“Mi viejo era el típico que un jugador hace mal un pase y dice ‘no, a ese muerto lo tienen que sacar, pero después sale una jugada de la galera y era el mejor futbolista. Así era el viejo, medio quemapelo para ver el partido pero se disfrutaba”. Mauricio Miguez recuerda a su padre y sonríe. Los recuerdos afloran y la nostalgia se hace presente, tal como le sucedió hace una semana atrás, cuando Argentina se consagró campeón del Mundo y decidió llevar las cenizas de su papá a los festejos en el Centro de Comodoro.

Para algunos será una locura, otros pensarán que es el fanatismo del fútbol o simplemente el amor de un hijo a un padre, y todo lo que conlleva en tiempos de Mundiales. Es que quien no quiere ver una final así junto a su viejo.

Un amor eterno en tiempos de Mundial: el joven de Comodoro que llevó la cenizas de su papá a los festejos por la Copa del Mundo

Mauricio tiene 27 años, creció en Próspero Palazzo y hace 9 meses perdió a su viejo; Juan Domingo Miguez, un hombre de 58 años que hace poco tiempo se había jubilado de la industria del petróleo. En medio del vaivén de las fiestas de fin de año y los festejos de la Copa del Mundo, en una de las Navidades más raras de la historia, el joven accedió a charlar con ADNSUR y contar los motivos que lo llevaron a celebrar con la urna donde están las cenizas de su padre.

“Durante todo el Mundial tuve presente a mi viejo, en todo momento y más que nada en el último partido. Él no era muy futbolero, pero siempre veíamos los partidos de Boca, la Selección y los Mundiales, y en el último partido me acordaba de él. Se me vinieron recuerdos de mi viejo, que siempre preparamos una picadita, él me decía ‘prepárame un fernecito’ que le gustaba como lo hacía, y en el último partido se me vinieron esos recuerdos. Tuve la urna enfrente mío siempre y ni bien terminó el partido la agarré y me fui para el centro; no por una cuestión de querer llamar la atención, sino porque me hubiese gustado haber podido ir con él”.

Mauricio Miguez cuando cuenta lo que le pasó ese día lo hace con una sonrisa en la voz. Con orgullo dice que su papá era de Mendoza y que a los 18 años vino a Comodoro junto a su mamá y su hermano mayor. Repasa que con trabajo y sacrificio logró sacar su familia adelante, siempre pensando en progresar un poquito, algo que lo marcó de por vida. 

“Mi viejo me dejó muchas enseñanzas. Vino de Mendoza con una mano atrás y otras adelante con mi mamá y mi hermano mayor. Arrancó de cero y le fue muy bien, siempre progresando, tirando para delante. No era una mala persona; era una persona increíble, siempre te sacaba una sonrisa. Nunca lo ibas a ver mal humorado o bajoneado, siempre buscaba hacer algo más, pensando por nosotros, mis primos, dando una mano a mucha gente que estaba en la calle, que después le dieron la espalda. Con mi mamá hubo momentos en que la pasaron mal, pero salieron adelante juntos. Es la mejor enseñanza que me pudo haber dejado junto con mi vieja”.

Mauricio admite que ante los desafíos de la vida siempre piensa que harían sus padres, cómo actuarían ante tal situación o cómo resolvería un inconveniente laboral. Reconoce que más de una vez ha necesitado un consejo de su padre, “por esas cosas siempre hacen falta”, pero sigue “tratando de hacer las cosas bien, como él me enseñó, para no defraudarlo”. 

Mauricio siente mucho orgullo por sus padres. "Hubo momentos en que la pasaron mal, pero salieron adelante juntos. Es la mejor enseñanza que me pudo haber dejado junto con mi vieja”, asegura.
Mauricio siente mucho orgullo por sus padres. "Hubo momentos en que la pasaron mal, pero salieron adelante juntos. Es la mejor enseñanza que me pudo haber dejado junto con mi vieja”, asegura.

Amante del automovilismo e hincha ocasional del fútbol, Mauricio y Juan Domingo compartieron diferentes momentos deportivos. Partidos de Boca, los Mundiales de Brasil y Rusia y las últimas dos Copa América: la primera que se perdió frente a Brasil y la segunda que se ganó en tierras brasileñas. Por eso, esta copa no fue una más para él. 

“La viví como cualquier argentino, con mucha tensión, muchos nervios, ansiedad, esperando que se dé y que se haga justicia. No soy tan fanático del fútbol, pero el Mundial mueve cosas en cualquier persona, une mucho a la gente, en el sentido que vas al centro, ves gente con la camiseta y le sonríes y eso no pasa con otro deporte. La verdad es que siempre quise poder ver a la Selección salir campeón. Me hubiese gustado compartirlo con mi viejo, salir a la calle a festejar con él, pero como le dije a un amigo, ‘son las cosas de la vida, hace cuatro años sufrimos juntos un Mundial, después tuvimos la alegría de ganar la Copa América y ahora está fecha tocó salir a festejar la Copa del Mundo con la urna al hombro’. Pero es una alegría muy grande, por fin se nos dio, así que disfrutándolo. Me pongo a pensar en eso y se me pone la piel de gallina. Pude ver a la Selección de mi país salir campeona del mundo, ese es mi regalo de navidad”.

Seguramente anoche Mauricio también celebró Noche buena, como todos los argentinos recordó la final del último domingo, los festejos, y a su padre, aquel hombre que le dejó grandes enseñanzas y con quien quiso compartir una de las mayores alegrías de su vida, ser Campeón del Mundo, su propio regalo de Navidad.

Mauricio junto a su hermana, su hermano mayor, sus sobrinos y sus padres.
Mauricio junto a su hermana, su hermano mayor, sus sobrinos y sus padres.
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