La ocasión auto celebratoria por el ‘Día del Periodista’ es propicia para reflexionar sobre los cambios a los que permanentemente está sometido este oficio. Y no se trata de hablar de riesgos o de temores frente a la inteligencia artificial, sino precisamente del camino inverso. Cuanto más se ‘tecnologiza’ el trabajo, más grande es el desafío para seguir cerca de las inquietudes de aquello que en política se define como “la gente”, que en empresas de comunicación se menciona como “audiencias” y que para un periodista debiera ser sólo la persona, de a una por vez, a la que va dirigido su trabajo.

Una joven periodista se preguntaba días atrás cómo harán las nuevas generaciones de trabajadores de este hermoso oficio, para sostener su tarea en un mundo que los desafía desde múltiples costados, en el que ya no alcanza sólo con el talento para escribir o relatar una buena historia, con sensibilidad y empatía por los protagonistas.

Cualquiera sea el soporte técnico del mensaje, parecería que ya no es suficiente con su adecuado manejo, aun aceptando que la cultura de la imagen y lo audiovisual pareciera imponerse.  

Y es que todo eso es la condición indispensable para arrancar, pero la duda de la colega bien vale como disparador para pensar los cambios que atraviesa el “periodismo”, limitando esta idea a la de quienes viven de la profesión, que se forjan un sueldo como pueden, en uno o varios trabajos.

TODOS PODEMOS PRODUCIR INFORMACIÓN, PERO NO TODOS QUIEREN SER PERIODISTAS 

El interrogante toma como punto de partida el hecho de que hoy la gran horizontalidad en la posibilidad de construir mensajes, a través de redes sociales, puede verse como una “competencia” para el trabajo periodístico, o cuestionar la necesidad de su especialización.

Desde ‘influencers’ hasta videos virales que baten récords de audiencias, el oficio de preguntar y obtener respuestas aclaratorias, de escribir y contar una historia, o mostrarla en imágenes (de dedicar horas a esa tarea, ya sea a escribir, o a editar videos), o de analizar datos tratando de ayudar a comprender una realidad de complejidad creciente podría resultar, en una visión sesgada, cada vez menos necesario. Podría tornarse, incluso, obsoleto, siguiendo con aquella perspectiva.

Sin embargo, no deberíamos pasar por alto algunas ideas, que tal vez encierren las claves de las respuestas que deberán descifrarse, en la actual transición que atraviesa la tarea periodística.

Hablamos hace un par de párrafos de la ‘horizontalidad’, lo cual es una gran noticia. Esa construcción horizontal de la información permitió, por ejemplo, que en la peor catástrofe climática de Comodoro Rivadavia, en 2017, los vecinos y vecinas pudieran mostrar, desde distintos barrios, calles y casas, una infinidad de situaciones que hubiera sido imposible de reseñar para los medios y periodistas, aun con el destacable esfuerzo que hicieron muchos de ellos.

Esa cantidad y calidad de información, en la que celular en mano cada uno podía mostrar el embate del barro y la lluvia, ha sido un reflejo claro del costado virtuoso de aquella horizontalidad, en cuanto al relato de lo que estaba ocurriendo, en tiempo real.

No por ello, sin embargo, el trabajo periodístico ha dejado de ser necesario, ni pudo ser reemplazado. Ni desplazado. Ha habido múltiples ejemplos de colegas que pasaron semanas y meses tratando de contar lo que veían, de amplificar la voz de quienes pedían ayuda, de convertirse en el primer registro histórico de un hecho sin precedentes. Haciendo propio el dolor de otros, que al fin y al cabo es la distinción que no cabe a ningún soporte tecnológico.

Cuando la gente vuelve a su cotidianeidad, con el dolor traumático de aquella experiencia, es tarea del y la periodista seguir velando por la evolución de las obras necesarias para impedir que aquella experiencia se repita. De contar qué orden de prioridad y presupuesto se asigna para las obras de contención. De valorar el orden y la importancia que el poder de turno asigne a esas prioridades. De criticar, cuando esa prioridad no es suficientemente clara. O contar la historia de quienes perdieron todo y pudieron recuperarse. O de los que aún esperan respuesta.

Lo anterior es sólo un ejemplo, pero acaso sea la amalgama sobre la que se edifiquen las nuevas bases desde las que el oficio deberá seguir reinventándose. No sólo porque la inteligencia artificial está a la vuelta de la esquina y porque será capaz de realizar muchas de las tareas que hoy realizamos de forma artesanal, tanto en el periodismo como en un diagnóstico médico.

LA OTRA CARA DE LA HORIZONTALIDAD 

Claro que la excesiva horizontalidad tiene también costados negativos. Comodoro ha sido testigo, por caso, de la cuestionable convocatoria en redes sociales a ‘escrachar’ la casa del primer vecino que contrajo el virus de Covid en abril de 2020. O, más trágico aún, aquel caso de “injusticia” por mano propia, cuando vecinos de la Fracción 15 asesinaron por error a un hombre que creyeron involucrado en un caso de abuso sexual de un chico, manipulados incluso por el mismo agresor sexual.  

En un mundo de comunicación exclusivamente horizontal, sin nadie capacitado para valorar la información, clasificarla, generarla consultando en distintos ámbitos antes de darla a conocer, los resultados podrían no ser los que a veces se idealizan.

La función periodística debería diferenciarse por la capacidad de valorar los hechos y perspectivas, por el compromiso de saber escuchar y estar dispuesto a aceptar la falibilidad de nuestro juicio, a ahondar en lo que parece un dato prometedor, a ir un poco más allá de un tuit ingenioso o un posteo canchero en redes. El camino de la credibilidad es largo y tedioso. Y se hace camino de a un paso a la vez, aun con contramarchas. Muchas veces, incluso, volviendo a empezar.

 Mientras ese rol esté claro, el periodismo, al igual que otras profesiones vinculadas a esta actividad, podrá flotar aun en medio de mares de cambios constantes, con tsunamis tecnológicos.

“Curiostiy” es el nombre del mini robot que explora Marte, en busca de reunir información para un futuro viaje de la humanidad hacia aquel planeta.

Curiosidad, finalmente, es el combustible básico también para el periodismo, el que no puede faltar, el que debería ser alimentado cada día (aplicando un poco de dieta ante la creciente oferta de gacetillas y oficinas de prensa institucional) para salir a ejercer el oficio cada día. Curiosidad, para descubrir nuevos mundos posibles, como nuevas historias y datos, que merezcan el esfuerzo de ser contados.

 Contados no para "la gente", ni para "las audiencias", sino para usted, lector o lectora, que ha llegado hasta este punto. 

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