“Los arbolitos plantados con tanto amor aún perduran y son el reflejo viviente de aquellos pobladores que jamás pensaron que esto alguna vez terminaría”. La frase pertenece al prólogo de “Campamento El Trébol, esa gran familia”, el libro que escribió Susana García en el marco del centenario del descubrimiento del petróleo para homenajear aquel lugar que casi fue un poblado dentro de Comodoro. 

Por estos días, las sensaciones encontradas invaden a muchos comodorenses. Con el traspaso del yacimiento El Trébol a Pecom terminó una época. Es que, si bien, en la década del 90 cuando fue privatizada YPF, el campamento también terminó en manos de capitales privados, esta vez el desenlace es distinto. El Trébol nunca más volverá a tener esa sigla que en la Patagonia se siente tan argentina. Por esa razón, qué mejor oportunidad que esta para recordar la historia de aquel campamento del que tantas veces escuchamos y que alguna vez visitamos, sea por trabajo o en forma recreativa cuando aún funcionaba el camping en la década del 90.

El libro de Susana es el pilar fundamental para recordar en esta crónica que invita a transmitir ese legado que quizás muchos jóvenes y adultos no conocen.

Un grupo de mujeres en el campamento. Foto: Archivo Histórico Municipal.

El Trébol está ubicado a 30 kilómetros de Comodoro Rivadavia sobre la Ruta Nacional N° 26, que une la ciudad con Sarmiento. Este data de 1938 y se encuentra en un cañadón rodeado de álamos, sauces, pinos y árboles frutales que fueron plantados por quienes vivieron allí hasta 1968.

Sí, durante 30 años, El Trébol fue un pueblo que contaba con una estructura social desarrollada. Tenía viviendas para el personal casado y para solteros, un comedor para el personal, sala de cine y salón de fiestas. Además, de un puesto policial, un club de fútbol que jugó en la Liga Oficial y salió campeón, una quinta con pista de baile, entre otros servicios.

El libro de García relata con detalle cómo era la vida en el campamento. Recuerda a sus habitantes y también anécdotas que quedaron en la memoria de quienes vivieron allí. Se puede encontrar en la Biblioteca Municipal de Comodoro Rivadavia y pertenece a la colección Patagonia, por ende, solo se puede leer en el interior de la institución.

Es atrapante imaginar la vida en El Trébol y ver las fotografías de la época, imágenes familiares que denotan alegría, vivencias y tiempos compartidos.

En El Trébol había de todo, desde una enfermería hasta una proveeduría y una escuela primaria para los chicos de la zona. La escuela N° 97 estaba ubicada en el cerro y se inauguró en 1947. Hasta entonces, los chicos asistían a la escuela de Diadema. 

Cuenta García que Américo Moyano, un hombre que trabajaba como administrativo en el yacimiento, fue el primer maestro, pero no el único. Por el pequeño establecimiento educativo pasaron varias maestras y colaboradoras, entre ellas María Ester Leguizamón del Merep, quien fue maestra, Gabriela Hassan de Encarnación, María Esther Ocampo, Lilly Carrizo de Leguizamón, Lita Ruiz, Rosa Barrionuevo de Villagra y Coty Carrizo.

Los alumnos llegaban a la escuela en el colectivo de YPF que pasaba por las calles del campamento y llevaba al alumnado hasta la escuela del cerro. Aunque esto no siempre sucedía. Cuando el clima no lo permitía, los alumnos iban caminando como podían, muchas veces peleando contra la nieve.

Quienes fueron a esa escuela recuerdan con alegría el sonido de la campana. Esa fue fabricada en el sector de herrería del yacimiento. Alfredo Quinteros fue quien le dio forma.

El campamento tuvo su propia escuela. El pequeño edificio fue demolido cuando las familias tuvieron que dejar el lugar. Foto: Archivo Histórico Municipal.

La plaza también es otro espacio que muchos guardan en su corazón. Se trata de un pequeño espacio verde que tenía un mástil, un pino y conectaba con la canchita de básquet, el club, la estafeta y la enfermería. Eran tiempos de payana, pido gancho, rayuela, bolitas y el juego de las estatuas, rememora la autora a través de diferentes relatos.

Era otra época, con otros juegos y otro ambiente. Las calles eran de tierra y las casas de chapa por fuera y madera por dentro, con piso de madera. En el club había canchas de fútbol, bochas y básquet con iluminación y piso pavimentado. Mientras que un pozo petrolero era casi un ícono en el corazón del campamento.

El pozo 108 E fue lugar de juego y anécdotas. Diferentes relatos cuentan que los chicos jugaban a extraer petróleo que luego guardaban en frascos. El mismo estaba cerca de las casas de Celestino Lara, Don Álvarez y era frecuente ver jugar a los chicos, entre ellos Huguitos Quinteros, Panza Carrizo, los hermanos Raúl y José Quinteros. 

Por supuesto, los habitantes del campamento tenían contacto diario con Comodoro. Desde la ciudad llegaba la leche, las verduras y las frutas; también el pan y la competencia deportiva. 

La historia dice que el 1 de marzo de 1941 se fundó el Club El Trébol. Su primer presidente fue Ricardo Suárez. Además de fútbol, la institución ofrecía ping pong, bochas, básquet, ciclismo, aunque su historia grande la construyó en base a la redonda.

El Trébol fue campeón de primera división en la década del 50. Fue campeón del Torneo Intercampeonatos y del Trofeo Canessa 1950, aunque su máximo rival era El Tordillo, otro yacimiento del sector. 

El Trébol fue protagonista del fútbol de Primera División de Comodoro Rivadavia. Foto: “Campamento El Trébol, esa gran familia”.

En el libro, los habitantes recuerdan diferentes anécdotas, entre ellas, aquellos partidos en que los acompañaba Felipe, un guanaco que se había criado con mamaderas y que era la mascota del campamento.

Por supuesto, también recuerdan aquellas elecciones de las reinas, las fiestas y las diferentes ceremonias religiosas que se celebraban en la ermita de la Virgen Nuestra Señora del Valle y la Capilla Cristo Rey, que con esfuerzo y trabajo construyeron los habitantes del sector. 

Cuenta la historia que un sacerdote iba una vez al mes y daba misas, comuniones y bautismos en el campamento. El sentimiento religioso era tan importante, en aquellos tiempos, que Humberto Chananpa, cuando ganó un automóvil en una rifa del Centro Catamarqueño, como agradecimiento trajo una virgen de Catamarca. Fue bendecida el 16 de julio de 1963, con la presencia de monseñor Mariano Pérez.

La vida pasaba en el campamento. Juan Rhis era el enfermero 24/7 del sector; la comisaría, en tanto, estaba frente al yacimiento cruzando la ruta. El transporte, por su parte, correspondía a YPF, hasta que en 1965 apareció el servicio privado. Transporte El Trébol - El Tordillo era propiedad de don Hipólito Pacheco, un hombre que nació en Facundo y se vino a vivir a Comodoro Rivadavia. Comenzó el servicio con un Ford Modelo 1935 y el último coche fue un Deutz.

El campamento El Trébol fue un símbolo de la antigua YPF. Foto: El Patagónico.

La vida era hermosa en El Trébol, cuentan quienes vivieron allí, pero todo comenzó a apagarse a mediados de la década del 60, cuando la empresa comenzó a trasladar a las familias. 

Berta Mercado cuenta que su familia, en 1967, fue una de las últimas en abandonar el lugar. Luego llegaría el ocaso. La escuela fue demolida y en 2006 se selló en forma definitiva el pozo 108 E. 

Por estos días, en El Trébol solo quedan huellas de la comunidad que alguna vez fue. Aunque, como dice el libro, los árboles son el reflejo viviente de aquellos pobladores que habitaron la zona de la mano de YPF, la petrolera que marcó una época en Comodoro y ahora traspasó ese yacimiento a Pecom, dando inicio a otra época de la historia petrolera de Comodoro.

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