Crecieron en una pileta, cortaron el vínculo con el agua cuando fueron a estudiar a la universidad lejos de casa. Sin embargo, pasados los 30 volvieron a sumergirse y se metieron de lleno en el nado a aguas abiertas, un mundo que ahora los llevará a una experiencia única en el Glaciar Perito Moreno. 

Laura Guerreiro (32) y Tomás Barrios (38) son amigos, crecieron en diferentes ciudades ―ella en Comodoro y él en Esquel―pero los une una historia similar y un mismo objetivo: competir en la Winter Swimming World Cup que la próxima semana tendrá lugar en El Calafate.

Los Nadadores de Aguas Frías (NAF), como se denomina esta disciplina complementaria al nado en aguas abiertas por practicarse sin neopreno, ayer tuvieron su último entrenamiento en la ciudad previo a lo que será el viaje a Santa Cruz. Se trata de un largo y frío trabajo que en los últimos cinco meses los llevó a nadar en la Costanera, Esquel, Trevelin y Sarmiento, el lugar que los hizo viral y los llevó a la agenda de los medios nacionales.

La imagen de ellos nadando en medio de la nieve impresiona de solo pensar el frío que hay bajo ese escenario. Mucho más aún cuando se los ve entrar al agua con apenas un traje de baño y sumergirse en el frío del Lago Muster. Todo para cumplimentar el entrenamiento que buscarán catapultar en uno de los sitios más hermosos de Argentina. Pero vamos al principio de esta historia.

Nadar en la nieve: dos chubutenses competirán en el Winter Swimming World Cup de El Calafate

DE LA PILETA DE DIADEMA AL MAR

Laura y Tomás se conocieron este verano en Comodoro cuando coincidieron en un grupo de nado en el mar. Sin embargo, cada uno tiene su propia historia con el agua. 

Laura, cuenta que prácticamente se crió en un natatorio. La arquitecta creció en Diadema Argentina, un barrio ubicado a 30 kilómetros del Centro de Comodoro Rivadavia que se destaca por su arquitectura y la pileta que dejó una huella en la historia de la ciudad. 

Allí comenzó a nadar con solo 4 años y continuó hasta los 17, cuando decidió ir a estudiar a Buenos Aires. “Prácticamente vivía al frente de la pileta, era mi segunda casa”, recuerda en diálogo con ADNSUR. “Y como éramos conocidos, nos dejaban estar todo el tiempo que queríamos, entonces con mi grupo de amigos vivíamos dentro de la pileta”. 

La profesional también integró el equipo de natación del barrio, grupo con el que viajó a Río Gallegos, Puerto Deseados y Punta Arenas (Chile). Cuando lo cuenta recuerda a ‘Perico’ Peñaloza y Manuel Olea, “dos personas que siempre estuvieron en el deporte del barrio”.

Así, nadar se volvió parte de su vida, pero una vez en Buenos Aires cortó el vínculo con el agua hasta hace dos años, cuando una excursión turística la llevó a una aventura que la invitó a nadar en el mar. 

“Hace dos años hice una excursión en Madryn con los lobos marinos y quedé re copada con el mar, porque te metés y solo escuchás tu respiración; es otro mundo, entonces tenía ganas de meterme, pero por trabajo recién este año me decidí y arranqué en una escuela de aguas abiertas con Rodrigo Fritz. Estuve tres meses hasta que lo conocí a él”.

Él, es Tomás, el otro protagonista de esta historia. En su caso, comenzó a nadar a los 8 años en la Escuela Municipal de Natación de Esquel, la ciudad conocida en Argentina por La Hoya, el Centro de Actividades de Montaña.

De familia nadadora, junto a sus tres hermanos y su hermana pasaron su infancia en la pileta de la ciudad, aprendiendo los secretos de un deporte que nunca se olvida. “Somos todos nadadores, vivíamos en la pileta”, dice a ADNSUR. “Era de la escuela a la pileta. Mi viejo nos iba a buscar, llegábamos a casa a dormir y así todos los días, hasta los 17 que me fui a estudiar Licenciatura en Sistemas”.

Como Laura en tiempos de universidad, en Corrientes, Tomás también le puso un párate a la natación y recién volvió a los 32. Al igual que su compañera, su regreso fue en aguas abiertas y nunca más paró por una sencilla razón: “Cuando volví al agua me encantó. Dije ‘acá no hay barreras, no hay límites, es como contemplar un paisaje submarino constantemente’. Si hacía 1500 metros no lo sentía porque no tenía la barrera de los 25 metros que era ir y volver. Así que no me bajé más y me encanta”.

Tomás junto a su familia en otra época de su vida como nadador.
Tomás junto a su familia en otra época de su vida como nadador.

Fue en ese mar sin límites donde Tomás y Laura coincidieron. Este verano, cuando ella decidió volver al mar, se conocieron en el grupo de entrenamiento que integraban y en abril comenzaron a entrenar en conjunto.  

“Queríamos hacer entrenamiento, entonces comenzamos a entrenar juntos porque no es fácil conseguir compañero”, dice Laura. Tomás coincide. “Cuesta mucho conseguir alguien que te pueda acompañar, que tenga tiempo, que no se canse. En mi caso necesitaba una compañera porque no se nada solo en el mar, se nada acompañado. Es un error aquel que nada solo, por lo menos tiene que ser con alguien en la costa que sepa que estás adentro”.

En abril, Laura y Tomás tuvieron los primeros entrenamientos y en mayo, cuando vieron el anuncio en los medios, decidieron participar en la Winter Swimming World Cup de El Calafate, una competencia que reúne a nadadores de aguas frías de diferentes países.

Sabiendo esto, eligieron sitios con bajas temperaturas para entrenar, sin neopreno. 

Su experiencia más gélida la tuvieron la última semana cuando nadaron en medio de la nieve en Sarmiento, por iniciativa de Tomás, que ya había nadado en ese lugar. 

“Siempre las experiencias que hice en Sarmiento fueron las más frías. Es un lago muy frío. Por eso cuando surgió esto le dije ‘vamos a nadar a Sarmiento, está muy frío ahí y se va a equiparar a lo que vamos a nadar en El Calafate’. Y la verdad fue así”, dice orgulloso. 

Mientras habla, Laura asienta y coincide. “Fue una experiencia muy diferente. Ya el agua es diferente porque es agua dulce, tiene menos flotabilidad y estaba muy fría realmente. En mi caso traté de sacar algunos tips para tener en cuenta para El Calafate. Por ejemplo, tener el cuerpo el menor tiempo expuesto en el aire, porque sacaba un brazo y estaba más frío afuera que adentro”.

Por supuesto, nadar en aguas frías tiene su riesgo. Es un deporte extremo que requiere ciertos cuidados para poder sobrellevar el frío en la Patagonia. Por eso, cada entrenamiento comienza el día anterior chequeando la marea, el clima y todas las condiciones que pueden afectar la tarea. 

“Demoramos más en prepararnos que en lo que entrenamos”, explica Tomás entre risas. “Quizás tardamos tres horas en prepararnos y quizás nadamos 25 minutos”.

En cada entrenamiento, Laura y Tomás utilizan 8 litros de agua tibia en bidones, una bolsa para calentar los pies, mantas térmicas para abrigarse, un litro de infusión caliente que dividen en dos y carbohidratos. También preparan el cuerpo, primero estirando antes de salir de casa y luego con 11 minutos de yoga y meditación para acelerar el pulso cardiaco. Luego solo queda agarrar el torpedo, ponerse el gorro e ingresar al mar.

“Nadamos 25 minutos o 40 minutos sin parar. Antes de entrar al agua sabemos el recorrido y cuando el reloj marca 700 metros salimos”, cuenta Tomás. Después empieza la parte difícil. A los 3 minutos empezamos a sentir el efecto de la hipotermia. Empezamos a sentir frío, empezamos a temblar, a tener dificultades para hablar, no sentimos los pies, las manos y tratamos de aplacar un poco esa sensación. Nos secamos todo el cuerpo, nos arropamos, abrazamos la bolsita de agua caliente, prendemos al máximo la temperatura del auto y durante 10 minutos estamos ahí tomando la infusión; eso es lo que más nos recupera, nos salva. Y una vez que lograste eso decís, ‘guau, cómo pude estar con este frio que hace’”.

Pero esto no es todo, a cada entrenamiento a mar abierto se suman los 6000 metros de pileta que hacen lunes y viernes, un complemento necesario para poder estar en forma y preparados para el desafío que se viene. 

La competencia en El Calafate comenzará el próximo 23 de agosto. Sin embargo, cinco días antes partirán hacía tierras santacruceñas para poder aclimatarse, el gran secreto en este tipo de competencias.

“Es super importante probar diferentes ambientes”, dice Tomás. “No es lo mismo nadar en el mar que nadar en un lago o en un río y nosotros hemos probado todo. Todo es distinto, tanto la temperatura que te da el agua, la velocidad y los temores. Cuando fuimos al lago Futalaufquen, por ejemplo, ella me decía ‘tengo miedo’, porque no veía nada, pero yo le decía ‘a lo mucho te vas a topar con una trucha. A mi me da más miedo el mar que no se que bicho va a salir de ahí’. Cada uno tiene sus temores, pero de a poquito tratamos de avanzar porque nadando en cuero el desgaste es mayor”. 

En El Calafate Laura y Tomás competirán en seis instancias, dos por día, organizadas en distintas categorías por edades. Para ambos será una experiencia única, cada uno con sus expectativas.

“Yo espero poder terminar la vuelta, ojalá pueda terminar la competencia porque va a ser dura. En Sarmiento que fue lo más frío que nadamos alcance 400 metros y estuvo frío. Allá nade dos días y el segundo ya sentí distinta el agua. Estaba más aclimatada, por eso queremos probar el agua antes en Río Gallegos para que no sea tan shockeante”.

“En mi caso me gustaría estar entre los primeros 10 por lo menos”, dice Tomás. “Por eso me anoté en todas las pruebas para sumar puntos. Sé que van a haber muy buenos ganadores pero espero superar las expectativas que tengo, me tengo fé, para eso nos estamos preparando”.

Laura y Tomás ya están listos para el gran desafío. Ayer tuvieron su último entrenamiento en la ciudad. Esperaban que esté frío y aprovechar la temperatura al máximo. Sin embargo, el clima dio una tregua. Ahora solo les queda esperar su última parada, Río Gallegos, y afrontar con todo este gran desafío, nadar en el glaciar Perito Moreno, uno de los lugares más lindos de Argentina. 

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