Entre asado y fernet: es argentino, se fue a Perú y creó una expo argenta que reúna a miles de personas
Durante dos días, un rincón de Lima, la capital de Perú, se convierte en un patio argentino, un lugar donde confluyen sabores, tradiciones y música de nuestro país para quienes viven en esa tierra. El creador es Alejandro Guerra, un comodorense que migró y en la pandemia comenzó a emprender. Una historia con corazón patagónico y costumbres bien nuestras.
Quienes migran del país dicen que una de las cosas que más se extraña en el exterior son los afectos y las costumbres, aquellas cosas que le dan sabor al ser argentino: el abrazo de un amigo, una cerveza o una medialuna. Por supuesto, también un buen asado. Es que puertas adentro de nuestras fronteras, el consumo de carne es parte de la identidad y ni hablar cuando hablamos de un asado patagónico.
Alejandro Guerra (37) lo sabe. Por eso, el día que ideó la Expo Argentina en Perú, supo que sí o sí tenía que haber un asado bien argentino, la frutilla del postre a un encuentro con los sabores que muchos extrañan.
Por estos días, en Lima se ultiman detalles de lo que será la VII edición de la exposición. La Concha Acústica Jesús María, el próximo fin de semana espera recibir a miles de personas que degustarán los sabores argentinos y ahí estará Alejandro, cocinando.
“A los peruanos les gusta mucho el asado argentino”, dice a ADNSUR. “Porque, si bien Perú es la capital gastronómica del mundo y tienen un manejo fascinante de los condimentos, en lo que es carne no hay con qué darle a la carne argentina. Podés condimentarlo con un millón de cosas, pero le echás un poco de sal y se vuelven locos”.
Alejandro hace seis años se fue a Perú. Su objetivo era vender purificadores PSA, aquella marca que trajo su papá a principios del 2000 y que convirtió en una marca registrada por estos lados del país. Es que, ¿quién en Comodoro alguna vez no vio un purificador de ese tipo?
A la distancia, el protagonista de esta historia admite que no quería saber nada con la venta de estos aparatos. Sin embargo, un día se dio cuenta de que la venta de una unidad representaba en su bolsillo lo mismo que ganaba en una semana como bartender en un cabaret de San Juan, la provincia donde estudiaba. Así decidió volcarse al negocio familiar.
“La matemática es exacta”, dice al recordar ese momento. “Me fui a estudiar Diseño Industrial, pero para ayudar a mis viejos me puse a trabajar. Pero me pasó que, a veces, como trabajaba de noche a la mañana no iba a la universidad porque estaba descansando y saqué la cuenta: en una semana del bar ganaba lo mismo que vender un purificador, así que lo llamé a mi papá y le dije “quiero vender PSA”, así empecé”.
Su ingreso a la venta de purificadores lo trajo de nuevo a Comodoro. En la ciudad hizo de todo, hasta que hace seis años decidió irse a Lima y activar la oficina de PSA en la capital de Perú.
“Me vine solo, solo conocía al piloto y lo conocí en el avión”, dice entre risas. “Estaba la sucursal abierta, pero estaba desaprovechada, así que vine a buscar suerte, era una buena oportunidad”.
Lo que no sabía Alejandro y nadie sospechaba era que una pandemia iba a cambiar la dinámica del mundo. El aislamiento y las medidas restrictivas por el Covid 19 le dieron un giro a su vida, tanto que terminó emprendiendo y conviviendo luego de que las vacaciones de Valeria, su pareja, se convirtieran en una estadía permanente.
“Ese fue el punto de inflexión, la pandemia, porque cuando comenzó no podía visitar gente en las casas, entonces no podía vender purificadores. Mis viejos justo habían abierto un hostel en Lima y también se quedó parado. Entonces, con Valeria empezamos a buscar cosas para hacer. El tema es que tuvimos a 14 argentinos varados que nos mandó Cancillería y hubo un momento que una chica tuvo un ataque de pánico. Se desmayó en el living del hotel y buscamos contenerlos. Dijimos ‘vamos a hacer un asado así conectamos un poco con Argentina’, hicimos la comida e hicimos alfajores. Y como hacíamos comidas, dijimos ‘¿y si hacemos alfajores? Empezamos con comida, pero después empezamos a ver que vendíamos muchos alfajores y nos largamos”.
Alejandro asegura que pasaron de vender una cajita de 20 alfajores a vender en 8 puntos de venta a nivel nacional y pensar en la posibilidad de exportar. El secreto está en un ingrediente que hace único a cada alfajor, el dulce de leche. “Nosotros hacemos nuestro dulce de leche porque acá usan manjar y el sabor es distinto. Ese es el secreto. Empezó a crecer y hoy proveemos a varios negocios de Lima y fuera de Lima. Y en ese ínterin que fuimos organizando distintas cosas, conocimos a muchos argentinos y dijimos ‘tenemos que organizar una exposición donde encuentres emprendedores argentinos que produzcan acá’”.
SABORES ARGENTINOS EN LIMA
La primera edición de la Expo Argentina en Perú se realizó el año pasado. Fueron 10 emprendedores en un predio de 300 metros cuadrados. El inicio fue difícil ya que no contaban con apoyo y Alejandro, previo al inicio de la expo, sufrió un accidente. Sin embargo, lejos de bajar los brazos, fueron por más, incentivados por la cantidad de gente que pasó por la expo. Es que durante dos días pasaron más de 500 personas que se reencontraron con los sabores argentinos.
En mayo del año pasado se realizó la segunda edición y el asado pidió pista. Alejandro fue el asador y el resultado fue tan bueno que, junto a otro emprendedor, idearon la posibilidad de brindar una experiencia bien argentina. Así nació “Fin del Mundo”, la empresa de eventos que hoy encabeza y que forma parte de la Expo.
“Es increíble todo lo que creció”, dice con orgullo. “La primera expo la hicimos en un predio de 300 metros cuadrados con 10 expositores y hoy contamos con más de 60 expositores en un predio de 6000 metros cuadrados con seguridad, seguros y ambulancia. Me acuerdo que después del primer asado que hicimos, terminamos y uno de los emprendedores me dice ‘¿por qué no ofrecemos un servicio de experiencia argentina? Vos hacés el asado, otro hace facturas’ y así nació Fin del Mundo. Hoy tenemos de todo dando vuelta. Asado, facturas, chorizos, lomos, milanesas, embutidos, artesanos, ropa, cuero, músicos, profesionales, show de tango, folclore, cuarteto, sorteos y también realizamos sorteos de pasajes a Argentina, ida y vuelta en avión”.
Lo cierto es que la Expo Argentina en la capital de los sabores se convirtió en un éxito total y el asado es una de las razones por su sello bien argentino. Alejandro lo sabe.
“A los peruanos lo que más les gusta es el asado. Muchos nostálgicos te piden fernet, Paso de los Toros, Terma, bauquitas y alfajores. El cuero argentino está muy bien visto también, al igual que la moda, pero al asado no hay con qué darle”.
Admite que el secreto está en respetar los sabores, como hizo con los alfajores, pero esta vez pensando en la carne y la forma en que se asa un asado en la Patagonia.
“El distintivo es ser argentino y patagónico, porque el porteño no te hace el mismo asado. Yo me hice todos los asadores para hacer asado y conseguí carne argentina. Conseguí los cortes, porque conseguir un vacío entero es un suplicio, entonces es un golazo conseguir un costillar, un vacío o chorizos. Porque por más que uno pueda conseguir carne nacional de calidad, al ser distinto el corte cambia mucho el sabor”.
El comodorense cocina con otros dos argentinos y dos peruanos a los que foguearon y ya asan al estilo argento. Además, le compra la carne a otro argentino que cría vacas como se hace en el país y trata de usar madera que brinde similares características a lo que se usa por estas latitudes. “Usamos parra o de olivo. Es lo más parecido que conseguimos porque hace una llama similar. Me gustaría conseguir nire y usamos carbón de algarrobo. Pero tenemos un equipo muy bonito armado”, cuenta con orgullo.
Lo cierto es que el asado no solo llega a la Expo Argentina, también se convirtió en un servicio de catering para empresas, y ahora Ale y Valeria sueñan con abrir una parrilla con sello bien argentino. “Si es posible será este año, sino el que viene, pero vamos bien”, dice entusiasmado, con orgullo y agradecido de la hermandad con el Perú, el lugar al que quiere devolver algo de lo que tanto le dio.