Sin crack, no hay paraíso
Lionel Messi fue el jugador clave del seleccionado. Como siempre. Pese a que se repita que este equipo depende menos de su capitán, pasan los partidos y el determinante es el mismo. Podrá faltarle movilidad, pero le sobra todo lo demás. Sólo debía encontrar un espacio desde donde hacer diferencia. Guillermo Ochoa, el arquero mexicano, sabe que encontró su lugar.
Alrededor del 10, hubo un equipo que salió a jugar el segundo tiempo con más decisión y luego defendió la ventaja con corazón. Cerca de Messi hubo, también, un director técnico que no vaciló, se la jugó y acertó.
Habían sido polémicas las decisiones previas al partido; las salidas de Cristian Romero y Leandro Paredes, sobre todo. Con respecto al central, quedó instalado que jugó peor de lo que realmente jugó frente a Arabia Saudita. Con Paredes la conclusión es diferente. Lamentablemente no está para jugar con la intensidad que requiere un Mundial. Darle tiempo es consumir el propio. Y Lionel Scaloni decidió de manera oportuna.
En pleno partido, un técnico no puede dudar. Tampoco debe apurarse. Tiene que encontrar el tiempo justo. Y así lo hizo Scaloni. El ingreso de Enzo Fernández fue clave y mejoró al equipo. La línea de cinco defensores aportó seguridad y permitió que los del costado, sobre todo Marcos Acuña, subieran al medio a presionar cuando México trataba de armar juego. En ese reordenamiento táctico salió Angel Di María, nada menos. El partido le dio la razón al cambio.
La selección vivió días de temores y presiones. Como quedó dicho ayer en ADNSUR, era imposible que el futbolista no padeciera estas horas. La posible eliminación tan temprana dolía de sólo imaginarla. Para los integrantes del cuerpo técnico debe haber sido la misma sensación. Cada uno con pasado en la selección, el eventual fracaso los habrá llevado a sentirse como nunca desde que están en el cargo.
En esos momentos es difícil pedir cabeza fría. Scaloni la tuvo. Hay imágenes que muestran a Pablo Aimar, apenas después del gol de Messi, en plena liberación de angustia. La amplitud del cuerpo técnico posibilita que, si alguno necesita tomarse un respiro, otro tenga lucidez para proponer. Y en el caso de Scaloni, para decidir. El técnico actuó con la rapidez y la efectividad que su equipo necesitaba.
Hay comunión entre unos y otros, entre futbolistas y quienes los dirigen. Se nota en las declaraciones y en las consecuencias de los cambios. Nadie se queja. Hubiese sido un pecado una segunda maldita derrota. Por Messi. Por lo bien que lucía la selección antes del Mundial. Y por aquella comunión.
Scaloni superó el momento de mayor adversidad de estos cuatro años y medio de gestión. Lo que viene no será fácil. Ni siquiera el choque del miércoles contra Polonia. Pero así como los jugadores deben sentir menos peso, lo mismo sucede con quienes deciden a un costado. Todos juntos, como escribió Messi. Todos enfocados, que la historia tiene que ser larga.