Bajo las cenizas del volcán Hudson: el día, sin pandemia, que Comodoro tuvo que usar barbijo
El 8 de agosto de 1991, el volcán Hudson ubicado al sur de la República de Chile entró en erupción durante 16 horas. Luego vino una suerte de calma durante unos días, pero el 11 de agosto comenzó una segunda erupción mucho más violenta. La explosión fue acompañada de tormentas eléctricas, lluvias y cenizas que alcanzaron los 8 mil metros de altura. Con los fuertes vientos esas cenizas fueron arrastradas hacia la Patagonia argentina y localidades santacruceñas como Los Antiguos, Perito Moreno, Las Heras, Pico Truncado y Caleta Olivia fueron las más afectadas. Unos 800 establecimientos ganaderos sufrieron las consecuencias, 10 millones de hectáreas quedaron sepultadas por cenizas y en algunas zonas alcanzaron el metro de espesor. En “Expedientes Comodoro” un repaso por uno de los fenómenos naturales de mayor magnitud que se vivió en la Patagonia.
COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Por la acción del viento las cenizas del volcán Hudson llegaron rápidamente a Comodoro Rivadavia. La ciudad amaneció cubierta por una nube gris que complico la vida cotidiana de la población durante varios meses. Afectó la visibilidad, la salud de las personas y se recomendó extremar medidas de precaución en el tránsito vehicular. 1991 fue el año en que los comodorenses usaron barbijos por primera vez. Sin embargo las localidades santacruceñas como Los Antiguos, Perito Moreno, Las Heras, Pico Truncado y Caleta Olivia, fueron las más afectadas al igual que unos 800 establecimientos ganaderos que sufrieron las mayores consecuencias.
Unas 10 millones de hectáreas quedaron sepultadas por cenizas y en algunas zonas alcanzaron el metro de espesor, asegura una edición especial de la Revista Patagonia Agropecuaria editada en 1991 por la Sociedad Rural de Comodoro Rivadavia.
“Se hizo todo de noche, sentimos un poco de ruido y se escuchaba como si fuera una nevada. Ese día estaba calmo - recuerda Ernesto Uriol uno de los tantos productores agropecuarios que sufrió las consecuencias de la explosión- no veíamos nada cuando salimos de la casa, no funcionada la radio y la sensación durante todo el tiempo era como de fin de mundo; increíble” recuerda. Su campo está ubicado en Colonia Pellegrini, entre las localidades de Perito Moreno y Las Heras y en el “cono” de la erupción del volcán Hudson.
En esos años las comunicaciones no eran fluidas ni abundantes; con lo cual se apelaba a la sapiencia de los lugareños para entender el fenómeno que sorprendió a la Patagonia chilena – argentina. “Lo primero que hicimos fue juntamos con el personal del campo para ver si estaban todos vivos, porque al principio no se sabía qué era. Cuando nos despertamos seguía siendo de noche, yo miraba la hora y en ese tiempo amanece a las 9 de la mañana; eran las 11 y seguía oscuro. Había ceniza sobre la nieve y la hacienda estaba muy débil porque era salida de invierno. Me pasaba muchas veces que yo salía al campo con 4 o 5 personas y cuando volvíamos a reunirnos éramos 3 entonces teníamos que volver a recorrer para encontrar a la persona que se nos había perdido”.
Algunos ganaderos decidieron trasladar la hacienda a otros campos, otros reagruparlas ideando diferentes estrategias con el fin de salvar a los animales que rápidamente se quedaron sin alimento y agua potable. Según la revista “Patagonia Agropecuaria” la pérdida de ovinos llegó a 1 millón 400 mil en la provincia de Santa Cruz. “Nosotros contábamos con uno 9 mil animales en el campo y en diciembre ya contábamos más de 3 mil muertos”, recuerda Uriol. Sin duda, la erupción del volcán Hudson se recuerda como uno de los hechos de mayor dramatismo en la producción agropecuaria de Chubut y Santa Cruz con efectos negativos que duraron durante muchísimo tiempo. “Nunca lo volví a revivir ni ahora, esa sensación de fin del mundo”.
Pasó un buen tiempo hasta que se pudo demostrar que las cenizas del volcán no eran tóxicas, mientras tanto la población de la Patagonia vivía con incertidumbre y procuraban no salir de sus hogares, salvo que sea necesario.
Publicaciones periodísticas de la época aseguraban que el mayor hallazgo médico en los pueblos más afectados fue sobre la piel, uñas y cabello. “El pulpejo de los dedos estaba liso y quebradizo. Las uñas no tenían crecimiento y la caída del cabello era importante, ambas atribuidas a la fricción y roce con las cenizas.
“Todos teníamos miedo de que era lo que podíamos respirar, después supimos que no era tóxico. Salir al campo era cien veces peor que lo q es ahora, porque ese esmeril, esa piedra pomes molida, molestaba, se te irritaban los ojos de verdad”, recuerda Uriol.
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