En la mesa chica del ministro de Economía Sergio Massa, encabezado por el catalán Antoni Gutiérrez-Rubí como estratega y con Eduardo “Wado” de Pedro como jefe formal de la campaña –varios de sus principales colaboradores ya trabajan para el precandidato-, empezaron a analizar en los últimos días si de cara a las elecciones generales conviene enfrentarse a Patricia Bullrich o a Horacio Rodríguez Larreta.

Hasta ahora, la opinión mayoritaria de la cúpula de Unión por la Patria era que la ex ministra de Seguridad de Mauricio Macri era la mejor contrincante, para tener enfrente a una postulante radicalizada junto a Javier Milei y así plantarse en la cancha como el candidato de la moderación, con la posibilidad de pescar una parte de los votos del jefe de Gobierno porteño. Por eso en el oficialismo se encargaron en las últimas semanas de apuntalar las encuestas que dan a Bullrich con amplia ventaja sobre su rival interno.

Ahora, en el entorno de Massa hay dudas. Se preguntan si no conviene tener de contendiente a Rodríguez Larreta: creen que Bullrich puede absorber parte de los votos de Milei de las PASO y ganarle al ministro en primera vuelta. Ven en ese contexto al jefe de Gobierno como un postulante mucho más débil. Los aliados de Patricia Bullrich creen que si Bullrich gana las PASO, los votantes de Rodríguez Larreta, irán sin dudas a ella, pero si gana el alcalde porteño, no tiene claro si los votos de Bullrich se quedarán todos en Juntos Por el Cambio.

Otra de las incógnitas en el massismo pasa por cómo presentarlo al candidato en la campaña: Gutiérrez-Rubí está convencido que se debe apelar a la emocionalidad, pero no todos creen lo mismo.

Con una inflación por arriba del 100%, la posibilidad de que un oficialismo sea reelegido es muy difícil, pero esta elección tiene la particularidad de que a pesar de la mala mala imagen que tiene el gobierno, se logró mantener una unidad pocas veces vistas en situaciones similares. Las dos elecciones presidenciales anteriores en las que el peronismo estaba en una mala posición fueron en 1999 y 2015. A fines de los ‘90, Menem estaba peleado con Duhalde y tras 12 años de kirchnerismo, Cristina Kirchner se repartía los votos peronistas con Sergio Massa.

Esta vez, a pesar de la crisis, siguen todos juntos y será una prueba de fuego para entender cuál es la verdadera territorialidad del peronismo. Entre 1995 y 2019, en la provincia de Buenos Aires, los candidatos con ascendencia peronistas siempre juntaron más del 55% de los votos. Es una estadística para tener presente, porque hoy el 55% de los votos en la provincia de Buenos Aires, donde votan 12 millones de personas, significan 6 millones de votos.

La unidad es un punto clave en las elecciones, porque permiten ordenar al electorado, por lo que las chances de Sergio Massa están vigentes incluso con aquellos militantes que en las PASO votarán a Juan Grabois, la opción para el “kirchnerismo emocional”, como llaman los analistas a aquellos seguidores de Cristina que gustan más del discurso progresista. La contraparte de ellos, son los “kirchneristas profesionales”, que se volvieron unos pragmáticos de la política. Tal vez, ese pragmatismo explique la competitividad que mantiene con vida a un gobierno que duplicó la inflación en 4 años.

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