Scaloni corre hacia el tunel, Aimar no puede contener las lágrimas, los gritos por Argentina en una nueva final son ensordecedores. El italiano Daniele Orsato acaba de pitar y señalar la mitad de la cancha, Argentina está en una nueva final y los jugadores celebran en comunión con su gente, cantan sus canciones y cierran: “el domingo, cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar”. Lusail está copado por argentinos, el mundo observa. El equipo de Messi está a un paso de cumplir el sueño de todos.

Argentina jugó por primera vez en el campeonato sin tener la pelota. Habrá que ver si la idea era esperar donde lo hizo o un poco más adelante, lo cierto es que el primer tiempo la tenencia fue casi un monopolio croata. Scaloni, pillo, sabía que lo peor de su rival era el retroceso. Sacrificó a Di María y copó la mitad para cortar en sus tres cuartos y salir. 

Como el primer gol ante Países Bajos, el penal que le hacen a Julián Álvarez nace en la cabeza del entrenador. Otamendi tocó para Enzo Fernández y este lo buscó a su excompañero millonario Julián Álvarez, distracción en retroceso croata mediante. Livakovic sale de forma atolondrada. Dos toques y penal para Messi que nuevamente abre el partido y se convierte en el máximo goleador albiceleste en la historia de los mundiales en soledad, desplazando nada más ni nada menos que a, me pongo de pie, Gabriel Omar Batistuta.

Messi - Álvarez, la dupla del gol en la semifinal del Mundial de Qatar

La inclusión de Paredes fue clave, tal vez le costó hacer pie en los primeros 20 minutos, pero liberó a Enzo Fernández y, a diferencia de lo que hubiese hecho con Di María, pobló la mitad de la cancha. El acierto de Scaloni fue total. Su llegada a liderar el banco de la selección fue desprolija, pero pagó la confianza con inteligencia, fútbol y audacia. El de Pujato logró lo que nadie en, al menos, los últimos 30 años. Ningún argentino había nunca sentido tan propia a la selección como se la siente hoy. Miremos a Messi si no. Pase lo que pase, lo de Scaloni es digno de estudio.

Volvamos al juego, el segundo gol nació de la misma manera, una patriada de Julián que desde la mitad de la cancha tenía el arco entre ceja y ceja. Y la metió, con defensores, con el arquero y con lo que sea necesario, pero la metió. Aplausos para el chico del City. A partir de ahí, Argentina durmió el partido. Cuesta encontrar momentos de tensión. La selección descansó en juego por primera vez en la competición, enhorabuena, tuvo que ser en la semifinal. Igual agradecemos.

Ya en la segunda mitad, lo de Leo ha sido una cosa de locos. Maradoniano, un canto al fútbol, a la belleza de esta disciplina, un canto a la argentinidad. La excelencia de sus mejores años en Barcelona combinada con la desfachatez de la nuestra, del potrero argentino. Su jugada en el segundo gol de Álvarez fue una maravilla. Gvardiol, quien lo sufrió, había sido el mejor defensor del mundial. Lo mandó a las inferiores a seguir estudiando. 35 años contra 20. Leo es el mejor del mundo. No hay discusión.

Argentina demostró algo más al mundo: tanto se llenaron la boca los medios europeos - principalmente de Madrid- con que este país no sabe ganar… Croacia hoy enfrentó a nuestra selección con respeto. Y respeto se le devolvió. Ovación a Modric cuando se retiró con el partido sentenciado, saludos afectuosos al finalizar. Hay que saber bajar el copete. Las épocas de dominación étnica terminaron, Argentina está en la final y lo ganó con fútbol, el resto lo ve por televisión.

Messi estuvo en modo "Maradona" ante Croacia

Vaya peso cargaba Messi a sus espaldas. Hasta Qatar, el mejor del mundo nunca había marcado más allá de la fase de grupos: en esta edición fue el mejor de su equipo en los tres encuentros jugados y metió un gol en cada instancia. Además, otro récord, hoy comparte con Lothar Matthaus el galardón de ser el jugador con más partidos jugados en la historia de la Copa del Mundo. Con cinco tantos, igualó a Mbappe como el máximo goleador de esta edición y, junto a otros futbolistas, también lidera la tabla de asistencias.

Con el pase a la final del domingo, Leo no recibió una revancha, Leo le arrebató una revancha a la vida. Y lo hizo a base fútbol, de potrero y de corazón. Hoy, Lusail entonó un himno que conmueve a un pueblo entero. Hinchas y jugadores se unen y gritan un deseo al cielo: “Quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”.

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