La historia de superación en el oro de canotaje
Los Juegos Panamericanos cuentan con una victoria en canotaje más importante que la deportiva: Juan Ignacio Cáceres logró su objetivo luego de cuatro intervenciones quirúrgicas en el corazón.
LIMA (ADNSUR) - En los Juegos Panamericanos llegó el tercer oro de la cosecha argentina y provino del canotaje: en la sede de Albufera Medio Mundo se consagraron Manuel Lascano, Juan Ignacio Cáceres, Ezequiel Giácomo y Gonzalo Carreras en K4 500m.
La canoa argentina se impuso con un tiempo de 1m22/106 y aventajó a Cuba por 933 centésimas y a México por un segundo exacto. La conquista dorada sucede a las de Juan Francisco Sánchez en patín artístico y de Lucas Guzmán en taekwondo, en la categoría (-58 kilos), con lo que la delegación celeste y blanca empieza a afianzarse con un global de tres oros, una plata (Giselle Soler, patín artístico) y dos bronces (Luciano Taccone en triatlón y Robertino Pezzota en squash), informó La Nación.
Es destacable la historia de uno de los integrantes del equipo de canotaje. Juan Ignacio Cáceres luchó desde los 15 años con el síndrome Wolff-Parkinson-White, que se caracteriza por una anomalía de la conducción eléctrica del corazón y la aparición de arritmias.
Pero nueve años después y luego de superar cuatro intervenciones en su corazón, Cáceres cumplió el sueño de ser parte de los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Cuando se le detectó el problema, la situación de Cáceres se fue complicando: Después de las dos primeras operaciones le dijeron que debía emprender una vida fuera del alto rendimiento y que estaba obligado a dejar de lado las máximas exigencias. Esas ilusiones en el agua que fluían por su cabeza, de repente, se difuminaron hasta desaparecer. Más, en un deporte tan demandante como el canotaje, que requiere un titánico esfuerzo de brazos y piernas.
"Eso me puso aún peor. Pero siempre pensé que debía existir alguna solución. Seguí intentando, fui a otros hospitales, no podía quedarme con eso", cuenta. Por fin, en la tercera intervención encontraron puntualmente dónde estaba el problema, aunque no lograron curarlo. La cuarta, por fin, sería la vencida en un deportista con temple de acero. "El refrán dice que 'la tercera es la vencida. En mi caso fue la cuarta, ja", decía en su relato con una sonrisa.
Fuente: La Nación