Una antigua cortadora de fiambre apoyada sobre el mostrador, una batea de carnicero que invita a recordar el pasado y una cortadora de carne que es el reflejo del paso del tiempo. Entrar a mercado “Santiaguito” es volver a cruzar la puerta del almacén de barrio, aquel que atendía el vecino y que vendía todo lo que uno necesitaba a metros de la casa. Es recordar los tiempos de billete en mano o libreta almacenero. También esas charlas interminables que hacían que la comida se demorara media hora más.

Mercado Santiaguito abrió sus puertas hace 54 años. Foto: ADNSUR.
Mercado Santiaguito abrió sus puertas hace 54 años. Foto: ADNSUR.

Hace 54 años, Antonio y Estela, dos inmigrantes tinogasteños, abrieron el negocio en el histórico barrio Parque de Caleta Olivia. Sobre la calle Buenos Aires al 300, a metros de donde estaba la exproveeduría de YPF, funciona este comercio histórico. En la actualidad, es atendido por Santiago Gordillo y Fany, dos de los hijos del matrimonio que, junto a Julio, el mayor del trío de hermanos, mantienen el negocio que fundaron sus padres.

“Con mis hermanos cuidamos mucho esto porque fue el sacrificio de ellos”, dice Santiago, emocionado al contar la historia a ADNSUR. 

“Ellos vinieron, trabajaron y vivieron el desarraigo por venirse al sur, porque antes no existía el teléfono y la comunicación era muy distinta a lo que es hoy. Entonces, siempre valoramos eso: que nos enseñaron bien, nos dieron buena educación y la posibilidad de estudiar", dice orgulloso. 

Antonio y Estela vinieron de Catamarca, se conocieron en Caleta Olivia y fundaron el Santiaguito. Foto: Archivo familiar.
Antonio y Estela vinieron de Catamarca, se conocieron en Caleta Olivia y fundaron el Santiaguito. Foto: Archivo familiar.

DE YPF AL ALMACÉN DE BARRIO

Antonio llegó a Caleta Olivia en 1950 a buscar un trabajo que le permitiera progresar en la vida. En la ciudad del Gorosito conoció a Estela y se casaron en 1963. Por entonces, él ya trabajaba en YPF, la histórica operadora de bandera que nació en estas latitudes y hoy abandona la zona, luego de más de 100 años de historia.

Fue en el año 1972 cuando decidieron comenzar con el quiosco. Santiago tenía solo cuatro años y el barrio era muy diferente a lo que es ahora. “Arrancamos con un quiosco y el barrio terminaba en la esquina. De ahí para arriba no había nada, era todo campo; después la plaza era un campo, acá había una canchita y allá abajo estaba la exproveeduría de YPF, que después quedó abandonada y se prendió fuego. Al barrio le decían de YPF, porque este es el barrio más antiguo de la ciudad”, recuerda volviendo al pasado. 

Antonio, su padre, se jubiló en 1978 y ampliaron el local. Así, el quiosquito pasó a ser almacén y la clientela creció. “Era el almacén de barrio, lo que existía antes de que llegaran los supermercados grandes; uno de los comercios más lindos y saludables que hay porque es un negocio de amigos, de vecinos”, dice con emoción.

El comerciante no puede evitar recordar parte de su infancia, aquellos días en que sus padres atendían el negocio y sus hermanos lo acompañaban, la llegada de vecinos que hoy ya no están y esas charlas interminables en torno al barrio, el fútbol y la vida misma, entre los vaivenes que siempre impuso nuestra economía. 

“Eso es el almacén de barrio. Yo de chiquito estuve acá y me hice acá con mis papás. Me gustó porque el arraigo más lindo que uno tiene es ese lazo con el cliente, con el vecino; es el ida y vuelta del día lunes, el cargarse con el River - Boca, de la política, de matarse de risa. Por supuesto, a veces también uno se preocupa por las cosas, por la situación económica de la gente, que a veces está bien o a veces está mal, porque ellos saben de tu vida y uno sabe de la vida de ellos. Te pone feliz cuando les va bien y te pone triste cuando a veces no les va tan bien. Esa es la esencia del negocio de barrio.”

El negocio lleva el nombre de un hermano de Estella que falleció. Su hijo menor también se llama Santiago. Foto: ADNSUR.
El negocio lleva el nombre de un hermano de Estella que falleció. Su hijo menor también se llama Santiago. Foto: ADNSUR.

En su mejor momento, el mercadito vendió carne, fiambres y verduras, pero siempre se atendió en familia, entre los hermanos y los padres. Santiago cuenta que Antonio estuvo en el negocio hasta la pandemia; luego ya no volvió y en febrero del año pasado falleció. Estela, por su parte, aún sigue yendo al local, pero solo a buscar algunas cosas para cocinar el almuerzo. 

Santiago y Fanny son quienes atienden en la actualidad. Hasta hace un tiempo lo hacían de lunes a sábado, pero hace dos años decidieron sumar el día domingo.

El comercio abre sus puertas temprano, alrededor de las 10, y atiende hasta la medianoche porque, como dice Santiago, “ante esta situación que vive el país, hay que estar”.

Santiago valora al cliente que los acompaña día a día desde hace 54 años. Foto: El Caletense.
Santiago valora al cliente que los acompaña día a día desde hace 54 años. Foto: El Caletense.

El comerciante admite que a ambos les gusta atender el mercadito, lo disfrutan y lo cuidan. Con orgullo cuenta que es uno de los dos o tres negocios que quedan con la habilitación definitiva que salía antes y que, gracias a su trayectoria, este año recibieron diferentes reconocimientos, desde Cultura de la Municipalidad, la Cámara de Comercio, hasta el intendente de Río Gallegos, que le dio un presente por comercios antiguos. 

“Está bueno eso”, reconoce. “Porque uno se siente un poco mimado, son los gestos lindos que a uno le hacen bien, pero también yo soy más agradecido a la gente de la ciudad, porque nos compra gente de todos lados, desde el vecino hasta el que viene a la plaza y pasa a comprar una galletita”.

Santiago lo dice y lo demuestra con palabras: su agradecimiento es siempre a la gente. “Uno subsiste gracias ellos. Nos sentimos muy cuidados, respetados y queridos por el cliente y por la gente de paso también, porque lo más valorable que tiene es aquella persona que pasa a comprarte aunque sea un caramelo. Es verdad que el comercio es esclavo, pero tiene cosas lindas como las que te conté. Yo compro a veces en el supermercado otras cosas, el cajero te atiende muy bien, pero no existe ese trato que tiene el negocio de barrio: conversar, charlar, reírse, encargar algo, a veces preocuparse por el cliente que pasa por momentos difíciles en la salud o lo económico. Es lindo, eso es el negocio de barrio”, dice con emoción el comerciante de un negocio que hace historia en Caleta Olivia. 

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