Pablo Parra, quien fue condenado a cadena perpetua por el femicidio de la estudiante Agustina Fernández en Cipolletti, fue denunciado por una joven que asegura haber recibido mensajes de él desde la cárcel. La situación generó alarma y reavivó la discusión sobre el uso de celulares y acceso a Internet en las cárceles de Río Negro.

La joven, que prefirió mantenerse en el anonimato, relató que todo comenzó cuando recibió una solicitud de amistad en sus redes sociales, la cual ignoró al percatarse de que provenía de Parra. "Obvio que lo bloqueé, qué espanto...", expresó. La situación se tornó aún más perturbadora cuando, horas después, descubrió que Parra le había enviado dinero a través de Mercado Pago, como respuesta a una colecta que ella había iniciado para operar a su gato.

"Imaginate que soy una mujer con una niña, sola. Y cómo puede ser que alguien que esté preso por algo tan aberrante pueda usar las redes y mandar solicitudes de amistad a mujeres, como si nada", cuestionó la joven, visiblemente afectada por el incidente.

La madre de Agustina Fernández, Silvana Cappello, también se manifestó al respecto en sus redes sociales, denunciando la falta de control en las cárceles y criticando duramente a la justicia: "Me cansé de decirles que este HDP nos sigue tomando por tontos...y qué hace la Justicia...¿dormida? ¿o acaso cómplice y corrupta?", expresó en un post de Facebook.

El caso volvió a poner en el centro del debate el protocolo establecido en enero de 2019 en las cárceles de Río Negro, que prohíbe el uso de celulares con acceso a Internet, redes sociales y cámaras digitales. Según esta normativa, los internos solo pueden utilizar los teléfonos durante dos horas al día y bajo estricta supervisión para comunicarse con sus familiares. Sin embargo, el caso de Parra evidencia serias falencias en la aplicación de estas restricciones.

El brutal asesinato de Agustina Fernández, ocurrido el 2 de julio de 2022, conmocionó a la comunidad de Cipolletti y desencadenó una exhaustiva investigación que culminó en la condena de Parra. Según la fiscalía, Parra, obsesionado con Agustina, la atacó salvajemente en su casa después de invitarla a cenar. Aunque en un principio intentó hacer pasar el crimen como un robo, las pruebas forenses y los detalles de la escena del crimen lo señalaron como el único responsable.

Durante el juicio, se demostró que Parra había planeado meticulosamente el ataque, aprovechando la confianza que Agustina tenía en él. Sin embargo, fue su propia torpeza al dejar un fragmento de tela en la concertina y su ADN en las uñas de la víctima lo que finalmente lo condenó.

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