“Elinka”: un barco y una tripulación "olvidada" en Comodoro por dos años
El 5 de septiembre de 1998 el barco mercante “Elinka” atracó en el puerto de Comodoro Rivadavia, sus 23 tripulantes de origen birmano y rumano nunca imaginaron que estarían varados en la ciudad durante dos años. Mientras navegaban transportando una carga de 14 mil toneladas de azúcar, un desperfecto en el motor del barco los obligó a pedir ayuda a Prefectura. Allí comenzó el calvario de los marinos que no podían regresar a sus hogares.
COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - El hecho, que se judicializó, tuvo impacto mediático a nivel internacional y fue caso de estudio en Derecho Internacional de algunas universidades del país por lo intrincado del conflicto y la cantidad de países que intervenían. En “Expedientes Comodoro”, repasamos junto al director del Puerto de Comodoro Rivadavia, Rolando Caviglia, y a la periodista Marina Pérez Botel aquellos días de incertidumbre y abandono de toda una tripulación que quedó “olvidada” en Comodoro.
El “Elinka” tenía bandera panameña, pero estaba registrado en Liberia. Su dueño era griego, y la carga -14 mil toneladas de azúcar- propiedad de una empresa peruana. Estaba asegurado en Chile con reaseguro inglés. Sus tripulantes eran rumanos y birmanos; un claro ejemplo de bandera de conveniencia y los marinos rehenes de un conflicto legal que tardó dos años en resolverse.
No es la primera vez que una tripulación queda entrampada en un conflicto de intereses. El caso más cercano es el del barco “Ever Given” que el 23 de marzo de 2021, mientras viajaba desde el puerto de Tanjung Pelepas, en Malasia, al puerto de Róterdam, en los Países Bajos, el barco encalló en el canal de Suez, bloqueándolo e impidiendo el paso de los demás navíos de cargamento. Hoy su tripulación se encuentra cautiva desde hace un mes viviendo en el barco y esperando se resuelva la cuestión legal.
El “Elinka”, en tanto, traía 14 mil toneladas de azúcar de segunda calidad y a la altura de Cabo Raso tuvo desperfectos en el motor; los navegantes hicieron la denuncia y Prefectura salió al rescate. La administración solicitó todas las seguridades de que el barco no se iba a hundir, se dijo que una vez atracado y descargándole parte de la carga no iba a tener problema de flotabilidad.
En ese momento “empezamos a leer noticias internacionales y nos encontramos con que este barco que estaba acá con el azúcar no era el único barco que había en un puerto esperando seguir viaje con las cargas cautivas arriba del barco. Se calcula que había entre 200 y 250 barcos en todo el mundo fondeados en distintos puertos”, recuerda Rolando Caviglia director del Puerto de Comodoro Rivadavia, quien ese ese momento estuvo al frente del conflicto en su rol de Administrador del puerto local.
Hubo intentos de descargar el azúcar del barco, a lo cual la administración se opuso porque “si al barco le sacábamos toda la carga no tenía ningún valor y ese barco estaría hundido hoy en el Golfo o en el puerto, fondeado sin destino”.
La otra cara del conflicto
Nadie sabe mejor que la periodista comodorense Marina Pérez Botel cómo vivieron - o sobrevivieron- estos 23 tripulantes que llegaron a bordo del “Elinka” y que permanecieron en nuestra ciudad durante dos años. El relato de una crónica y la búsqueda de testimonios la llevaron a visitar el barco y conocer a la tripulación con quienes entabló una relación de estrecha amistad y empatía que se perpetuó en el tiempo.
“Sabía como todo el mundo que había un buque que estaba sin propietario, a la deriva y que pasaba también por el tema de derechos humanos. ¿Por qué no escribir una crónica, un ensayo o un libro sobre el tema? Me encontré con una realidad muy dolorosa, en principio no fue placentero para nada, una gran pobreza. Lo que a mí me importaba era el factor humano y al primero que me presentan fue al 1°er Oficial, Stefan Fanel Petrescu y después fui conociendo a los demás”, explica la periodista quien es referente del caso “Elinka” y escribe el libro con la historia del buque.
“Muchos se refugiaron en el alcohol, después estaban las peleas entre los rumanos. En lo que pudimos ayudar a Stefan lo ayudamos, el trato con los demás era diferente, si bien recibieron algo de ayuda creo que lo que más recibieron fue repudio, porque la gente los juzgaba muchísimo. No se fijaron que era una situación humanitaria, no intervinieron muchos organismos de derechos humanos o situaciones similares como para protegerlos”. La realidad es que nadie reclamaba al Elinka, tampoco nadie se hacía responsable de su reparación. Y la tripulación vivía sin ningún tipo de asistencia, solo la ayuda solidaria de la gente que les acercaban víveres para poder subsistir.
“Con Stefan tuve una enorme amistad con muchísimo respeto; y quiero decir algo que por primera vez lo voy a decir a la prensa porque se me ha dicho de todo. El día que lo acompañe al aeropuerto para regresar a Rumania me pidió matrimonio antes de irse. Y le dije que lo pensaría. Lo cierto es que pasó un año, pasaron dos años y desistí. No tomé la decisión. Pero fue ese tipo de persona muy respetuosa conmigo. No fue una cuestión pasional, ni mucho menos, Stefan tenía escuela en Marina Mercante, toda una carrera, era una persona con unos modales exquisitos y unos conocimientos importantes. Fue una de las personas que más sufrió lamentablemente el hambre, la desidia, pero si un hubiese sido por Stefan el buque nunca se hubiera vendido”.
El remate del Elinka
Pasaron dos años hasta que el buque pudo volver al mar, se remató y paso a desguace. Algunos de sus tripulantes regresaron a sus hogares y otros decidieron quedarse en Comodoro. En octubre de 2000, y bajo los términos que fijó el Juzgado Federal de Primera Instancia a cargo del Dr. Fernando Kazakevich- el buque se remató sólo en 41 mil pesos y fue comprado por la Agencia “Meridian Maritian” con sede en Buenos Aires.
Los marineros esperaban que con su venta se pudieran cancelar todas las deudas que había en concepto de salarios. Antes de su botadura al mar, el barco fue reparado y rebautizado como “Celine”. Con su carga de azúcar completamente vendida partió hacia la India, donde sería desguazado.
“El recuerdo más fuerte creo que fue cuando me saqué la foto con el “Celine” –dice Marina- ya no era el Elinka y dije se va el buque y se van un montón de historias. Fue un momento triste pero también sentí el alivio de saber que pudieron volver a sus casas con algo de sueldo. A mí me deja el mal sabor de no haber aceptado la propuesta de Stefan- admite-. Creo que fue un error de mi parte, pero bueno en ese momento tal vez yo era más joven, yo ahora soy una mamá y voy a ser abuela”.
Marina despidió a su amigo Stefan y salvo un par de contactos posteriores no volvió a saber de él en todos estos años. Tiene a resguardo algunas bitácoras de viaje, planos e instrumentos de medición que los propios tripulantes le dejaron como recuerdo. También escribe el libro sobre la historia del “Elinka”, que es en definitiva el libro de su vida.