Como un equipo de fútbol que lleva 20 minutos de partido con todos los nervios del debut en un torneo, una mirada del trabajo de los miembros del gabinete del gobernador Ignacio Torres ya deja terreno para la valoración, si bien no definitiva, al menos una primera impresión de cómo marcha el desempeño de cada uno de los jugadores.

Lo primero para decir, es que hubo una nueva Ley de Ministerios que modificó algunas estructuras y que, en el andar, eso trajo algunas trabas en determinadas áreas a las que todavía les cuesta acomodarse desde el punto de vista administrativo.

Hay muchos casos de integrantes del gabinete que llegaron sin experiencia porque nunca habían estado en la función pública y venían del ámbito privado; la consecuencia son órdenes que se vuelven impracticables, errores de papeleo básico, y el golpazo contra la pared de la burocracia estatal.

Torres y una de las reuniones de gabinete por zoom.

Más allá de este acomodamiento lógico, hay una queja que se escucha por lo bajo, respecto a cierta falta de compromiso que se nota por ejemplo en los funcionarios que trabajan media jornada, y que se retiran a las 14 y luego no regresan. Son contados con los dedos de una mano los que están en sus oficinas en el horario de la tarde.

¿Es un parámetro para medir si se trabaja bien? Por supuesto que no, pero se esperaba que el equipo arrancara con más ímpetu los primeros meses en los que se sabía, había que poner mucho esfuerzo para acomodar una provincia que sufre una crisis terrible.

No es sencillo armar un gabinete en una provincia como Chubut, logrando que un profesional exitoso deje su actividad privada, resignando ingresos y sometiéndose a la mirada de la opinión pública. Hace falta mucho compromiso, ponerse la camiseta en serio, y amar la política. Esa dificultad es algo que les ha ocurrido a los últimos gobernadores y este caso no es la excepción.

Para sacudir la modorra, Torres determinó convocar a reuniones de gabinete todos los lunes a las 7 de la mañana. En general se hacen por zoom, y sólo algunos están presentes en Rawson. En cada caso se pide un informe puntual de trabajo y se hace un seguimiento.

Han trascendido versiones “lavadas” como es lógico, pero hubo funcionarios que no la pasaron nada bien, con amonestaciones frente a sus pares. Se nota mucho “nerviosismo” en algunos antes de estos encuentros, porque temen quedar expuestos.

Hay que decir que uno de los problemas a resolver es la falta de incentivo económico para la planta política. Esta semana se firmó el Decreto 118/24 el pasado 14 de febrero, que reglamenta el artículo 30 de la Ley de Ministerios votada por la Legislatura en diciembre, que daba la potestad al Ejecutivo de establecer un adicional funcional remunerativo para los funcionarios y personal fuera de nivel, fijando porcentajes y alcances por responsabilidad funcional.

Torres escucha a su equipo en una de las reuniones.

Ahora el decreto deja en manos del Ministerio de Economía poner el valor a cada unidad retributiva, aunque fuentes oficiales desmintieron a esta columna que vaya a haber cualquier tipo de aumento para los funcionarios en lo inmediato.

Motores de gestión

El gabinete lo integran 8 ministerios y 8 secretarías de Estado; a esas 16 estructuras se agregan el triple de subsecretarías, además de los entes descentralizados y autárquicos. Claramente la idea no es analizar una por una, porque sería una tarea muy extensa, sino marcar algunos casos puntuales que se destacan, ya sea por su buen desempeño, o porque están dejando insatisfacciones.

Para empezar a desagregar el análisis del gabinete, hablemos de los destacados. Sin dudas, los dos nombres que son el alma de la gestión por diferentes razones, son el ministro de Gobierno, Andrés Meiszner, y el secretario general de la gobernación, Guillermo Aranda. Ambos se exceden mucho más en sus funciones de lo que realmente marcan sus cargos.

En el caso de Meiszner, oficia en la práctica de jefe de gabinete, y prácticamente todos los temas pasan por su mirada. No sólo interviene en cada una de las decisiones fuertes, ya sea leyes o decretos, que son claves en lo administrativo, sino que juega un rol político fundamental.

Ministro de Gobierno Andrés Meiszner.

Por un lado, es quien encabeza las negociaciones paritarias con los gremios, que hasta el momento vienen avanzando con tranquilidad y sin grandes inconvenientes, algo impensado en medio del caos de la economía nacional y en un contexto inflacionario galopante.

Por el otro, junto a Aranda y el Fiscal de Estado, Andrés Giacomone, Meiszner es quien lleva adelante las negociaciones con los diputados, especialmente los de la oposición, para que no haya sobresaltos en la Legislatura con las iniciativas del Ejecutivo. Los temas se hablan previamente con Juan Pais y Emanuel Coliñir, ambos de Unión por la Patria, y se arriba a consensos generales.

Con su experiencia forjada desde los 90 en Quilmes junto a Aníbal Fernández, conocedor de todos los vericuetos del ambiente, y luego de su paso por Trabajo y Educación en Chubut hace tres años, Meiszner le da al gabinete de Torres la mayor cuota de “volumen político” que quizás le falte a otros integrantes.

Meiszner habla a los gremios docentes en reunión paritaria.

Su estilo es directo y frontal, y muchas veces se producen choques. Sin pelos en la lengua para dirigirse al resto de sus pares, se lo respeta por su “background”, aunque no hace falta chequear antecedentes, porque los hace valer a cada paso. El único peligro es su carácter a veces impulsivo, que ya ha traído alguna situación de extrema tensión que fue solucionada.

El barrefondo

El desempeño de Meiszner es más notorio públicamente, pero a su lado, hay otro funcionario que trabaja 24/7 porque es prácticamente la “sombra” del gobernador Ignacio Torres, su hombre de máxima confianza a quien le confía las tareas más complejas: se trata del dolavense Guillermo Aranda.

Junto a Meiszner, son los dos conductores del gabinete pero con diferentes roles: a Aranda le toca ser una especie de “barrefondo” que va limpiando toda la suciedad que va surgiendo en la gestión. Como una especie de antivirus, su rol es detectar dónde hay contaminación, en qué sitios las cosas no están funcionando, luego acercarse y arreglar el problema.

Si a Meiszner se le valora su historia, al joven Aranda (35 años, fue compañero de escuela del gobernador) se le respeta su pertenencia: todos saben que es el “hermano” de la vida del primer mandatario, y que Ignacio Torres por un lado lo escucha, y por el otro baja a través de él los pedidos más específicos. Si te lo dice Guillermo, te lo está diciendo Nacho.

Aranda detrás de Ignacio Torres y Alfredo Cornejo, en una reunión de gobernadores.

Aranda tiene 6 subsecretarías a su cargo, pero abarca mucho más que eso: desde acompañar a Torres a reuniones con gobernadores o embajadores en Buenos Aires, hasta chequear por qué no pasó un transporte escolar a buscar a los chicos en un paraje del interior. Por si fuera poco, atiende todo el resabio que va quedando de lo que no tiempo el gobernador: muchas veces debe tratar con personajes residuales de la política a los que hay que contener para que no hagan ruido.

Es un trabajo agotador que requiere mucho “estómago” y que no termina allí. Cuentan que en los últimos días debió intervenir en tres áreas para destrabar problemas de estructura burocrática que frenaban todo accionar: concretamente en Infraestructura, en Desarrollo Social y en Seguridad.

En ambos casos, son sin dudas los roles más destacados del gabinete, donde sería injusto dejar afuera entre los más comprometidos al Fiscal de Estado, Andrés Giacomone, quien no sólo está a cargo de las demandas judiciales y de verificar todos los decretos y proyectos de ley, sino también cumple con una clara función política. Son los únicos tres a los que se puede llegar a encontrar cualquier día a las 18 horas en el edificio de Economía donde funcionan las oficinas del Ejecutivo.

Señalado

Para no ser injustos, hay que decir que el hecho de marcar a las figuras clave del gobierno no significa que todo el resto no trabaje, sino que quizás su desempeño no se ha destacado hasta el momento, sea por falta de capacidad, o por imposibilidades ajenas a su voluntad. Es lo que salta muchas veces en las reuniones de gabinete: no alcanza con mostrar ganas y quejarse de los problemas, sino que se piden resultados y soluciones.

Respecto a la falta de respuestas, aquí empezamos a meternos en el terreno complicado de aquellos que están recibiendo comentarios negativos desde todos los sectores. El que encabeza el lugar de los más “incómodos” es sin dudas el Secretario de Infraestructura, Nicolás Cittadini.

Y se debe a que está en el centro de un problema que es considerado el más importante para la gestión: el arreglo de las escuelas. A dos semanas del inicio de clases, aún no es claro el panorama de cada uno de los edificios. Sigue la etapa de diagnóstico confuso y no hay un detalle específico como al gobernador le gustaría.

Nicolás Cittadini.

El cambio de ministerio a secretaría, y el enorme cúmulo de responsabilidades que rebotan en la obra pública, provocan que Cittadini no esté pudiendo cumplir con lo que el gobernador le pide todas las semanas. Quienes lo justifican, dicen que en realidad las obras menores las está manejando el Ministerio de Educación que conduce José Luis Punta, y que Infraestructura debe tomarse seis meses para avanzar con licitaciones más grandes.

La eterna disputa de siempre que en la campaña electoral se había prometido que se iba a solucionar: quién se hace cargo de las obras menores en las escuelas. Lo cierto es que, a dos semanas del inicio de clases, hay una gran incertidumbre en el gabinete de si todos los establecimientos estarán en condiciones óptimas, algo que recién va a salir a la luz en la primera semana de marzo.

Esa fecha será el gran examen para Cittadini: si llegan a registrarse problemas serios en varios establecimientos, y se verifica que por falta de mantenimiento no pudieron comenzar las clases en un número importante de escuelas, hay quienes afirman que tendrá las horas contadas. Se juega a todo o nada en ese lapso, porque el cambio con la nueva ley de transparencia recién comenzará a verse en algunos meses, y el tema educativo no espera: es ahora.

Semáforo amarillo

Da la sensación de que el área de Infraestructura tiene la luz roja encendida, pero hay otras áreas que podemos describir en color amarillo, porque atraviesan problemas y se está a la espera de soluciones urgentes: hablamos de Pesca y de Seguridad.

Si alguien hubiera preguntado a Torres cuáles iban a ser los primeros problemas serios que iba a encontrar antes de asumir, muy probablemente no hubiera mencionado entre los principales a la pesca, una actividad central de la economía provincial donde el gobernador tiene buenos vínculos, especialmente en la flota amarilla de Puerto Rawson.

Pero el conflicto pesquero estalló en plena temporada y sigue sin solucionarse, con hechos graves desde lo ambiental y hasta lo policial, con vehículos incendiados y causas de extorsiones y amenazas con dirigentes gremiales cumpliendo prisión preventiva.

Una temporada caótica que tuvo un momento sensible el 29 de diciembre, cuando en Rawson se tuvieron que tirar casi mil toneladas de pescado al mar con una pérdida de 125 millones de dólares, por un reclamo salarial de los estibadores nucleados en el Supa.

¿Se pudo haber evitado ese desastre ambiental? Muchos en el gabinete creen que sí, si se hubiera actuado antes y de manera coordinada entre los titulares de la Secretaría de Pesca, Andrés Arbeletche, y de Trabajo, Nicolás Zárate. La falta de acuerdo entre ambos sobre las medidas a tomar, provocó que llegara tarde el dictado de la conciliación obligatoria, cuando el perjuicio ya se había producido.

Andrés Arbeletche y Nicolás Zárate.

Cuentan que no fueron pocos los que recomendaron a Torres despedir a ambos funcionarios apenas dos semanas después de haber asumido, pero el mandatario decidió darles una chance más. El conflicto aún no se resolvió, a pesar de las reuniones, las fotos y los anuncios de paz social. La temporada tiene aún tiempo por delante, por lo que habrá que esperar.  

El otro tema sensible sigue siendo la inseguridad en Trelew. Un asunto de larga data que no es nuevo y fue abordado en la campaña. Los hechos delictivos no dan tregua y se viene un plan operativo conjunto con fuerzas federales, acordado con la ministra nacional Patricia Bullrich.

Se sabía que las soluciones no iban a ser inmediatas y que va a llevar mucho tiempo resolver un tema multicausal en una ciudad aquejada por la pobreza y la falta de empleo, pero en este tema la política suele ser cruel. El ministro Héctor Iturrioz cuenta con todo el respaldo del gobernador, pero si los delitos no aflojan y llega a haber un hecho trágico, los primeros fusibles que suelen saltar son el jefe de comisaría, el jefe de la unidad regional, el jefe de Policía y el ministro del área.

Ignacio Torres, Patricia Bullrich y Héctor Iturrioz.

Para cerrar el semáforo amarillo, queda mencionar el área que conduce Guillermo Almirón, llamada Secretaría de Coordinación de Gabinete. Fue una de las invenciones de la nueva ley, y la verdad es que, en la práctica, no queda claro para qué está ni qué tareas cumple.

Almirón prefería un rol de diseño de políticas, pero se lo ve más bien acompañando a Torres a algunas reuniones y haciendo base muchos días a la semana en Comodoro Rivadavia, sin pisar Rawson. 

Laura Mirantes y Guillermo Almirón.

Cuenta con el respaldo del gobernador, pero quizás se debería reformular el área que, como le pasa a Laura Mirantes -quien está todos los días al pie del cañón y tuvo mucha participación en el combate del incendio en Los Alerces-, dispone de muy pocos recursos y estructura, al haberse reconducido la Ley de Presupuesto de 2023.

Se trato de “inventos” de la nueva Ley de Ministerios que se está viendo sobre la marcha si sirven o no. Quizás no es culpa de los protagonistas, sino de la burocracia estatal o de un diseño que parte de la misma cabeza del Ejecutivo que los pensó de una manera y ahora deberá evaluar el resultado.

Para la foto

O más bien para la firma. Esa sería la definición de lo que ocurre con un caso extraño actualmente en el Ministerio de Economía, que conduce Facundo Ball. Digamos de entrada nuestra hipótesis -confirmada por absolutamente todos los integrantes del gabinete que hemos consultado- que es la siguiente: el ministro de Economía de Chubut es Ignacio Torres, con el asesoramiento fundamental del presidente del Banco del Chubut, Paulino Caballero.

No estamos diciendo que Ball es un ñoqui y no trabaja. Sino que cumple un rol decorativo, que es clave desde lo operativo porque su firma es la que vale para los decretos, pero no decide, no toma definiciones, no marca políticas: solamente esta ahí.

Esta definición quizás sea injusta, porque surge de una comparación con ministros de Economía de otras épocas. Si miramos el pasado reciente, casos como el de Oscar Antonena, Pablo Oca, Gabriela Dufour o Victor Cisterna, por citar algunos, tenían un peso fuerte: recibían órdenes políticas que ellos ejecutaban de manera técnica y tomaban decisiones en sus áreas.

En otros tiempos, los integrantes del gabinete, los intendentes y los dirigentes gremiales hacían cola en la oficina del ministro de turno, con quien tenían que sentarse a negociar y llegaban a acuerdos, porque en la práctica es el que maneja la caja, aunque acate el mandato de su jefe político del momento.

El modelo del actual gobierno es diferente: nadie concurre a la oficina de Ball, que va a su despacho en soledad todos los días. El manejo operativo diario pasa por los dos subsecretarios Marcos Bensimón (Coordinación Financiera) y Carlos Tapia (Gestión Presupuestaria), que son los que reciben todas las consultas por teléfono. Nadie llama al ministro.

El día del anuncio del pago del Bocade estuvieron Caballero y Bensimón, y Ball ausente.

El diseño de las políticas macroeconómicas, la gestión de fondos, la búsqueda de contactos en Nación para destrabar la financiación de préstamos, el refinanciamiento de la deuda, todo pasa por Nacho Torres y por Caballero. Si uno quiere saber qué va a hacer Chubut en materia económica en los próximos meses, al último que debería llamar es a Ball.

Esto no es bueno ni malo, sólo es una descripción de cómo funciona este gobierno. El perfil de Torres, joven multifacético y super activo, conocedor de la cuestión financiera por su misma formación profesional, hace que no se lo pueda comparar con otros gobernadores que sólo sabían de política. Se mete en todo, y toma decisiones, no necesita preguntar a su ministro de Economía.

Estilo diferente

Y aquí llegando al cierre del análisis, nos detenemos en el estilo que le imprime Ignacio Torres a su gestión. Es la primera vez que un “milennial” es gobernador, por lo que nos enfrentamos a algo nuevo. Torres pertenece a la Generación Y: la de los nativos digitales, aquellas personas nacidas entre 1982 y 1994, para quienes la tecnología forma parte de su día a día, y todas sus actividades pasan por la intermediación de una pantalla.

A diferencia de otros gobernadores, que se instalaban en sus despachos desde las 7 de la mañana, Torres -con su energía y juventud- no para de dar vueltas por la provincia y va mucho a CABA, es decir que no está presente para hablar cara a cara con sus funcionarios, pero los vuelve locos por teléfono.

Los que son como él están más familiarizados, y los que no, tienen que acostumbrarse: con Torres se van a tener que relacionar por una pantalla, pero eso no significa que no vea las cosas, más bien todo lo contrario.

Torres les quema el teléfono a los integrantes de su equipo.

Dos meses todavía son un lapso breve para evaluar el desempeño de los funcionarios, aunque si se compara con el gobierno del presidente Javier Milei, no fue impedimento para despedir a varios funcionarios de áreas claves. “Si no anda, para qué esperar”, sería el mensaje. Otros consideran que hacer muchos cambios sería signo de debilidad o de haber elegido mal.

Tampoco es cuestión de sacar a un ministro o secretario si no hay un reemplazante a mano que pueda aportar una solución. Torres sabe lo difícil que fue armar el equipo, y seguramente se tomará su tiempo antes de tomar cualquier tipo de decisión. Quienes lo conocen, ponen dos fechas en el horizonte cercano: el inicio de clases y los 100 días de gestión.

El gobernador es exigente y tiene claro que algunos no están respondiendo como él hubiera querido. Todavía hay un margen para ver el desempeño de su equipo, aunque hay áreas claves y urgentes que no pueden esperar. Habrá que esperar a las próximas semanas.

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