“Cuando vos agarrabas un taxi o un remis, no decías ‘vamos a Rivadavia y Malvinas’, sino ‘vamos a Tienda Brasil’, porque era muy conocida, teníamos de todo: tienda, zapatería, mercería, lencería, lo que se te ocurra; desde botones hasta pasta para lustrar zapatos, carteras, valijas, ropa interior, ropa para gaucho, y creo que fuimos los primeros en traer talles grandes, porque en esa época no había nada en Comodoro”. 

Elizabeth Gago no puede evitar emocionarse cuando recuerda a Tienda Brasil, aquel comercio que fundaron sus padres, siguiendo los pasos de sus abuelos. Para quienes vivieron el Comodoro de antes, la tienda era un ícono de la zona sur de la ciudad, una referencia geográfica en aquellos tiempos en que Comodoro llegaba hasta la calle Los Pensamientos. 

Elizabeth Gago cuenta con orgullo la historia de la tienda que crearon sus padres.
Elizabeth Gago cuenta con orgullo la historia de la tienda que crearon sus padres.

La Tienda Brasil funcionó durante 25 años, y fue tan famosa en la zona, que una vez que cerró, quienes alquilaron el fondo de comercio, decidieron continuar con el mismo nombre, apostando a otro rubro que hoy es muy diferente: la música en tiempos de casete y CDs.

Tienda Brasil abrió sus puertas el 22 de abril de 1978. Fue fundada por Manuel Orlando Dias Gago, un portugués que emigró desde San Pablo junto a su mujer, Celia, y sus hijos: Orlando Gago y Elizabeth Gago.

“Nosotros vinimos a Comodoro cuando mi abuelo falleció'', cuenta Elizabeth a ADNSUR, al recordar cómo fue que terminaron viviendo en la Patagonia. Por ese entonces, tenía solo 10 años, pero recuerda con exactitud lo que fue la aventura de venir al sur. "Vivíamos en San Pablo y estábamos bien; mi papá era taxista y mi mamá trabajaba en una chocolatería, pero teníamos casa y auto. Estábamos bien dentro de todo, pero mi abuelo falleció en el 74 y mi tío le envió una carta a mi papá preguntando si podía venir a cuidar la tienda, porque mi abuelo no entendía mucho. Justo nosotros estábamos por cambiarnos de casa, porque íbamos a poner un negocio en Brasil, y como mi papá siempre quiso estar en Argentina cerca de los suyos, nos vinimos”.

El 26 de diciembre de 1974, Elizabeth y su familia llegaron a Comodoro. Su papá de inmediato se hizo cargo del comercio de su padre, Tienda Gali, y comenzó su vida en estas latitudes de viento, desierto y frío.

Ella era chica pero recuerda con gratitud aquellos días, el recibimiento de la gente, la aceptación en la escuela 26 y todo lo que conllevó viajar a otro país y aprender un nuevo idioma. “No fue tan difícil, pero tuvimos mucho cariño. Éramos la novedad por cómo hablamos”, recuerda entre risas. 

Durante dos años su papá se hizo cargo de Tienda Gadi, local que durante 30 años funcionó en Ameghino al 2345. Luego quiso seguir su propio camino y aprovechó la oportunidad que le dio un paisano que quería mudarse a Mar del Plata.

“Estábamos muy bien con la tienda, pero con el tiempo mi papá se quiso independizar”, recuerda Elizabeth, “Y había unos viejitos que se querían ir a vivir a Mar del Plata y mi papá ofreció comprarle la casa. Le dijo ‘paisano, yo no tengo plata, pero le prometo que cada diez días le giro’. Los portugueses decían que la palabra valía más que cualquier papel, así que lo convenció y el hombre le entregó la llave de palabra. Así abrimos la Tienda”.

El 22 de abril de 1978, Tienda Brasil abrió sus puertas por primera vez, y comenzó la aventura. 

“Empezamos con nada. Mi papá trajo algo de mercadería de la otra tienda, un par de camisas, un mostrador y empezamos. Como los vendedores lo conocían, le decían ‘Orlando, dejá la mercadería que vos quieras, yo te la doy y me vas pagando como puedas’. Así empezamos, y de a poquito nos fueron conociendo, porque en el local antes había una farmacia, entonces la gente venía a buscar remedios y se encontraba con que era una tienda”.

Por ese entonces la zona era muy diferente a la actualidad. Solo pasaban dos líneas de colectivos y no había tanta población como hoy en día, que “La Paloma” terminó siendo un sector central en la larga y extensa Comodoro Rivadavia.  

Eran tiempos de mucho trabajo. Todos laburaban para que la tienda crezca. No había feriados, ni horario cortado; solo muchas horas de atención hasta largas horas de la noche. 

La recompensa fue la mejor. Un año después la familia ya había pagado toda la mercadería que le habían vendido y también la casa que Orlando había comprado a su paisano. 

“Vendíamos un montón, la gente tenía plata. Acá en la Rural no existía nada. Creo que la única tienda que estaba acá éramos nosotros. Después estaba La Paloma, que era más almacén, pero esto era como un desierto; no había asfalto, muy poca luz”. 

Elizabeth reconoce que “fueron años muy buenos. La gente de YPF viajaba, volvía y se iba de vuelta. Nadie preguntaba el precio. Había plata por todos lados”. La bonanza continuó hasta mediados de la década del 90. Luego comenzó un bajón en las ventas, que no paró y su papá decidió cerrar, con el deseo de volver a Brasil. Sin embargo, el destino tenía otros planes. 

“Papá en el año 96 veía como que había un decaimiento en las ventas. Me acuerdo que me dijo ‘hasta acá llegamos, quiero vender todo y vivir de alquileres. Quiero volver a Brasil, poner un estacionamiento allá y quedarme tranquilo’. Tenía planeado irse de Argentina el 12 de enero del 97, pero el 4 de enero falleció. Le agarró un ACV. Tenía 60 años, pero no se cuidaba”.

La tragedia obligó a Elizabeth a hacerse cargo de la tienda. El primer año compró mercadería y le fue bien, pero al siguiente comenzaron los problemas. “Se estaban yendo muchas empresas de Comodoro y se notaba en las ventas. La calle Alem era un desierto, todos los locales estaban vacíos, fue un desastre. Nosotros pasamos ese tiempo como pudimos. Si vendíamos 30 pesos, eran 10 para pagar sueldos, 10 para deudas y 10 de ganancia. Fueron tiempos difíciles porque justo mi mamá quedó inválida. Tuve gran ayuda de una chica que trabajaba con nosotros, Mónica Vergara, que trabajó hasta seis meses sin cobrar un peso solo para ayudarme. Pero no íbamos ni para atrás ni para adelante. Por suerte pude vender unas propiedades de mi papá en Brasil y con eso pude pagar todo; ampliar un poco la casa para mi mamá, darle algo de plata a mi hermano y cerrar la tienda”.

Así, la Tienda Brasil llegó a su final luego de 25 años. Desde entonces diferentes rubros pasaron por el local. Hubo una disquería, también rotiserías y hasta algún quiosco, como sucede en la actualidad. 

Por un tiempo, el comercio mantuvo su nombre más allá del rubro, pero luego su denominación también cambió. Y así, terminó la historia de la tienda, con el agradecimiento a clientes y empleados; como Mónica, pero también Emilia Márquez, quien trabajó tanto con el abuelo de Elizabeth, como su padre.

Para ella salir de la tienda también significó un cambio de vida, la posibilidad de disfrutar una Navidad sin el correr que impone un negocio para estas fechas. “Me acuerdo que salí afuera y empecé a ver lo que era la gente, que siempre compra todo a última hora. No lo podía creer, porque el encierro es matador y poder disfrutar una fiesta tranquila fue algo muy lindo. La verdad es que fue muy gratificante tener la tienda, conocer gente del barrio y de afuera que nos apreciaba. Era una tienda que tenía de todo, lo que se te ocurra. Fue una época muy linda, pero la vida sigue y acá estamos”, dice la mujer, orgullosa del trabajo que hicieron en familia, aquella tienda que dejó una huella en la ciudad.

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