal o un análisis. También brindamos acompañamiento a turnos médicos, al banco y nos encargamos de entregar al CAF de alimentos frescos”.
Nazarena sabe de lo que habla. Entiende lo que le pasa a otra persona trans y los pasos a seguir. Lo vivió en carne propia, por eso muchas veces termina siendo el reflejo de cómo es ser una chica trans en Comodoro.
Nazarena nació en el barrio Ceferino y se crió en las 1008, “un barrio hiper machista”, dice mientras piensa. La mujer trans asegura que vivió una infancia feliz. Es que, a diferencia de muchas historias de chicas trans, cuenta que no sufrió discriminación ni tampoco la carga del “ser”.
“Mi infancia fue buena, porque gracias a Dios de chiquita ya tenía la inclinación de ser mujer. No sufrí mucha discriminación y si te acepta tu familia lo llevás todo más fácil. No te importa lo que te digan. No es que te digo que no me ha pasado, quizás de 10 personas, una me decía ‘eh puto’, pero eso no me importaba, no lo sufría, porque como mi familia sabía lo que yo era el resto no importaba”.
Nazarena creció entre la casa de sus abuelos y de su madre. Asistió a una escuela adventista, a la 52 y a la 154, donde terminó la Primaria. Fue en esa época de su vida cuando comenzó su transición, un proceso que a los años sintió que había completado con el nacimiento de Eve, el primer nombre con el que renació.
“Mi transición empezó de chica, cuando iba a séptimo grado ya estaba en mi transición. Mis compañeros eran fenomenales y mi mamá igual lo sabía. Viste que uno empieza primero como ‘gay’ entre comillas y se nota en la voz, en las formas. Yo agarraba la taza de café con el dedo meñique muy femenino y ellos ya lo sabían pero esperaba que yo se los diga. Y a los 12, 13 empecé con la transición. Primero con la ropa interior, un corpiño, después empecé a depilarme las cejas, y a los 18 ya era Eve, así me llamaba”.
Cuando recuerda esa época, Nazarena lo hace con felicidad, con las imágenes que aparecen en la adolescencia. Su familia la apoyaba, sus compañeros también y poco a poco lograba ser la mujer que quería.
Era otra época en que poco se hablaba de hormonización y terapias, y así cada chica trans trataba de hacer su transición como podía. Con los pocos recursos que en ese entonces brindaba el Estado todo iba medianamente bien. Sin embargo, el problema fue cuando quiso buscar trabajo y terminó cayendo en el trabajo sexual, la alternativa de muchas chicas trans que no lograr abrir las puertas del mundo laboral formal. Nazarena lo recuerda.
“No encontraba oportunidad de trabajar. Dejé curriculums en todos lados pero no me tomaban por ser trans. Gracias a Dios siempre me bancó mi familia. Tengo una hermana y un cuñado espectaculares. Por ahí hay choques pero siempre me dieron una mano. Y como no quería ser dependiente de ellos y no conseguía trabajo, no me quedó otra que el trabajo sexual. Cuando pude saber que le podía sacar provecho a mi cuerpo dije ‘bueno’ y empecé”.
Nazarena trabajaba en un departamento vips donde recibía a los clientes. Cuando recuerda esa época no duda y sentencia: “No lo recomiendo, es algo horrible. Estás 24 horas por 7. Estás pendiente todo el día. Estás comiendo, te manda un mensaje un cliente y tenés que largar todo, prepararte y atenderlo. O esperar a alguien que llega de viaje, te llama y tenés que atenderlo. Me ha tocado mandar a bañar al cliente, porque decís ‘está bien, soy trabajadora sexual pero tampoco la pavada que venga hecho una mugre’. Es horrible”.
Cuenta la protagonista de esta historia que siempre supo que no quería ser una más del montón, sabía que quería salir de eso, porque como dice, “no quería, en mi vida, terminar en el trabajo sexual”.
En esa época conoció el trabajo que realizaba la Dirección de Diversidad. Como trabajadora sexual recibía el bolsón de alimentos que la Municipalidad entrega cada mes y además, accedió a la terapia de hormonización que realiza el Consultorio Inclusivo. Más tarde también fue invitada a participar de un desfile y luego llegaría el Plan Potenciar Trabajo, un programa del Estado Nacional que le cambió la vida.
“Eso me ayudó mucho, porque después de la pandemia tenías que hacer una contraprestación de trabajo y me llamaron para ser recepcionista. Ahí dejé el trabajo sexual y comencé a trabajar en la Dirección. Me fue nutriendo con todo y con el tiempo pasé a ser operadora, hoy soy una regia operadora”, dice entre risas. “Estoy contratada desde el año pasado”.
Nazarena fue la última mujer trans que fue contratada por la Municipalidad a través del cupo trans. Para ella significó un cambio de vida, la posibilidad de tener un trabajo digno y buscar su propia independencia.
“Esto es todo para mí, me da dignidad, poder, voy con la chapa de que tengo trabajo digno. Es lo que más buscaba y lo que más quería, y mi familia igual, porque mi mamá me decía ‘hija, dejá eso’, porque a ninguna madre le gusta que su hija haga ese trabajo. Y yo para no molestar a mi mamá, no molestar a mi hermana, lo hacía. Recién hace poquito me fui a vivir sola porque soy muy familiera. Me cuesta despegarme de mi familia, pero estoy contenta y es muy movilizante esto que pasa. Yo ayer hablaba con mi familia y pensaba ‘qué loco, no, qué lejos que llegué, porque yo era trabajadora sexual y pasar a ser operadora social es loco’”.
Nazarena está agradecida del Estado, de Daniela Andrade, su directora, y sus compañeros que le abrieron la puerta para crecer. Por supuesto, como operadora quiere ayudar a otras porque sabe que es posible tener otra vida laboral. “Mi mensaje es estudiar, estudien que hay oportunidades. Acá viene mucha gente todos los días y hay gente que todavía no sabe que existimos. Pero hay que acercarse, te vamos a dar una mano, una primera visita, para eso estamos, para dar una mano a todas las que lo necesiten. En mi caso estoy súper contenta porque esto me cambió la vida y es lo que me gustaría que le pase al resto de mis compañeras, porque todavía falta mucho, tengo fe que todas tengamos un trabajo regularizado”, dice la mujer que es la cara visible de este documental que habla de inclusión, trabajo, y sobre todo dignidad, algo fundamental para cualquier laburante.