Cuatro preguntas y cuatro respuestas contando de dónde era, qué hacía, cuánto ganaba y cuánto gastaba en alquiler fueron suficientes para que miles de personas conozcan su rostro y parte de su historia. 

A Magdalena Ponce de León le sorprende la magnitud que tuvo el video de la influencer Meli Moriatis y lo refleja con una anécdota que le pasó hace unos días. “El otro día fui a un cumpleaños y estaba hablando con una chica argentina que no conocía, le estaba contando que estaba con una visa de investigadora y me dijo: ‘Sí, ya sé, te conozco porque te vi en un video'. Yo no lo podía creer”.

Magui, como la conocen todos, admite que el video de Tik Tok tuvo mucha repercusión, tanto positiva como negativa, con comentarios que aún no entiende. “Pensé que nadie iba a ver el video y me escribieron un millón de personas. Los que me conocen bien se reían y me hacían buenos comentarios, pero también me pasó de ver comentarios que decían ‘que mentirosa, ni loca paga eso en Viena’ o gente diciendo ‘sí hacen eso pero después viven de a 20 porque no pueden pagar otras cosas’ o ‘si estudiaste acá y te fuiste no vuelvas’. Vos decís para, afloja”.

Lo que le pasó a Magui forma parte de la nueva forma de comunicarnos e interactuar en las redes sociales con todo lo que ello implica. Hace unos años era impensado que una persona pueda dedicarse a crear contenidos y viajar por el mundo, también que se iba a democratizar tanto la información más allá de los medios tradicionales. Sin embargo, más allá de lo positivo también tiene su lado b: los comentarios negativos y la brecha que se quiere fomentar en contra y a favor de aquellas personas que migran, historias que son mucho más profundas que un contenido.

Del Instagram de adnsur

SACRIFICIO Y ESTUDIO

En su caso, Magui llegó hace un año y medio a Viena, la capital de Austria, admite que la ciudad le encanta, pero también que extraña algo bien argentino, la cultura. “Es lo que más extraño. Cuando llegué acá lo primero que hice fue buscar a un grupo de argentinos. Al principio creía que era porque no me gustaba hablar inglés y quería hablar español pero me di cuenta que lo que extraño es la cultura, el ‘te paso a buscar y hacemos algo’, nuestra forma de ser y de tratarnos. Acá cuando te conocen te dan la mano y a mi me parece muy frío, horrible, porque el argentino viene y te abraza aunque no te conozca, y eso también lo necesito”.

A contrapartida, Magui admite que le encanta el lugar donde está y asegura que quiere quedarse. “Me gusta mucho la paz que hay, porque si bien hay cosas de la cultura que no me gustan tanto hay muchas cosas que son buenas. Por ejemplo, nadie se mete en tu vida, te podes poner cualquier cosa y en la calle nadie te va a mirar porque no le importa; otra cosa que me gusta, que es la razón por la que me fui de Argentina, es que es extremadamente seguro; vuelvo de noche sola, tres de la mañana, con el celular en la mano y no te pasa absolutamente nada. Perdí mi cartera en un boliche y me la han devuelto con plata, con celular…nunca te va faltar nada. Y el clima es un poco parecido a Comodoro, un poco ventoso y en verano hace calor pero re bancable”.

Lo cierto es que más allá del lugar Magui tiene su propia historia. 

Magui junto a sus padres en el Danubio de Viena.
Magui junto a sus padres en el Danubio de Viena.

DE COMODORO A EUROPA 

La joven que nació en Comodoro emigró a Viena para realizar un doctorado en Neuroimágenes y completar la formación profesional que comenzó en Oro Verde, un pequeño pueblo cercano a Paraná donde estudió Biomedicina.

Admite que su sueño siempre fue irse a Australia, pero el Covid cambió los planes y un día, cansada de esperar, decidió postular para Viena a través de Linkedin, sin imaginar que la iban a llamar. 

“Al final me llamaron”, dice entre risas. “En realidad mi sueño era Australia porque allá había muchas posibilidades de trabajo para mí, pero quería venir a hacer un doctorado a algún lado y como estaba cerrado por Covid, me cansé y busqué otra opción. Ahora estoy haciendo un doctorado en Neuroimágenes y me encanta, es como un trabajo, uno prácticamente no estudia. En tres años tengo seis materias que se hacen en una o dos semanas y lo que tengo que hacer es sumar puntos con congresos, dando charlas, discutiendo papers con el equipo y finalmente hacer la tesis. En mi caso ya tengo tres papers y me podría recibir, pero me faltan puntos de clases y la tesis, por supuesto, pero es largo, algunos compañeros tardaron entre cinco y siete años para hacer el doctorado”.

Magui extraña la cultura y el modo de vida nativo. Por eso, en Viena, tiene su propio grupo de amigos argentinos con quienes habla y siente el mismo idioma.
Magui extraña la cultura y el modo de vida nativo. Por eso, en Viena, tiene su propio grupo de amigos argentinos con quienes habla y siente el mismo idioma.

Para Magui hacer su doctorado es parte de su camino profesional, aquel que comenzó a los 17 años en la Universidad Nacional de Entre Ríos y continuó en el Fleni de Escobar, donde trabajó durante tres años.

Sobre esa experiencia laboral solo guarda buenos recuerdos. “Básicamente me dediqué a procesar imágenes cerebrales y hacer investigación en base a eso. En Fleni me dedicaba más a lo que era Alzheimer y no solo había investigación sino también procesamiento de imágenes. Acá es distinto porque desde que llegué me dediqué solamente a la parte de investigación y me dedico más a tratar que la adquisición del estudio sea más fácil y tener mejores resultados. Por ejemplo, imágenes con menos ruido o ahora estoy con el caso de un paciente al que le tienen que hacer dos estudios y en vez de dos le voy a hacer uno. Eso permite ahorrar en costos y al paciente venir solo una vez”.

Magui admite que le gusta mucho lo que hace y asegura que tuvo mucha suerte, tanto por su paso por el Fleni como por haber aplicado a Viena, donde el sistema de investigación es completamente diferente. “Acá arrancamos de cero, queremos ver una patología y reclutamos a los pacientes y se les paga para hacer el estudio. Entonces la manera en que se obtienen imágenes es completamente diferente”, explica para entender en parte la forma en que se trabaja.

MIGRAR SIEMPRE ES DIFÍCIL 

Luego de un año y medio en Viena, Magui admite que le gustaría quedarse y sacar la ciudadanía, algo que podrá hacer cuando cumpla seis años de residencia y tenga un excelente nivel de alemán, el idioma oficial en Austria.  

“Todavía no estaría siendo el caso, porque me falta aprender”, dice con gracia. “Es un idioma muy difícil y es lo que más me cuesta porque si no hablás el idioma te quedás afuera de muchas cosas. Por ejemplo, el año pasado jugué al hockey, que jugué toda mi vida y me encanta, pero terminé dejando porque hablaban solo alemán y no entendía lo que había que hacer. También que uno va a entrenar para sociabilizar y la gente es muy cerrada. Pero me quiero quedar, terminar la carrera y después me gustaría mucho viajar. Mi plan era ‘cuando esté en Europa voy a viajar un montón porque está todo cerca’, pero trabajo 60 horas a la semana y los fines de semana estoy cansada, entonces no hago tanto. Pero creo que el día que tenga la ciudadanía uno o dos años me la pasaría viajando y haciendo otra cosa, conociendo gente y otra cultura”.

Magui durante muchos años defendió los colores de Comodoro Rugby Club.
Magui durante muchos años defendió los colores de Comodoro Rugby Club.

Magui hace un año y medio que no vuelve a Comodoro. En principio su idea es volver en marzo. Su sobrino, hijo de su hermano que vive en Múnich, cumple su primer año de vida y quieren celebrarlo en familia, en el lugar donde ella nació e inició su camino; aquel proceso que la llevó a la biomedicina, las neuroimágenes y a su fama fugaz en Tik Tok, un mundo donde solo se ve una cara de la moneda, a fin de cuentas la vida de los inmigrantes nunca es tan fácil ni sencilla lejos de su patria. 

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