Corría el año 2011. Juanjo aún tocaba folclore. Le gustaba, pero las giras se habían vuelto tan intensas que muchas veces quería largar. Tenía ganas de estar más tiempo con su familia y buscar otras opciones. 

Por ese entonces, ya había vuelto a la Patagonia gracias a un programa de responsabilidad social empresaria que lo contrató para enseñarle música a chicos de Las Heras, Pico Truncado y Caleta Olivia. Pero esa tarde, de alguna forma, la rueda de la vida comenzó a girar para él. 

Es que esa tarde, Juanjo, el protagonista de esta historia bien comodorense, se reencontró con “Piti” Fernández, el cantante y líder músico de “La Franela”, a quien había conocido en Cuba mientras estudiaba en ese país. Pegaron buena onda e hicieron una buena amistad que los reencontró para comenzar a trabajar juntos.

“Fue algo muy loco, porque a ‘Piti’ lo conocí en Cuba, cuando yo estaba estudiando allá. Él fue de vacaciones, fue a mi casa y estuvimos zapando todo un domingo hasta las 11 de la noche. En ese momento recién había sacado Azul con Los Piojos e hicimos una linda amistad. Nos volvimos a encontrar en 2011. Le quería pedir un bajo y me lo prestó, pero con una condición: si le grababa un bajo en una maqueta en ese mismo momento”, recuerda. 

Ese día fue el inicio de una nueva etapa en la vida del músico. Poco tiempo después dejó el folclore y la música lo terminó llevando al rock y a la música cubana, buscando un estilo propio que hoy quiere terminar de plasmar.

Juan José Velasquez es comodorense y tiene una extensa trayectoria que ahora lo invita a una nueva etapa junto a Murumba, la banda que integra junto a su pareja y sus dos hijos. Recientemente, lanzó “La Rueda”, el primer sencillo del EP donde toca con Fernández; Sebastián Cardero, ex baterista de Los Piojos; y Manu Uriona, de Bersuit Vergarabat. “Tengo músicos de lujo acompañándome”, dice con orgullo a ADNSUR.

La Rueda

DE LA IGLESIA A SILVIO RODRÍGUEZ

Lo cierto es que Juanjo toda su vida se dedicó a la música. A los 8 descubrió la guitarra en la capilla de la Iglesia Ceferino, un día que acompañó a su abuela a una misa y vio tocar al grupo juvenil. Juanjo no se olvida de ese día. “No me olvido nunca más. Yo era chiquitito, pero cuando tocaron la guitarra con una púa al lado mío, no pude dejar de mirar esa guitarra. Fue algo hipnótico. Ahí comenzó todo”.

La guitarra le fascinó tanto que sus padres decidieron que estudiara junto a Juan Calo, el histórico guitarrista que ha dejado una gran huella en el folclore de la región.

Juanjo en su infancia. Descubrió la guitarra a los 8 años y luego comenzó a estudiar con Juan Calo.

A la distancia, admite que lo único que le gustaba era tocar la guitarra. “Iba con el guardapolvo puesto a las clases. Llegaba y quería tocar. Me acuerdo que el grupo juvenil tocaba en las misas y me sumé, y a los 9 años debuté como músico en la iglesia Ceferino. Me iba caminando solo los domingos a las 8 hs para la misa de las 9 y la de las 11. Iba todos los domingos. Yo me paraba a cantar y pensaba que estaba en River, te lo juro. Para mí era tocar el cielo con las manos”.

La guitarra se convirtió en una necesidad, un refugio que lo ayudaba escapar de la timidez que lo caracterizaba. Quizás por eso, cuando terminó la secundaria decidió que su destino iba a estar unido a ese instrumento. 

Tenía 19 años cuando el músico llegó a Buenos Aires. Era el año 93, una época difícil para la Argentina, como ahora. Él estudiaba y trabajaba para poder mantenerse, pero el sueño se derrumbó el día que lo despidieron de un trabajo en un call center donde pasaba casi todo su día. 

“Vine para estudiar, tratando de venir por el sueño de la música, pero me resultaba muy difícil porque trabajaba igual. En ese momento la comunicación no era tan fluida como ahora, era muy chico, estaba muy solo y como que no encontraba bien el norte. Pero en el 96 me echaron del trabajo y a mi papá también. Fue duro, pero me acuerdo que mi viejo me dijo ‘mirá hijo, lo único que te vi hacer y nunca dejaste de hacer fue tocar la guitarra, el resto dejaste todo. Empezaste a los 8 años y nunca paraste. Jugate tu carta y andate a estudiar música’”. 

En su adolescencia, en Comodoro, con amigos, con quienes formó la banda Con-fusión.

DE ARGENTINA A LA HABANA

En Cuba, Juanjo estuvo tres años e hizo de todo, pero principalmente tocó y estudió. Le recomendaron que tome clases por fuera y que se especialice todo lo que pueda y trató de hacerlo. 

“Estudié lo que es bajo, hice entrenamiento rítmico, contrapunto, armonía tradicional y me pude dedicar a estudiar. Me levantaba, desayunaba y me levantaba a estudiar. Estuve tres años estudiando 24/7. Fue algo muy loco porque, antes de irme a Cuba, conseguí de rebote un bajo y estando allá me decidí por ese instrumento. Tenía 24 años pero llegué con la cabeza puesta en que esa era mi oportunidad y me encontré con profesores que se tomaron la responsabilidad de mi formación, como la vieja escuela”. 

A Juanjo le encantó Cuba. Tocaba con músicos de primer nivel como Amadito Valdés de Buenavista Social Club y hacía lo que le gustaba, pero extrañaba su país. 

Durante tres años, Juanjo estuvo en Cuba, lugar de donde trajo las influencias que hoy mantiene.

Su primer destino en su regreso a Argentina fue Comodoro junto a su pareja, una bailarina cubana. Para él significó el reencuentro con los suyos, los orígenes, el barrio, pero también una segunda oportunidad. La rueda de la vida seguía girando. “Fue algo inexplicable lo qué pasó, porque hicimos espectáculo y en un momento nos llegó una invitación de la Universidad Kennedy. Habían visto un video de una obra que hicimos y nos invitaron a presentar una temporada en Buenos Aires. No entendíamos nada pero conseguimos apoyo de la Municipalidad, y el Oso y Carlos Omar me regalaron una campaña en Fm del Mar porque vio cómo trabajábamos. Llenamos el Teatro Español, un martes a las 9 de la noche y nos vinimos para acá”. 

Por ese entonces, Juanjo ya había empezado a tocar folclore, género que lo acompañó durante más de 10 años. Estuvo en Cosquín, la Fiesta de la Chaya, la Serenata de Cafayate, Baradero folclore y rock, y en Bolivia. 

A la distancia asegura que fue su mejor momento profesional tocando al lado de grandes músicos como Alejandro Tula, León Gieco, Peteco Carabajal, Víctor Heredia y Mariana Carrizo, quien en 2007 lo convocó para que sea parte de su formación. Le encantaba ese mundo, pero en un momento las giras se hicieron cada vez más largas y la distancia más dura. 

Ya había decidido cambiar de género cuando se reencontró con Piti Fernández, y aprovechando su nuevo rol docente y el proyecto de Murumba, comenzó a darle un giro a su carrera más ligado a la composición y la producción.

Con orgullo, Juanjo cuenta que trabajó con La Franela, que en 2014 lanzó el primer disco de Murumba y que también fue director musical de “La Huella del sur”, el programa que lanzó el Ministerio de Cultura de la Nación destinado a niños en más de 21 sedes del país. 

Poco a poco se fue ampliando el abanico musical y comenzaron a llegar invitaciones para diferentes proyectos, hasta que un día se encontró tocando junto a Silvio Rodríguez en Villa Lugano. 

A la distancia, recuerda ese concierto, también una invitación del embajador de Cuba y el llamado del histórico Tom Lupo, aquel periodista que leía desde chiquito cuando buscaba las revistas en el escaparate de Polonia y Kennedy. Eran tiempos en que trabajaba mucho junto a Fernández, produciendo canciones y colaborando en lo que era necesario. 

Juanjo tocando con La Franela en Plaza de Mayo.

Para Juanjo esa experiencia fue tan buena que terminó despertando su lado compositivo y se convenció que quizás él también podía componer una gran canción. 

“Vi una manera de trabajar que me encantó, un trabajo muy meticuloso. Hicimos la preproducción del disco ‘De Palabra’ y esa canción la hicimos entre los dos. En el medio, por intermedio de un amigo mío, le llegó también una canción al Gato Silvestre y me la pidió para usarla en su programa. Con todo eso un día dije, ‘pará, yo puedo hacer algo que trascienda , porque a veces uno piensa que componer algo así es imposible, pero por esas cosas de la vida me tocó estar cerca de canciones que después se escuchan mucho. Entonces era cuestión de probar, y probé”.

Juanjo apostó con todo, buscó de productor a Guido Nisenson, quien grabó con Charly García, Luis Alberto Spinetta y Andrés Calamaro. Eligió músicos de primer nivel para ganar y así surgió “La Rueda”, esta canción que lo hace ilusionar con una nueva etapa de su vida musical. 

En esta etapa de su carrera, Juanjo también se volcó a la composición y la producción, otro lado de la música.

“Estoy contento, es la rueda de la vida”, dice con orgullo. “Me acuerdo de cuando tocaba en Malvinas y Ameghino con mis amigos y pensábamos ‘¿te imaginás tocar con esos músicos, grabar en esos estudios?’, y está pasando. No fue fácil, hice de todo en vida, fui albañil, remisero, cartero, vendedor ambulante, fotógrafo, vendedor de accesorios para perros y gatos, todo lo que pueda imaginar, pero el sueño de la música siempre tuvo más peso. Ahora estoy buscando instalar un sonido, no solo una canción, y estoy viendo una vuelta que está buena”, dice Velasquez, el músico de Comodoro que encontró su pasión en una iglesia del barrio de su vida en el sur de la Patagonia y que ahora va por un nuevo desafío.

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Del Instagram de murumbaok
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