Fabián Digorado, El Vasco Iribarne y Tito Antunes, conocen como la palma de su mano la vida de los cabarets en nuestra ciudad. Si bien los tres pertenecen a diferentes generaciones, coinciden en sus recuerdos y opiniones sobre la noche de Comodoro en las décadas del 50, 60 y 70.

Bagatelle: el más recordado

Fabián Digorado tiene 57 años y cuando habla de Bagatelle lo hace con autoridad. Será porque prácticamente se crió ahí. A la hora de la entrevista puso sobre la mesa unas fotos antiguas y comenzó su relato. Sus padres eran artistas, Hilda Heredia y Norberto Digorado, ella cantante y bailarina y él pianista reconocido internacionalmente. Ambos llegaron desde Bahía Blanca para trabajar en el Folies Bergere, otro antiguo cabaret, y luego pasaron al Bagatelle. En este sentido, contó que uno de los dueños, Paulino Marrón, era su padrino y así lo recordó: “Yo salía a la tarde de la escuela y me iba al local, al que estaba en Belgrano entre Ameghino y Rawson. Mi papá a esa hora estaba ensayando”.

En pocos minutos volvió al pasado y comenzó a mover las manos como si abriera una puerta, corriera la cortina y viera a su padre: “Vos entrabas al Bagatelle y estaba la puerta y había un telón impregnado a olor tabaco y ahí estaba mi padre, tocando el piano”.

Los ojos del Negro se mueven rápidamente como si pasaran imágenes ante él, son muchas cosas allí vividas. “La noche era un clan, la ciudad era más chica y los lugares de encuentro eran esos: el Bagatelle, el Congo Belga y Folies Bergere. Entrabas y era toda gente conocida, de todo los ámbitos sociales de Comodoro”.

Su mamá dejó la actuación con su nacimiento, pero aún mantiene grabada una frase que ella decía y la repitió con orgullo: “Mi vieja tenía un lomazo y siempre decía: 1 kg de Negra en 1 gramo ropa” e hizo alusión a una foto de su madre con poca ropa para aquellas épocas.

Por último, aseguró que “lo que caracterizaba al Bagatelle eran los espectáculos. Los artistas que allí se presentaban luego hacían shows para Canal 9 y Radio LU4”.

Por su parte, Tito Antunes de 82 años y El Vasco Iribarne de 73, llegaron a la enrevista de traje y zapatos brillantes.  El Vasco comienza hablar primero, se emociona y se ríe. Él es músico como su padre. Mientras recuerda, anhela. La palabra cabaret lo lleva a la calle Belgrano y a las noches que nunca dormían, pero claro, eso ocurrió hace muchos años.

“Mirá, en mi tiempo cuando yo era niño había muchos cabarets acá: Folie Bergere, La Gruta Azul, El Chante Clarie, El Moulin Rouge, El Americano, pero entre ellos el que más recuerdo es el Bagatelle, porque yo toqué ahí”, recordó El Vasco.

“Era el templo del tango”, agregó y se detuvo unos segundos cuando se acordó de los dueños. Contó que un señor llamado Monasterio era el dueño y luego se lo vendió a Paulino Fernández Marrón y Miguelito Vieiras. Pasó mucho tiempo pero aún les guarda cariño: “Eran unos seres humanos tremendos, educados y honestos”.

Para el Vasco ellos le dieron la impronta al Bagatelle, comenzaron a traer a los mejores artistas de la calle Corrientes en Buenos Aires a Comodoro Rivadavia.

Sacó de su bolsillo una lista larga de artistas y comenzó a leer: “Miguel Montero, Raulito Funes, Alfredo Dalton, El Alemancito, Tito Reyes, Jorge Valdez, Carlitos Almagro, Roberto Ayala, el Chino Hidalgo, Omar Escudero, Marcelo Peña, Alberto Moran, Rosa Giménez, Floreal Ruiz, Osvaldo Rivas, el Muñeco Ordoñez, Chiquita Saldi, el Gran Sandy “. Mientras leía, Tito le completaba frases, recordaba otros artistas y se reía.

“La gente tenía un concepto diferente de lo que era un cabaret, los fines de semana era una familia, iban las parejas a ver los espectáculos. No todos tenían la oportunidad de viajar a Buenos Aires para ver esta calidad de shows y en Comodoro lo podían hacer en el Bagatelle”, dijo El Vasco.

El Polaco Goyeneche, el obispo y la calle Belgrano

Tito, entre risas y picardía, relató una anécdota con el Obispo y el Polaco Goyeneche: “Una noche volvíamos de hacer un show en el canal y el auto nos dejó en la esquina de la Catedral. Íbamos El Polaco, Carlitos Montoya y yo, en eso nos cruzamos al obispo, eran como las 12 de la noche”, es ahí cuando Tito comienza a imitar al obispo con voz gruesa y dijo: "hola pibe que andan haciendo por acá” y yo le dije que íbamos al cabaret, entonces el obispo dijo: "Menos mal que en la época colonial no estaban estos boliches sino seguíamos dependiendo de los españoles” y todos largaron la carcajada.

En la década del 60 Tito era Director Integral de Televisión de Canal 9 y explicó cómo era el trato entre el cabaret y el canal: “El canal le hacía la publicidad durante todo el mes al Bagatelle y ellos le hacían firmar a los artistas en sus contratos una salida en Tv. Se hacía un show con los artistas locales y los de afuera, era un canje”.

Los entrevistados coincidieron en que las noches comodorenses eran las de antes, que El Bagatelle era la catedral del tango y que todo lo demás es puro cuento.

Los cabarets en contexto histórico

La Licenciada en Historia, Ana Infeld, escribió el libro “Pobres y Prostitutas – Políticas sociales, el control social y la ciudadanía en Comodoro Rivadavia (1929-1944). En una entrevista con ADNSUR, explicó el por qué de algunos prejuicios en relación a estos “clubes nocturnos”:

“Aunque los cabarets no tienen vinculación directa con la prostitución, en el imaginario siempre estuvieron vinculados, es muy común encontrar que las prostitutas cuando en los años 30, 40, 50 se presentaban y les preguntaban cuál era su profesión declaraban ser artistas, por eso es posible vincular cualquiera de estas actividades a la prostitución", explicó.

Graciela Ciselli es Magister en Historia y Antropóloga, desarrolló varios estudios sobre nuestra ciudad, y uno de sus libros fue "Comodoro Rivadavia. La Construcción de una Urbanidad Multipolar (1901-1955)".  En este contexto, la historiadora relacionó a los cabarets con el boom petrolero en la ciudad:

“El boom petrolero durante fines de los 50 y principios de los 60 comprende un momento que para algunos fue de liberación. Hay que tener en cuenta que el petróleo, en todas las épocas, siempre fue un mundo masculino preferentemente. Es por eso que había una "necesidad" de lugares de recreación, no solo de prostitución, sino de búsqueda de entretenimiento, desde el juego hasta espectáculos musicales”, manifestó. Además, dijo que “no importa el tiempo: en años 20, 40, 50, 60, el campamento petrolero era un lugar de trabajo, el lugar del esparcimiento estaba afuera, en el pueblo. En el campamento se producía, no podía haber tiempo para otra cosa”.

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