Son comodorenses, emigraron a Israel por la crisis y el judaísmo y ahora fueron repatriados por el ataque de Hamas
"Solo queremos paz", dice Mario Cohen, sin saber cuándo va a poder volver a la tierra prometida. Argentino de nacimiento e israelita por religión, Mario y su esposa, Sara Glinski, vivieron en primera persona el inicio de la guerra en Medio Oriente. Hace poco más de una semana, ambos fueron repatriados a Argentina y ahora solo tienen un deseo: la paz.
“La pelea es que el dios de los judíos dice que esa tierra es de ellos, pero el dios de los musulmanes también. Ahí está la raíz de la guerra”, explica Mario Cohen. El reconocido técnico radiólogo de Comodoro Rivadavia hace más de dos décadas emigró a Israel y en las últimas semanas tuvo que volver a Argentina en uno de los vuelos del operativo “Regreso Seguro”.
Por estos días, Mario se encuentra en Capital Federal, más tranquilo y, sobre todo, agradecido. Sin embargo, tiene una gran incertidumbre: no sabe cuándo podrá volver a su casa. “La idea es esperar a ver qué pasa”, dice a ADNSUR en una charla telefónica. “Es muy difícil porque calculan que la guerra no durará menos de un año, pero bueno, estamos esperando”.
DE COMODORO A ISRAEL
Mario es conocido en Comodoro. Si bien nació en Villa Dolores, Córdoba, y vivió parte de su vida en Olivos, Buenos Aires, su familia también dejó una huella en esta ciudad del sur de Chubut. Su padre fue quien puso en marcha el Hospital Regional, el lugar donde él vivió y luego trabajó.
Muchos aún lo recuerdan, también, por haber sido secretario General del gremio de Sanidad. Otros, por su mujer, Sara Glinski, una médica psiquiatra que fue directora de Salud Mental de la provincia y del hospital y propietaria de Altius, una reconocida clínica de salud mental de Comodoro.
En esta ciudad ellos pasaron gran parte de su vida, hasta que en la década del 2000 decidieron emigrar a Israel, la tierra prometida para el pueblo judía. “Nosotros emigramos por la crisis económica que había en el país y el judaísmo”, dice Mario. “Los judíos tienen esa característica de siempre buscar un lugar donde estar a salvo, pero cuando llegamos no sabíamos ni el abecedario en hebreo así que tuvimos que estudiar para trabajar”.
Los inicios no fueron sencillos. Sara, que es médica psiquiatra, prácticamente tuvo que volver a estudiar la carrera para poder ejercer en Israel. Él, en tanto, no pudo continuar con su especialidad e ingresó a una empresa de cuidadores de adultos como acompañante terapéutico, conteniendo a pacientes con cáncer terminal o de edad avanzada que necesitan ser acompañados.
Más allá de las dificultades iniciales, Mario y Sara llevaban una vida cómoda en Israel. Tenían un buen pasar económico y se habían acostumbrado a la vida en Asdod, una ciudad que se encuentra a 30 kilómetros de Gaza, donde son continuos los bombardeos.
“Uno se termina acostumbrando. Yo digo que es como el avestruz, hay que meter la cabeza debajo de la tierra para no ver lo que está pasando afuera. En Asdod hay muchas alarmas y caen misiles. Ayer (por el miércoles) cayó uno a una cuadra de donde nosotros vivimos, pero lo real es que uno se acostumbra a los bombardeos”.
“La defensa que tiene Israel por la Cúpula de Hierro es increíble", explica en ese sentido. "El 90% de los misiles son parados. Imaginate que yo tengo en el celular un sistema que cuando el misil va dirigido a mi barrio me suena una alarma. Si cae en otro lado no suena, entonces muchos siguen su vida normal. Es más, en esos días que estuvo tranquilo dijimos ‘vamos al supermercado a hacer compras’, y estábamos a mitad de camino cuando empezó a sonar la alarma. Nos tuvimos que esconder y volvimos a la casa”.
Mientras lo cuenta, Mario transmite la sensación de costumbre de la que habla. Para cualquiera de nosotros en occidente, pensar en la posibilidad de un bombardeo o el ataque de un misil sería casi catastrófico. Sin embargo, para ellos que hace años viven de cerca la “lluvia de misiles”, es parte de la vida en un país que tiene características de primer mundo por su avance tecnológico y la innovación en la vida cotidiana.
Sin embargo, esta vez hay algo que es diferente a los ataques anteriores. Mario lo sabe, y por eso y lo que significa esta guerra en la historia del conflicto israelí - palestino, decidieron regresar a Argentina.
“Nunca fue como ahora. Esto fue una invasión de asesinos, está demostrado en los videos publicados. Vinieron a provocar terror violando mujeres, degollando bebés y haciendo toda una barbarie. Estudiando la historia de Israel encontré unas 16 invasiones que hubo desde su fundación, pero no es el estado de Israel contra los palestinos, sino contra el grupo terrorista Hamas y Hezbolá conocido en la Argentina por el atentado de la AMIA. Esta vez fue una andanada muy grande y hoy hay dos mil asesinos sueltos en todo Israel al acecho”.
El hombre admite que este contexto fue lo que los llevó a analizar la posibilidad de dejar su segundo país.
Cuando comenzó el conflicto, junto a su esposa se instalaron en la casa de Cecilia, una de sus hijas, que vive en Modi’in, a 60 kilómetros de Gaza. Pero como la situación no mejoraba decidieron anotarse en la lista de más de 1500 argentinos que pidieron regresar al país.
El último jueves de octubre, ambos llegaron a la Argentina profundamente agradecidos con la Fuerza Aérea y el personal de Aerolíneas Argentinas, la línea de bandera. “Nos evacuaron hasta Roma con una calidez increíble. El trato de Aerolíneas fue muy bueno, no como a turistas, sino como una enfermera a un paciente. Fue algo emocionante, porque el día que nos tocó subir, subimos al avión, estábamos adentro y empezaron a haber explosiones arriba del aeropuerto. Hubo una alarma y nos evacuaron hasta dentro de un búnker dentro del aeropuerto. Por eso hay que destacar la valentía de los pilotos, porque había peligro que nos ataquen y por suerte salimos”.
Mario y Sara ya están en Argentina, a salvo. Mientras tanto, siguen el día a día del conflicto en su otro país. Aseguran que se sienten 100% argentinos y 100% israelíes pero hoy tienen un solo deseo: la paz en medio oriente.