“Es una linda profesión, llena de vitalidad y experiencias muy intensas”, dice Mario Andrés Morón al ser consultado por su trabajo como cirujano. Admite que en un principio no hubo vocación ni elección. Sin embargo, el camino de la vida y la enseñanza de su padre, un reconocido cirujano de la ciudad, lo llevaron a seguir esta profesión que finalmente le terminó gustando, pero que no evitó que siempre tenga un conflicto consigo mismo. 

“Estoy muy contento de este rol y este trabajo, pero debo admitir que toda la vida he tenido el conflicto de no haberme dedicado al arte totalmente”, dice con sinceridad. 

El médico es un apasionado del arte, “incluso desde el punto de vista filosófico”, confiesa, pero al reflexionar acerca de su profesión, toca un punto que nos lleva de la historia al pensamiento, la reflexión y la vida misma. 

“La diferencia que veo de este trabajo con otros es la oportunidad de entrar en contacto con el nacimiento y con las muertes, que son los dos extremos más impactantes de la vida humana. Extremos que están escondidos, porque la mayoría de las personas no ven nacer o morir a otros, los vemos disfrazados, con los pañales puestos y la ropita, o los vemos en un cajón, pintados. Son rituales y está muy bien, pero son extremos de la vida muy dignos, muy valiosos y que nos enseñan mucho. Y eso sí me lo dio mi trabajo. Eso sí me ha hecho pensar y me ha enseñado a valorar la vida desde otro ángulo diferente”. 

Mario Andrés Morón es un reconocido médico y escritor de la ciduad. Foto: Archivo familiar.
Mario Andrés Morón es un reconocido médico y escritor de la ciduad. Foto: Archivo familiar.

Mario tiene 69 años, nació en La Plata, pero creció en Comodoro Rivadavia. A los 4, sus padres lo trajeron junto a sus tres hermanas mayores. Luego vendría la segunda tanda de hermanos patagónicos, otros tres que completaron el septeto.

“Empecé jardín de infantes acá”, dice al narrar el comienzo de su historia que continuó en el Deán Funes y el Colegio Nacional Perito Moreno. Su infancia pasó entre bicicletas y fútbol, primero en una casita frente al Comando, en la calle Ameghino, y luego en la calle Vélez Sarsfield, donde recuerda el olor del hogar. 

A los 17 años, cuando terminó la secundaria, volvió a su ciudad natal para estudiar Medicina, quizás por mandato familiar, quizás por herencia, aunque no lo sabe. Para él fue una elección natural. 

“En principio te diría que no hubo ninguna elección ni ninguna vocación. A mí me gustan muchas cosas. Yo quería hacer arqueología, pensaba en la física y las matemáticas, pero mi padre me llevó a ser cirujano. Él desde los 7 años me llevaba a recorrer las salas del sanatorio, ir a ver los pacientes, a curarlos, y a los 13 o 14 me llevó a un quirófano, mientras estaba operando. Entonces te diría que él me fabricó como cirujano y después de eso me di cuenta que la profesión me gustaba mucho. Pero no quería ser solo cirujano, por eso me hice psicoterapeuta, estudié medicina china, medicina ayurveda, muchas ramas de la medicina que han sido mi manera de ver esa ciencia”. 

Morón pudo haber sido arqueólogo o antropólogo cultural. Lo pensó en el tercer año de la carrera, pero siguió medicina y luego cirugía, como su padre. 

Mario en su juventud. Foto: Archivo familiar.
Mario en su juventud. Foto: Archivo familiar.

Tenía 24 años cuando volvió a la ciudad. Por ese entonces ya estaba casado con Elizabeth Guglielmino, una psicopedagoga y docente que trabajó en la universidad de Comodoro y en Caleta Olivia. También era padre de María Paula, una de sus tres hijas. Luego llegarían Carola y Verónica. 

Una guardia en el hospital del Km 8, fue su primera experiencia laboral, y enseguida comenzó en el Hospital Regional. En esa institución de referencia comenzó a formarse en su especialidad. Eran otros tiempos en que solo había concurrencias, ad honorem, que en cinco años te permitían obtener el título de especialista a nivel regional. Mario lo recuerda. 

“Eran tiempos en que la parte pedagógica de la ciencia estaba menos reglada y de esa manera obtenías el título de especialista, un título regional. El nacional lo tuve que pelear después con otras evaluaciones. Entonces, por un lado, aprendía en el hospital y, por otro lado, trabajaba con mi padre, que me enseñaba su manera de ver y entender la cirugía. Entonces juntaba dos enseñanzas diferentes”.

Más allá de la medicina, en forma paralela, Mario siempre siguió el camino de su madre, Dolores del Carmen Morón, Loli, quien dedicó su vida a sus hijos, la pintura y fue directora de la histórica escuela de Bellas Artes, que luego daría vida a la hoy conocida Escuela de Arte.  

En total publicó más de 10 libros. El primero fue “La eterna lucha”, entre 1982 y 1983, publicado por un fondo editorial que en esa época tenía Canal 9; otros tiempos. 

“Era una novela de ficción cuyo tema era el conflicto que yo viví entre la razón y la fe”, cuenta Mario al recordar su primer libro. “Mi familia era muy religiosa, yo no quería serlo y siempre encontraba un choque”, confiesa. “Era mi manera de pelearme con esas cosas que no podía integrar. Pero esa eterna lucha sigue vigente, un poco más integrada y un poco más tolerante. Todavía sigo entendiendo la razón y la fe como dos vectores energéticos diferentes, dos maneras distintas de pararse ante la realidad”.

Mario ha publicado más de 10 libros. Foto: Municipalidad de Comodoro Rivadavia.
Mario ha publicado más de 10 libros. Foto: Municipalidad de Comodoro Rivadavia.

REFLEXIONAR Y PROFUNDIZAR

Razón y fe. La entrevista cambia de rumbo repentinamente y, más allá de la historia, nos metemos en el pensamiento. Mario ve la vida con una perspectiva filosófica y al ser consultado por su creencia sobre las energías y si hay algo más allá de la muerte, su respuesta invita a la reflexión. 

“La razón sola está vacía, creo en la razón, más las emociones, más los sentimientos. A veces siento que no podemos vivir sin fe. En cierto sentido si vos me contás que existen japoneses es una cuestión de fe. Yo no fui a Japón, no estuve ahí, podría no existir esa isla, pero construimos una realidad. Es una exageración lo que estoy diciendo, pero yo a San Martín no lo vi, pero vi los cuadros, sus historias y para mí existe. No tengo pruebas, pero no las necesitamos porque nuestra construcción de la realidad en gran parte está hecha en la fe. También tengo fe en lo bueno del humano, la parte divina del humano. Si vos me decís en dogmas estructurados y organizados, la verdad que no, no creo que en ningún dogma organizado ni humano, es más, descreo de las estructuras humanas de pensamiento”, dice con certeza.

Mario responde con una honestidad intelectual y sencilla que invita a seguir escuchando. A pensar también en esa dicotomía entre razón y fe. “Por otro lado, creer en otras vidas implica la esperanza, seguir siendo alguien o algo desde algún otro lado. Es una linda idea de la cual no tenemos pruebas, pero sí me sorprenden algunas cosas. Como médico, he visto, y escuchado, relatos de personas que han logrado resucitar de paros cardíacos y cuentan la historia de la luz, del túnel. Eso lo vivió de manera personal, entonces a uno le plantea confusiones, porque también se estudió científicamente si será algún mecanismo de alucinaciones o si de verdad hay otra percepción de otro plano. Y a mí me gusta pensar más que hay una percepción de otro plano. Yo creo que no hay un solo mundo, sino que hay muchos mundos y que tenemos una percepción de la realidad que es acotada, porque es la realidad que somos. No es filosofía, es física cuántica, percibimos en un rango y el resto no lo vemos y hay animales que sí la perciben. Entonces, la vida es misteriosa, creo que vemos una parte, no es como que me guste pensarlo, sino de verdad, la vida es misteriosa”, dice con profundidad.

UNA VIDA DE APRENDIZAJE

Por estos días Mario ya está jubilado, podría dedicarse de lleno al arte, pero elige seguir en la medicina, aquella profesión donde el médico generalmente se encuentra con el paciente desde un lugar de dolor, de miedo, lo que genera un vínculo completamente diferente, mucho más cercano e íntimo. 

Durante su trayectoria ha trabajado en todos lados. En la Española, Clínica del Valle, Altamira, Clínica Pueyrredón, los consultorios del Colegio Médico, entre otros lugares. Admite que su carrera ha llenado de significado su vida. 

“Estoy convencido que lo más importante de la vida son las personas”, dice sin dudar. 

Mientras tanto, sigue abocado al arte, a veces cantando y a veces escribiendo. Recientemente, publicó un libro con su amigo José Luis Tuñón y ahora se prepara para presentar “El libro del más allá”, un texto de relatos fantásticos. 

“Es un libro ligado a todo lo que en general llamamos sobrenatural”, cuenta a modo de instrucción. “Más bien mítico, tomado de alguna forma irónica, bastante humorística, sobre todo porque en esas historias donde hay algunos monstruos míticos, en realidad lo que cuestionamos es que los verdaderos monstruos están en este mundo, trabajan todo el tiempo haciéndonos mal a todos, y esos son los monstruos para pelear, para temer, para ir a investigar, para oponer. Los otros son mitos y son parte del folclore. Pero la verdad es que los verdaderos monstruos están vivos, están entre nosotros y desgraciadamente no los identificamos, no los vemos como tales o siempre los vemos tarde”, dice con cierto pesar.

En su vida, Mario ha participado en diferentes proyectos. Alguna vez guió un documental, también produjo una obra de teatro y es habitual verlo cantar junto a su guitarra en algún escenario. Admite que no se considera músico, pero sí que ama la música y que ha sido “un estímulo emocional y profesional profundísimo". 

“Las exploraciones que he hecho en mi vida son muchas. Me gusta mucho la ciencia, me gusta mucho la física y las matemáticas y todos mis libros están llenos de historias relacionadas a esos conocimientos. Yo creo que se pueden hacer muchas cosas. Hoy estudio subjetividad en la cultura con una epistemología, hago cursos de ese tipo, he participado y trabajado en política, soy activo deportista y he participado en instituciones. Es decir, creo que la vida nos da tiempo para muchísimas cosas, por supuesto que esto lo digo desde un lugar que la vida me lo permitió, porque hay personas que tienen carencias existenciales y la vida no les permite elegir, y eso es una responsabilidad de todos los demás, de este mundo tan desordenado que hemos creado los humanos”.

Mario y otra compañera, la música, una de las pasiones de su vida. Foto: Archivo familiar.
Mario y otra compañera, la música, una de las pasiones de su vida. Foto: Archivo familiar.

La charla va llegando a su fin, entre ideas y conceptos. Habla de construcción y lo que significa lo real para cada uno. “Borges, decía: ‘Anoche soñé que entraban ladrones en mi casa, los ladrones eran ficticios pero el miedo era real’. Entonces hay historias que nos construyen y son parte de nuestra manera de existir”. 

Mario lo afirma: “la vida es fascinante y misteriosa”, pero no puede evitar ese desorden en el estómago cuando habla del mundo. “Somos responsables de un mundo espantosamente construido. En lo personal no me interesa ningún partido político en especial, ni ninguna idea política en especial. Me interesa cualquier concepción humana que privilegie lo común por encima de lo individual, que privilegie lo que somos por encima de lo que soy. Voy a estar siempre de ese lado y mi profesión está de ese lado, por lo menos mi manera de verla”, dice el cirujano que dedica su vida a la medicina, el arte y el conocimiento, y que se anima a su propia mirada. “Puede ser discutible o no, pero sí que es honesta”, sentencia.

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