El miércoles 11 de mayo del 2011, hace diez años ya de aquel día, Jim Pitzen llevó en su auto a su hijo a la escuela primaria Greenman, en la ciudad de Aurora, en el estado de Illinois, Estados Unidos.

Al llegar, Timmothy de 6 años, le dijo como siempre “Papá te amo”, dibujó con sus labios una sonrisa y se bajó del vehículo corriendo. Lo último que Jim vio de él fue el Hombre Araña que llevaba estampado en la mochila que colgaba de su espalda. Se quedó unos segundos esperando que entrara al colegio sano y salvo... dio marcha atrás en el parking y se fue.

La sorpresa de mamá

Menos de una hora después de esa escena, entre las 8.10 y las 8.15, la madre de Timmothy, Amy Fry Pitzen, de 42 años, cayó a buscarlo de sorpresa al colegio. Le dijo a la maestra que tenía que retirar a su hijo por una emergencia familiar.

En las cámaras de vigilancia de la escuela primaria se ve a Timmothy correr hacia su madre, con la mochila puesta, y darle la mano. Luego, se los observa cruzar el lobby de pisos coloridos y salir por la puerta principal. Timmothy llevaba puestos unos pantalones cortos azules, una remera marrón, medias blancas y zapatos oscuros.

Retiró a su hijo del colegio, apareció muerta y dejó una carta: "Mi hijo está a salvo pero no lo van a encontrar"

Subieron a la camioneta y Amy manejó casi 50 kilómetros hasta un taller mecánico donde dejó su Ford Expedition para una revisión de rutina. Para no quedarse esperando ahí le preguntó al empleado del lugar si podía llevarlos hasta el zoológico de Brookfield, ellos después volverían por sus medios. De esa manera, Timmothy no se aburriría tanto. El empleado le dijo que sí y los alcanzó hasta el lugar.

Allí, madre e hijo, pasearon felices durante varias horas y volvieron a buscar el auto a las 15.

Los caminos de Amy

Cuando esa tarde Jim fue a buscar a Timmothy al colegio se llevó una sorpresa: le dijeron que su mujer lo había retirado muy temprano esa mañana. Lo primero que hizo fue marcar el celular de Amy, pero ella no respondió. Le dejó varios mensajes que fueron directo al buzón de voz. Llamó también al trabajo de Amy. No sabían nada de ella. Estaba confundido... ¿Qué estaba pasando? Había desayunado con Amy esa mañana, todo parecía estar bien y no existía ninguna emergencia familiar. Sin saber qué hacer, Jim volvió a su casa.

Hacía un tiempo Amy había pasado por una depresión y la pareja enfrentaba algunas dificultades en su matrimonio. Una vez se había ausentado sorpresivamente del hogar, pero no se había llevado a su hijo. Jim comenzó a llamar a todos los familiares. Nadie sabía nada. Ya volverían, pensó. Sus parientes creían lo mismo.

Retiró a su hijo del colegio, apareció muerta y dejó una carta: "Mi hijo está a salvo pero no lo van a encontrar"

Por su lado, luego de retirar la camioneta, Amy se dispuso a conducir otra vez. Se dirigió a Gurnee, a unos 72 kilómetros de donde estaban. Se registraron en un resort que cuenta con un parque acuático, llamado en ese entonces Keylime Cove (hoy su nombre es Great Wolf Lodge). A la mañana siguiente, jueves 12 de mayo, se levantaron, desayunaron y se marcharon rumbo a Wisconsin Dells, en el estado de Wisconsin. Eran 272 kilómetros. En el camino se detuvieron para comprar ropa, un auto de juguete y un juego para armar para Timmothy. En la autopista interestatal 94 pararon a cargar nafta y tomaron unas bebidas. Ambos hicieron el check in en el Kalahari Resort. Este hotel también tenía parque acuático, cine y pistas de bowling. ¡Ideal para chicos! Parecía una escapada para disfrutar.

Mientras, en la casa familiar reinaba el desconcierto. El jueves 12, al ver que no volvían, Jim decidió no esperar más y llamó a la policía. Denunció la desaparición de su hijo y de su mujer. El nombre de Timmothy fue incluido en la base nacional de chicos desaparecidos, pero no se activó la alerta Amber porque estaba con su madre y no se creía que su vida estuviera realmente en peligro.

El viernes 13 de mayo, Amy y su hijo repitieron el mismo esquema: se levantaron, desayunaron y se fueron a las 10.10. Las cámaras del hotel los muestran de la mano y, en un momento, se ve que Timmothy chequea algo dentro de su mochila que lleva colgada su madre. Se subieron al auto y Amy tomó una ruta hacia el sur por la interestatal 39 y, luego, se incorporó a otra autopista hacia el oeste con dirección a la ciudad de Sterling.

Fue ese mediodía, entre las 12 y las 13.30, que Amy comenzó a devolver las llamadas de sus familiares. Tenía el teléfono atiborrado de mensajes de su marido y de todos sus parientes preocupados. Amy no se dignó a llamar a Jim, aunque sí habló con su cuñado, el hermano de su marido, a quien dejó conversar un poco con Timmothy. Una sola frase resuena todavía en la cabeza de él: “Timmothy me pertenece”, dijo Amy en un momento. También llamó a su madre, Alana Anderson, para decirle que estaban bien, que solo necesitaba estar un día o dos tranquila con su hijo. La conversación pareció normal. Los registros del teléfono móvil indicaron que al momento de esa llamada estaba al noroeste de Sterling, cerca de la ruta 40. La abuela, mientras hablaba con Amy, oyó a su nieto decir que tenía hambre. Fue la última vez que alguien escuchó la voz de Timmothy.

El cuñado y la madre de Amy llamaron a Jim para tranquilizarlo, parecían estar bien.

Luego de esas llamadas, el rastro de Amy y Timmothy se vuelve en extremo raro. Ella se aleja de las rutas principales y toma caminos secundarios donde no hay cámaras instaladas. Ya no habrá más imágenes con su hijo.

Casi seis horas más tarde, a las 19.25, los videos de seguridad de una tienda Dollar, en el pueblo de Winnebago, la graban sola. Amy entra a comprar una lapicera, un sobre y papel de carta. A las 20, otra videocámara la muestra en Sullivan ‘s Food. A las 23.15 se registra en el Hotel Rockford Inn, en la ciudad de Rockford. Timmothy no está con ella.

¿Qué ocurrió en esas horas de las que no hay registro alguno? Nadie lo sabe.

Un hallazgo desesperante

El sábado 14 de mayo, a las 12.30 del mediodía, una mucama del hotel Rockford Inn entró a la habitación. La escena que encontró fue de terror: Amy se había suicidado cortándose las muñecas. Luego de los análisis forenses, los peritos confirmarían que en su cuerpo había altas dosis de antihistamínicos.

El establecimiento llamó a la policía. Los agentes que arribaron al lugar encontraron en el cuarto el arma que Amy había utilizado. También estaba allí la tarjeta de identificación personal de Timmothy.

Se había suicidado, eso estaba claro, porque había dejado una carta. En su nota, que parecía dirigida a Jim, aseguraba que su hijo estaba “con gente que lo ama y se preocupará por él ... nunca lo encontrarás”. ¿Dónde estaba Timmothy? Esa era la gran incógnita. Tampoco hallaron el celular de Amy ni la ropa que llevaba puesta según la mostraba el video de cuando fue al colegio a buscarlo: unos pantalones capri marrones, una camisa blanca y sandalias.

La policía recuperó la camioneta de Amy en el parking del hotel y la llevó para buscar pistas. Los restos en las ruedas podrían indicar por dónde había andado antes de suicidarse.

Empezó una búsqueda contrarreloj del menor.

Timmothy James nació el 18 de octubre de 2004, en la ciudad de Aurora. Para Amy Joan Marie Fry su matrimonio con Jim Pitzen era el cuarto intento de formar una pareja estable y Timmothy era su primer hijo. Que el nombre llevara dos mm era algo inusual, pero Amy quería que su hijo fuera “especial”, eso dijo.

Había sufrido depresiones en el pasado, pero estaba medicada y parecía haber evolucionado bien. A su pareja anterior, muchos años atrás, la había amenazado con matarse después de una discusión. Había parado el auto sobre las vías de un tren mientras aseguraba que iba a dejar que el ferrocarril la atropellara. Un rato después, desistió del intento y dejó que la llevaran a un hospital psiquiátrico donde pasó internada una semana. Le recetaron antidepresivos y volvió a casa. De todas formas, ese matrimonio naufragó.

Jim y Amy se conocieron en una fiesta de amigos un par de años antes. En el año 2003, según relató Jim a la CNN ella “tomó pastillas y estuvo sentada en el borde de un acantilado. Se supone que se desmayó y cayó...”. No se sabe bien, pero el hecho no habría tenido mayores consecuencias físicas. Al año siguiente Amy quedó embarazada. Para Jim, que acababa de superar un linfoma de Hodgkin, era una alegría extra ser padre. Decidieron casarse antes del nacimiento del bebé.

Jim le aseguró a los investigadores que Amy disfrutaba mucho siendo madre y que se dedicaba completamente al pequeño. Lo adoraba. Aunque debió reconocer que la pareja no andaba del todo bien, habían estado discutiendo bastante. Sobre todo, después de que Amy se hubiera ido a festejar su cumpleaños a un crucero con una amiga y sin él. Ante el reclamo de Jim, Amy mencionó la posibilidad de separarse, pero luego dio marcha atrás y no se habló jamás de un divorcio. Creen que tenía terror de perder la custodia de Timmothy. Estaba convencida de que por sus problemas mentales el juez se la otorgaría, sin dudar, a Jim.

Teorías y verdades

Los investigadores hablaron con Jim con absoluta franqueza. Le preguntaron si creía que Amy podía haber asesinado a su hijo. Él dijo rotundamente que no. Lo mismo repitieron amigos y familiares. Lo quería demasiado. Pero ya sabemos que el exceso de amor puede ser un arma con dos filos.

Retiró a su hijo del colegio, apareció muerta y dejó una carta: "Mi hijo está a salvo pero no lo van a encontrar"

Al principio, cuando revisaron las compras que había hecho Amy con su tarjeta de crédito, los detectives fueron optimistas. A las 11.15 del día jueves 12 había adquirido ropa y juguetes en la tienda Racine, en Wisconsin. Esas cosas no se encontraron ni en el hotel ni en la camioneta Ford Expedition. Como tampoco se halló la mochila con la estampa del Hombre Araña de Timmothy. Pensaron que la madre podría haber dejado al niño con otra gente y sus pertenencias.

La búsqueda se intensificó, pero al mismo tiempo los peritos criminalistas hallaron en el auto abundante sangre del menor. Sonaron las alarmas. Estas fueron desactivadas por la misma familia que contó que hacía muy poco tiempo, Timmothy, había tenido una fuerte hemorragia nasal dentro del auto.

Se examinaron las ruedas del vehículo y pudieron determinar que había estado estacionado en una zona de pasto, cerca de un cauce de agua porque tenía mucho barro. Eso sí que tensó, otra vez, la investigación.

El asiento para niños no estaba dentro del coche. ¿Quizá Amy se lo hubiese entregado a quienes tenían a Timmothy? La esperanza duró poco: el asiento apareció en su casa. Amy había salido de viaje sin él... Lo que demostraba que no estaba demasiado preocupada por la seguridad de su hijo.

Se inició una búsqueda masiva con investigadores de Illinois, Wisconsin e Iowa. El tiempo apremiaba.

Las últimas llamadas telefónicas de Amy procedían de algún lugar cerca de Sterling. Comenzaron la búsqueda en ese lugar. Tapizaron la ciudad con fotos del niño y se aseguraron que los habitantes estuvieran al tanto del caso para que pudiesen colaborar con nuevas pistas.

Si Amy lo había dejado con alguien no había forma que ese alguien no supiese de la gran búsqueda. Por su lado, Jim habló con los medios y suplicó por su aparición. En su casa, cada vez que sonaba el teléfono, era una tortura. Las ilusiones de que lo hubiesen hallado terminaban siempre en una profunda decepción.

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Cada vez había menos esperanzas de que estuviera con vida. Una verdadera agonía para Jim.

Los investigadores no pudieron encontrar ninguna conexión entre Amy y la zona de Sterling donde los rastros del pequeño se diluían. ¿Por qué había ido hasta allí? La cuenta de correo electrónico y los estados financieros de Amy fueron revisados con la idea de hallar nuevas pistas. No había nada. Por la cuenta que tenía Amy de peajes pudieron reconstruir que había hecho dos viajes a la zona de Sterling en los meses previos: el 18 de febrero y el 20 de marzo. Eso fue una sorpresa porque nadie en la familia lo sabía. Cada vez que acudió al lugar estuvo entre cuatro y cinco horas. Fuera lo que fuese que hubiera hecho, no era improvisado. Parecía algo bien planeado.

¿Lo había dejado con alguien? ¿Lo había asesinado y escondido el cuerpo? ¿Qué había vivido Timmothy esa tarde?

Las preguntas estaban sobre la mesa, pero jamás encontraron algo que indicara lo que de verdad sucedió. El área es inmensa y la falta de cámaras no ayudó aunque la recorrieron con equipos especiales.

Dos años después, en 2013, una mujer alcanzó a la policía un celular que había hallado dos años antes cerca de la ruta. Resultó ser el celular de Amy. Increíblemente esa mujer nunca había asociado ese teléfono al caso Pitzen. Lo había dejado guardado en un cajón hasta que un hermano suyo necesitó un nuevo celular. Recordó tenerlo, se lo ofreció, lo cargó y lo prendió. Ahí sí que pegó un salto… apenas miró los contactos agendados vio esos nombres que habían inundado los noticieros. Lo llevó a la policía y el aparato fue peritado, pero no aportó prueba alguna.

Un pista alentadora

El 3 de abril de 2019, el caso salió del freezer y se recalentó brevemente. Unos vecinos Newport, en el estado de Kentucky, llamaron a la policía para denunciar que un adolescente sucio y desaliñado vagaba por las calles.

Cuando la policía fue a ver lo que pasaba encontró a un joven angustiado. Ese chico les dijo que era Timmothy Pitzen y que tenía 14 años. Aseguró que se había escapado de dos hombres que lo habían secuestrado y encerrado durante años en un hotel de la cadena Red Roof Inn, en el área de Cincinnati. Según su propia descripción, los hombres tenían la contextura de unos fisicoculturistas y llevaban tatuadas arañas y serpientes en el cuerpo. La policía dudó de su historia, pero de todas formas mandó a hacer una prueba de ADN.

Después de ocho años sin novedades, la noticia estalló en los medios. Veinticuatro horas después estuvieron los resultados. Ese joven no tenía 14 años sino 23 y se llamaba Michael Brian Rini. Era un delincuente convicto de Ohio, que había salido de la Institución de Belmont menos de un mes antes, después de cumplir catorce meses de pena por robo y vandalismo.

La historia de que podía ser Timmothy se derrumbó. A Jim esto le reflotó su profunda angustia. Los que seguían el caso pensaron que quizá esta cobertura mediática impulsaría la aparición de pistas o datos. Estaban equivocados, el caso volvió a estancarse.

Diez años sin su hijo

Aunque Jim sigue creyendo que Timmothy está vivo en algún lado, los detectives tienen cada vez menos esperanzas. El Centro Nacional de Niños Desaparecidos y Explotados hace, cada tanto, nuevas progresiones de su imagen que reflejan cómo podría verse el adolescente hoy. La ilusión es que alguien lo reconozca y lo comunique a las autoridades.

La tía, Karla Jacobs, declaró “sabemos que Tim -por Timothy- debe estar en algún lugar... no vamos a parar de buscarlo, de quererlo y de rezar por él”. Las autoridades también salieron a remarcar que no se olvidarán del pequeño. Alana, la madre de Amy, por su parte, admitió en una entrevista que trata de perdonar a su hija por lo que se hizo a sí misma, pero “tengo problemas para perdonarla por que que le hizo a su hijo”.

Jim, quien se mudó de Aurora a su ciudad de origen, Clinton, en Iowa, hoy con 50 años, insiste e implora a la gente que preste atención: “Está por ahí, en algún lugar. No teman decirnos si lo han visto. Puede estar sentado justo al lado tuyo y vos no saberlo (...) Sé que es una cuestión de tiempo que nos volvamos a encontrar”.

En un reportaje que dio en el año 2015 a la revista People contó que su hijo se despertaba todos los días a las 5.30, que no era un remolón en la cama, y que cada día se levanta pensando que es otro más sin Timmothy. En la entrevista se pregunta: “Siempre me cuestiono qué le diría ella a Timmothy… ¿Por qué él no trató de llamarme? Nosotros le habíamos enseñado cómo llamar a emergencias al 911… Le habíamos dicho: ‘Este es el teléfono de tu madre, este es tu teléfono, esta es tu dirección…'. Lo típico que hacemos los padres (...) Él no está con su madre, no está con su padre. ¿Con quiénes está?”.

También le dijo a People: “La depresión es una enfermedad. Es para ser tratada. No puede ser ignorada. Yo la perdono, pero me llevará mucho superarlo… Me ha insumido mucha terapia poder atravesar el día a día. Aprender que no ha sido mi culpa; que ella lo planeó durante un tiempo…”

Ya se han cumplido 10 años de su forzada ausencia. Si estuviese vivo, Timmothy Pitzen tendría 16 y cursaría el secundario. Quizá pensar en eso sea alimentar una vana esperanza. El temor, que vuela por lo bajo y nadie pone en palabras, es que aquel viernes 13 su madre le haya quitado esa maravillosa vida que con tantas ganas le había otorgado.

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