El 2022 fue un año complejo para Alberto Fernández. Si se mirá en retrospectiva, casi todos los meses tuvo renuncias o salidas traumáticas de su Gobierno. 

El primero en desafiar su autoridad fue Máximo Kirchner, que allá por enero renunció a la presidencia del bloque de Diputados por estar en contra del acuerdo con el FMI. 

En mayo renunció el secretario de Comercio Roberto Feletti, por diferencias con el ministro de Economía Martín Guzmán. 

Al mes siguiente, tuvo que irse el ministro de Producción Matías Kulfas por la filtración de un comentario “off the record” que había hecho sobre posibles actos de corrupción del Gobierno. 

En ese mismo junio, se fue Cristina Caamaño, la interventora de la AFI, que nunca pudo conseguir que Cristina Kirchner le apruebe el pliego en el Senado. Cansada de semejante destrato, se fue.

A partir de julio, la cosa se puso más complicada para un ya híper debilitado Alberto: renunció el ministro de Economía Martín Guzmán y lo reemplazó durante un mes Silvina Batakis hasta que asumió Sergio Massa en Agosto.

En septiembre presentó su renuncia el ministro de Seguridad Aníbal Fernández ¿Qué había pasado? El intento de asesinato a Cristina Kirchner dejó expuesta su gestión a cargo de la seguridad presidencial. Alberto no se la aceptó.

En octubre renunciaron la ministra de la Mujer Elizabeth Gómez Alcorta, el ministro de Desarrollo Social Juán Zabaleta, el ministro de Trabajo Claudio Moroni y el Ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat Jorge Ferraresi, un récord personal para la gestión Fernández.

En noviembre renunció el ministro de Transporte Alexis Guerrera. 

Y ya en diciembre se tuvo que ir el jefe de asesores Julián Leunda por el escándalo de los jueces y directivos de Clarín que viajaron a Lago Escondido. A mitad de mes renunció el historiador Alejandro Grimson, que era uno de los cerebros de sus discursos y la semana pasada se fueron Feliz Crous de la Oficina Anticorrupción y Victoria Donda del Inadi. 

A esto se le debe sumar otra tanda de funcionarios de segundas y terceras líneas que abandonaron el barco antes de tiempo porque veían que el Gobierno ya no tenía un rumbo claro. Hoy la gestión de Alberto está gobernada en materia económica por Sergio Massa y condicionada en lo político por Cristina Kirchner, que ya avisó que el año próximo no será candidata. Este anuncio ya tuvo sus primeras derivaciones: las carreras electorales, sottovoce, de Eduardo “Wado” De Pedro y Sergio Massa, que están, cada uno por su lado, trabajando para llegar lo mejor parados posible para una potencial PASO. Ambos son ministros de Alberto Fernández. 

Sobre este enfrentamiento hay una versión que indica que estaría hablado entre ambos ministros para que la competencia sea cerrada entre ellos dos y así poder aglutinar la mayor cantidad de votos peronistas en sólo dos candidatos.

Wado De Pedro ya viene desde el año pasado trabajando en su posicionamiento en el círculo rojo, con reuniones y conferencias en entornos empresarios y para esto cuenta con el apoyo de un sector de La Cámpora, sobre todo, los dirigentes que están en carteras que tienen manejo de fondos, como YPF, Aerolíneas Argentinas, PAMI y Anses.

Sergio Massa trabaja para lograr bajar la inflación y contener al dólar. Éste es su principal arma de campaña. Si ordena la economía, tendrá motivos mucho más fuertes que De Pedro para pedir el voto. La ventaja del tigrense sobre el mercedino es que en el círculo rojo ya lo conocen.

En este contexto, las aspiraciones de Alberto Fernandez quedan licuadas por dos candidatos más competitivos que él. 

Tal vez, uno de los deseos del presidente para 2023 haya sido que aflojen las renuncias. A su favor tiene que cada vez le quedan menos funcionarios propios para renunciar.

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