Estaba en la escuela, fue a tomar agua y nunca volvió: la encontraron asesinada con más de 40 puñaladas
Beatriz tenía 7 años. La buscaron por 41 minutos hasta que hallaron su cuerpo masacrado en un salón en desuso. Su familia tuvo que esperar seis años para que apareciera el culpable. Un crimen casi perfecto, una confesión, y muchísimos cabos sueltos
El 10 de diciembre de 2015 Beatriz Mota, de 7 años, había ido junto a su familia a la graduación de su hermana mayor. Tuvo sed y fue hasta el bebedero: era su escuela - el colegio privado Nuestra Señora Auxiliadora de Petrolina- y no había peligro. Pero nunca regresó. 41 minutos después hallaron su cuerpo masacrado. Luego de 6 años, la semana pasada finalmente se pudo señalar al culpable.
Es la graduación de Samira Mota y sus compañeras que acaban de terminar tercer año de la secundaria en Pernambuco, Brasil. Allí está toda la familia: sus hermanos Leandro y Beatriz Angélica y sus padres, Sandro Romilton (en Brasil los hijos llevan primero el apellido de la madre) profesor de inglés de la institución y Lucinha Mota (congresista).
Beatriz le avisa a su mamá que bajará de donde están sentadas para tomar agua de los bebederos. Son las 10.09 de la noche del jueves 10 de diciembre de 2015.
En el colegio, uno de los más prestigiosos de la zona, había en ese momento unas 2 mil personas. De todos los ingresos del establecimiento, solo la puerta principal, donde hay seguridad contratada, está habilitada.
La madre de Beatriz espera sentada a que su hija vuelva de tomar agua. Mientras, Sandro está tomándose fotos con sus alumnos. Pasan los minutos. Beatriz demora, Lucinha se inquieta. Se levanta y va a buscarla entre la gente. A las 10.25 -sólo 16 minutos después de que la niña se fuera- Lucinha le avisa a Sandro que no la encuentra.
A las 10.43, Sandro se sube resuelto al escenario e interrumpe a la banda musical que está tocando. Solicita el micrófono para llamar a Beatriz. Por los altoparlantes se lo escucha decir: “Beatriz, ay hija mía, ¿dónde estás? Oye Bea, todos te buscan mi amor… Ella está vestida como yo, con la cara de su hermana”, explica a la gente, al tiempo que se señala la remera.
Al rato, Sandro retoma el micrófono y su voz ya transmite angustia: “He mirado por todos lados que se me ocurren en el colegio… y todavía no he encontrado a mi hija. Estoy desesperado”. Varios padres y miembros de la escuela ayudan en la búsqueda.
No pasa mucho tiempo más hasta que un guardia de seguridad la encuentra en un espacio pequeño, ennegrecido por el humo. Es un depósito donde se guardan los elementos de un gimnasio en desuso. Un incendio provocado intencionalmente por alumnos, tiempo atrás, ha dejado este sector abandonado. Entre el hollín, envases de productos de limpieza y cables… está la pequeña Beatriz.
Tardaron 41 minutos en hallar a la pequeña: su cuerpo estaba ensangrentado y tenía aun el cuchillo, con el que la asesinaron de 42 puñaladas, clavado en su abdomen
El gran cuchillo dejó heridas en sus brazos, sus piernas y su abdomen. Es una expresión de la violencia extrema, de alguien desquiciado por la rabia. Eso hace pensar que el crimen (por ser con arma blanca y con tanta furia) es algo personal. No se detectan signos de abuso sexual. Una pregunta los acosa: ¿cuál es el motivo del crimen?
Los detectives creen que ha sido asesinada allí dentro ya que no se ven rastros de sangre fuera de ese clóset. Por otro lado, también parece claro que la pequeña no entró caminando ni arrastrada, no se ven ese tipo de huellas en ese reducto lleno de polvo negro. En el área del gimnasio en desuso las cámaras no estaban funcionando.
Un hombre de verde
Se pensó con cierta lógica, por donde se encontró a la menor, que el asesino conocía muy bien el colegio. Que el hombre sabía que en esa área precisa no había nadie, ni cámaras funcionando. Que era el punto perfecto para cometer el peor de los actos sin ser visto.
Algunos testigos refirieron haber visto a un sujeto de remera verde sentado cerca de la fuente de agua; a un hombre en los alrededores de los baños; a un tipo salir del área del gimnasio… Según el padre de Beatriz, este mismo personaje sería quien antes, esa misma tarde, se había acercado a dos chicos para pedirles si lo podían ayudar a llevar una mesa al auditorio, en un intento por atraerlos hacia el oscuro corredor… Quizá, cree, haya sido la misma excusa con la que se acercó a Beatriz.
La idea de que hubo una conspiración para matar a Beatriz, tomó cuerpo por un tiempo. Luego, también circuló la idea de una bizarra motivación religiosa: magia negra. Algo bastante frecuente en algunas regiones de Brasil. ¿Podía haber sido un rito satánico?
Entre las muchas teorías, hubo una que especuló con la idea de que hubiera más de una persona involucrada y que la hubiesen matado fuera de ese cuartucho para luego trasladar hasta allí su cadáver. Pero el tiempo para tanto despliegue, no excedió la media hora. En esa ventana de minutos deberían haberla engañado, raptado, apuñalado y movido. Demasiadas cosas coordinadas evitando que miles de ojos pudieran ver algo.
La policía llegó a señalar a cinco empleados de la escuela, cuatro varones y una mujer. Habían presentado problemas en sus interrogatorios: nervios o algunas contradicciones. Eso unido a que la estratégica luz del pasillo al viejo gimnasio estaba apagada y a que el 25 de noviembre, quince días antes del asesinato, habían reportado como perdidas un juego de tres llaves que daban acceso a todos los sitios del colegio, hacían pensar en un crimen premeditado.
La familia sintió desde un primer momento que la investigación no conducía al verdadero asesino. Debieron peregrinar seis años para lograr que las autoridades los escuchen
En septiembre de 2016 la policía dio a conocer el video de un sospechoso hombre de verde caminando alrededor del colegio a las 20.30. Es fácil distinguirlo entre la gente porque camina de manera claudicante. Una hora y nueve minutos después se lo vuelve a ver y parece estar hablando con alguien por celular. Corta la llamada y se lo puede observar sacando un cuchillo que luego guarda en su media. Ese cuchillo sería el arma homicida.
El hombre de verde llega a la puerta del colegio a las 21.45 y se mezcla con la gente del lugar en la entrada. Ya no se lo vuelve a ver tan claramente, pero una fugaz imagen de él, surge de la filmación de la graduación: el hombre cruza el auditorio hacia donde está la fuente de agua. Es casi la misma hora en la que Beatriz, acuciada por la sed, decide ir a beber.
No habrá ninguna imagen más de él. Ni saliendo del lugar.
La familia desesperada intentó seguir muy de cerca el caso, pero la policía no se lo permitió. En noviembre de 2017, Lucinha viajó a Recife para hablar con el gobernador y exigir que les otorgaran acceso a la causa.
Los peritos a cargo del caso decidieron mandar las imágenes del sospechoso filmado al FBI norteamericano. Querían conseguir que las imágenes de aquel hombre fueran aumentadas y mejoradas. Así podrían compararlas mejor con cualquier sospechoso que encontraran.
En octubre de 2019, ante la falta de resultados, los padres iniciaron una investigación paralela.
-Tenían el ADN y una huella dactilar obtenidas del cuchillo utilizado en el homicidio. Faltaba con quién compararlos.
-Había certeza de que no se concretó ningún abuso sexual.
-Días antes del crimen había desaparecido un llavero con tres llaves que daban acceso a todas las entradas y salidas del colegio.
-Un sospechoso o identificado de remera verde había deambulado por el colegio intentando acercarse a dos niños antes que a Beatriz.
Seis años después encontraron al culpable
En diciembre de 2021, al cumplirse otro aniversario del crimen, los padres de Beatriz, Lucinha Mota y Sandro Romilton, caminaron durante 23 días para recorrer los 700 kilómetros que separan Petrolina de Recife. Lo hicieron en protesta por la falta de respuestas sobre el crimen de su hija. El dramático periplo tuvo cobertura de todos los medios brasileños que siguen el caso con pasión.
Pocos días después, más precisamente el 28 de diciembre pasado, el gobernador Paulo Cámara, anunció la destitución del perito penal que actuaba en el caso, Diego Costa. Fue el primer resultado de la larga caminata.
Comenzado el 2022, vendría otro logro muy oportuno para las cuestionadas autoridades. La policía científica del Instituto de Genética Forense Eduardo Campos de Recife, quienes llevaban mucho tiempo cotejando el ADN hallado en el arma homicida con el de los criminales detenidos, encontraron una coincidencia total. Habían cotejado unos 125 ADN cuando… ¡bingo! saltó un resultado: Marcelo da Silva, 40 años.
Marcelo da Silva, 40 años, confesó el brutal crimen. Todavía no se sabe por qué la mató. El oscuro personaje, en 2011, había sido acusado por estupro contra una menor de 12 años y, luego, había sido encarcelado por un robo en un supermercado.
El 10 de enero de 2022, da Silva, quien estaba detenido por otro delito en la cárcel de Salgueiro desde 2016, fue confrontado con el hecho. Confesó el crimen.
¿Cómo no compararon antes su ADN? La ex jefe de la policía científica, la genetista Sandra Santos, reconoció que por una mala investigación no se llegó antes a este resultado.
Según expresó el secretario de Defensa Social de Pernambuco, Humberto Freire, la pequeña habría sido asesinada porque vio al hombre, un sujeto que vivía en la calle, con un cuchillo. Se asustó y da Silva quiso silenciarla a navajazo limpio.
La gran duda que flota todavía sobre el caso es la falta de una motivación creíble para cometer semejante crimen. Eso sostiene la familia Mota al tiempo que pide que se federalice la investigación y que se le dé participación al FBI. Lucinha asevera que aun siendo el culpable porque el ADN es incontestable, hay mucho más que averiguar: ¿Cómo salió el asesino del colegio? ¿Alguien lo mandó a matar? ¿Tuvo cómplices dentro de la escuela que lo apoyaran? ¿Podría ser un crimen en venganza contra el colegio?
El asesino confeso habló, a través de su abogada, el último sábado 15 de enero en la TV Globo, para expresar que está arrepentido. Le pidió a su defensora que le diga a Lucinha que la quiere ver. Después del daño que infligió a los Mota desea aliviarles el corazón, pedirles perdón y contarles la verdad. Quién sabe qué más tenga para decirles el ahora, extrañamente, empático da Silva.
Ese mismo medio brasileño publicó hoy que Da Silva relató que esa noche estaba sin dinero para volver a su casa y que había pensado en robar una moto, pero terminó entrando al colegio. Él creyó que ingresaba a una Iglesia. Alguien que lo vio borracho lo echó, pero volvió a intentarlo para tomar agua y esta vez lo logró. Fue en ese momento que vio a Beatriz, cerca de la fuente.
La pequeña, según él, le dijo: “Tenés un cuchillo ahí”. El asesino enojado le respondió “Callate la boca”, y la hizo entrar en el cuartucho “Quedate calladita, que ya me estoy yendo… pero ¿qué pasó? ella comenzó a gritar”. Por ese motivo la atacó, sostiene, y luego se fue a lavar las manos al baño. Salió del colegio sin problemas y se fue a bañar a un río cercano y consiguió ropa limpia de unos mendigos.
Quizá que el criminal sea un alienado sin un motivo claro y ella una víctima casual, sea algo difícil de enfrentar. El azar y la muerte. Sin sed, capaz que Beatriz no hubiese sido víctima. O, si la secuencia de hechos hubiese ocurrido diez minutos antes o diez después, ella no se hubiera topado con el brutal homicida.
Con información de Infobae