La media tarde en Rada Tilly se anunciaba tranquila. Desde la primera Avenida se escuchaba el sonido del mar. Algunas  personas caminaban solas, pero parecían tener una misma brújula que las llevaba a un solo destino: la costanera, el lugar ideal para despejarse y realizar un poco de ejercicio. A Mariano, el paseador de perros, se lo veía venir en su bicicleta y aceleraba el pedaleo porque Benito ya lo espera en la puerta de su casa. El trámite no tuvo demasiados sobresaltos: estacionó en la vereda, abrió un poco el portón del cerco, enganchó la correa en el collar y comenzaron a caminar plácidamente. En una mano llevaba a Benito y en la otra la bicicleta que más tarde guardaría en el patio de otro cliente. 

Mariano – El pasea perros de Rada Tilly

Después de unas cuadras le tocó el turno a Loli, una labradora que parecía saber de horarios y relojes porque también lo esperaba del otro lado de la reja. Allí, Mariano dejó su bicicleta, le colocó otra correa a la perrita y siguió de recorrido. Benito y Loli no realizaron demasiado escándalo al encontrarse, les interesaba más olfatear cada poste que encontraban en su camino.

Mariano en la casa de una de las mascotas

Entre correas y ladridos, el paseador de perros conversó con ADNSUR y durante el trayecto realizado con la compañía de las mascotas, compartió su amor por los canes y los detalles de su oficio.

“Yo hace unos 12 años que paseo perros. Este es un oficio para gente paciente y tolerante, sin eso, los perros la pasarían mal y yo también. Me inicié en Buenos Aires y lo hacía porque extrañaba a mis mascotas que habían quedado en Rada Tilly y a partir de ahí nunca paré”, comentó Mariano.

A medida que avanzaba se iban agregando mascotas y de a poco, de la cintura de Mariano se desprendía algo así como un racimo perruno de diferentes formas y tamaños. Ninguno tironeaba alocadamente, ni se cruzaba en el camino.  Parecía que se comunicaban entre ellos con las miradas y las narices y así avanzaban hasta la próxima parada.

LOS SERVICIOS DE UN PASEADOR DE PERROS

El servicio que presta Mariano es únicamente el de pasear las mascotas. Lo hace en grupos reducidos. Actualmente el grupo más grande es de ocho, tiene otro de cinco y algunos los pasea de manera individual, todo depende de las necesidades de los perritos.

“Los perritos”, así se refiere a sus clientes de 4 patas, pero generalmente los llama por su nombre: “Loli es un poco desconfiada, camina y mira para atrás bastante seguido”, relató Mariano, y ahí mismo se acordó de otra anécdota: “Lunita tenía devoción por mí, una vez estaba paseando con ella y pasé por mi casa a buscar una correa que me faltaba. Así, fue que descubrió dónde vivía yo y por toda esa semana se le escapaba al dueño y se ponía a ladrar en mi portón y me esperaba”.

Nina olfatea la cámara. Fotografía Mariela Garolini

Los grupos son pequeños y esto está directamente ligado a las características de los perros. Si son muy viejitos o introvertidos salen solos o en grupos reducidos.  Si es un perro muy activo a veces lo saca en la bicicleta, así la mascota puede correr bastante.

Cuando el tiempo está lindo lleva a los perros al cerro y los suelta para que jueguen y tengan un poco de libertad.

Antes de tomar un perro conversa con la familia para conocer sus características, trata de no tomar animales que no estén castrados. Los machos son se ponen muy intensos y molestan a sus compañeros.  A los agresivos tampoco los toma para no poner en riesgo al resto del grupo.

“A mí me gustan los clientes que sospechan de mí, los que me hacen muchas preguntas, porque que te das cuenta que realmente quieren saber cómo van a estar sus perritos y se preocupan por ellos como si fueran sus hijos”, agregó Mariano.

En una época se dedicó a estudiar sobre el entrenamiento canino. Se compraba libros y era un fiel seguidor del “Encantador de perros”, un programa de Tv que aconsejaba técnicas y ejercicios. En esa búsqueda descubrió a otros profesionales que desarrollaban técnicas más éticas y  que se inclinaban por el adiestramiento en positivo. Esto consiste en reforzar las conductas que se desean de los perros pero sin castigos. A medida que avanzó en su experiencia se decidió exclusivamente al paseo, ya que no encontró a ningún profesional que pudiera enseñarle bien el oficio del adiestramiento.

Greta en primer plano, atrás de pelaje marrón Luna. Fotografía Mariela Garolini

LOS PERROS NECESITAN HACER EJERCICIO

Es real que actualmente la vorágine laboral impide entre otras cosas hacerse de un tiempo para que las mascotas puedan realizar ejercicio fuera de las casas. En este caso, Mariano hizo hincapié en la importancia que tiene el ejercicio y el juego para los perritos.

Los postes, las cubiertas de los coches y los árboles funcionan para los perros como si fueran redes sociales, de allí sacan la información que necesitan: “Ellos son seres sociales. Ven a otro perro y se interesan. Les gusta recorrer, olfatear todo y marcar terreno, es parte de su naturaleza. Cuando ven un poste y olfatean significa que están recolectando datos de todos los perros que pasaron por ahí, el género y un montón de otras cosas”, destacó Mariano.

La manada va en búsqueda de otra mascota. Fotografía Mariela Garolini

CÓMO ELEGIR A UN PASEADOR

En Rada Tilly hay unas tres personas que pasea perros. La mejor manera de elegir a uno es observarlos cuando están en acción. Mariano recomendó una tarea casi de espionaje: “Cuando yo vivía en Buenos Aires lo que recomendaba a la hora de elegir es que vayan a las plazas o a donde sepan que están los pasea perros, que se sienten y los observen. Es así como se van a darse cuenta de cómo tratan a las mascotas”.

Lo importante, para su gusto personal es que no tengan grandes grupos. Los perros suelen entrar en confianza rápidamente entre ellos, apenas se encuentran comienzan actuar como manada, es increíble el comportamiento que tienen, yo aprendo mucho de ellos”, destacó.

Mariano y “su racimo de perros” caminaban por la vereda al ritmo de los perritos. Cada vez que alguno quería parar lo hacía y lo esperaba. Algunos se sentaban, otros levantaban la patita para marcar la cubierta de uno auto. Otro no se aguantó y el “número 2” fue impostergable. Del bolsillo de su campera sacó una bolsa de residuos y tiró todo en el tacho de una plaza. Por momentos alguno se quería adelantar y con voz baja les decía que no.

Nina, Greta, Benito, Luna, Loli y Moka seguían a Mariano a ritmo lento, se dirigían a hacia el norte de la rada, en busca de otros compañeros.

Mariano y el racimo perruno. Fotografía Mariela Garolini

“Los perros son los maestros del aquí y el ahora, ellos viven el presente y los disfrutan”, dictaminó Mariano mientras seguía la ruta con los pichichos. Él siente como propia a las mascotas que pasea. La manada lo espera diariamente, se alegran al verlo y lo obedecen atentos.

Al preguntarle por sus redes sociales sonrió amablemente y contestó: “No las uso, la gente llega a mí por el boca en boca. Nací en Rada Tilly y todos me conocen”.

Con mucha atención cruzaron toda una avenida, pocos metros, del otro lado de la calle otro perrito movía la cola y esperaba en dos patas contra el cerco a que Mariano le colocase la correa.  La entrevista llegó a su fin con el sabor de haber pasado la tarde entre amigos.

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