Luego de cuatro años en uno de los cargos más difíciles y de mayor responsabilidad, Oscar Antonena dejará su lugar como ministro de Economía de la provincia del Chubut. Asumió un 15 de agosto de 2019 y se irá en la misma fecha, para pasar a cumplir funciones como subgerente general del Banco del Chubut.

La decisión se tomó en conjunto entre el mismo Antonena y el gobernador Mariano Arcioni, quien le reconoció al ministro su trabajo realizado en los años más difíciles de la pandemia, y que entendió que hubo un gran desgaste que merece un reconocimiento. Entre ambos acordaron el destino y la fecha de salida.

La información está confirmada incluso desde el Banco del Chubut, cuyo directorio ya autorizó la contratación hace un mes atrás, y faltaba definir cuándo sería el ingreso; eso se terminó de conocer el último viernes, cuando Antonena entregó a Arcioni la renuncia en mano con fecha de salida para el 15 de agosto, y se acabaron las especulaciones.

Los términos del alejamiento del ministro de su cargo se vienen hablando hace ya un buen tiempo, en la búsqueda de que el mensaje hacia la gente no sea de alarma -como suele ocurrir cada vez que hay un cambio en ese cargo- sino de la búsqueda de la palabra tan utilizada en estos casos: “oxigenación”.

Hace cuatro años, Antonena juraba como Ministro de Economía ante Mariano Arcioni.

El deseo de los protagonistas es que la salida de Antonena no tenga nada de traumática, como pudo haber ocurrido con otros miembros del gabinete como Federico Massoni, Mirta Simone, Andrés Meiszner o Cecilia Torres Otarola. Más bien, el modelo a seguir, fue lo ocurrido con otro pilar de la gestión en la pandemia, como el ex ministro de Salud, Fabián Puratich, quien partió hace un año atrás a la Nación.

Más allá de Alejandro Sandilo -mano derecha de Arcioni desde el primer momento- la vigencia de Antonena en el gabinete es de las más antiguas dentro de un equipo de colaboradores que sufrió todo tipo de cambios, producto de los cimbronazos de años muy complejos. El otro nombre histórico que todavía continúa desde aquella época es el de Gustavo Aguilera en Infraestructura.

Nuevo destino

En el mundillo político, corrieron todo tipo de versiones sobre el futuro de Antonena, a quien algunos incluso creían ver como futuro administrador general del Superior Tribunal de Justicia. Sin embargo, la opción más seductora y concreta, fue volver a un ámbito que conoce muy bien por su desempeño en otras épocas, desde hace más de 30 años, como funcionario del City Bank.

El lugar que va a ocupar es el de subgerente general adscripto a la Gerencia General, que hoy ocupa Gustavo González, quien lo pidió al directorio. Se trata de un cargo que tendrá una función especial, que estará apuntada específicamente hacia el sector público.

Casa matriz del Banco del Chubut en Rawson, donde funciona el directorio.

De acuerdo a los datos relevados por esta columna, la convocatoria a Antonena por parte del banco, obedece a que -en su rol de agente financiero de la provincia- debe hacer un seguimiento de las cuentas públicas del estado y plantear escenarios alternativos de disponibilidades financieras para los diferentes organismos y agencias. 

Concretamente, la nueva función de Antonena lo convertirá en la persona del banco a la que deberán llamar intendentes, miembros del Superior Tribunal, la Legislatura, y de cada ministerio, para coordinar la asistencia financiera hacia estos organismos. Su competencia exclusiva serán las cuentas de entes estatales, un ámbito que conoce de sobra.

Camino recorrido

El nombre de Oscar Antonena estará por siempre ligado al de Mariano Arcioni, ya que fue su mano derecha en los momentos más difíciles de la provincia. En el inicio de la gestión, el cargo en Economía no tuvo un ocupante firme: el gobernador sostuvo en un comienzo a Pablo Oca, pero luego de cinco meses tuvo que reemplazarlo por Alejandro Garzonio, quien poco más de un año después renunció y fue sucedido por su colaborador, Luis Tarrío.

En un récord poco destacable, Tarrío estuvo apenas dos meses en el cargo, los días posteriores al triunfo electoral de 2019, en los que no se pudo afrontar el pago del aguinaldo y los compromisos salariales firmados en paritarias a comienzos de año. Tuvo que dejar su lugar luego de la furia de los empleados estatales por el anuncio del “pago escalonado”, donde se instauraron cuatro rangos salariales para pagar los sueldos en diferentes fechas a lo largo del mes.

Ya a mediados de 2019, la provincia sufría un desequilibrio inédito entre ingresos y egresos, y un déficit que hacía imposible afrontar los compromisos en tiempo y forma. Esto generaba la urgencia y la necesidad de sentarse a renegociar los términos de la deuda con los acreedores de los bonos en dólares de Chubut, por el enorme peso que significaba en las cuentas públicas.

Esa mirada fue determinante para la elección de Antonena, considerado un especialista en la cuestión financiera. Asumió en agosto, con el atraso de un mes en la masa salarial que era de 3 mil millones de pesos, el cobro escalonado de haberes y un déficit galopante. A este escenario se le sumó 6 meses después la pandemia, que tiró por el piso los ingresos a niveles históricos.

A lo largo de cuatro años, recurriendo a un plan de achique del gasto, toma de préstamos y renegociación de la deuda con postergación de vencimientos por dos años, la gestión logró acomodar el caos de las cuentas, que en el peor momento llegó a deber tres meses de sueldo completos a los agentes públicos.

Arcioni y Antonena se saludan el día del anuncio del acuerdo con los acreedores por la renegociación de la deuda.

La evaluación del trabajo de Antonena dependerá del cristal con el que se lo mire: quienes elijan el vaso medio vacío -como se vio en los últimos debates de los candidatos- dirán que se hereda una provincia con sus cuentas asfixiadas por el compromiso de pago de deuda en dólares, sumados a los vencimientos de cuotas de los tramos del Fondo Fiduciario y de emisiones de Letras que se han tomado.

Quienes elijan el vaso medio lleno, dirán que la deuda de 650 millones de dólares se heredó de la gestión de Mario Das Neves, y que Antonena ya asumió con un panorama colapsado; podrán agregar que al final de su camino logró entregar las cuentas con los sueldos al día -la masa salarial subió 7 veces en cuatro años, y supera los 21 mil millones-, cerrando una renegociación de la deuda que dio aire para salir del pozo en el peor momento de la provincia, a fines de 2020.

Futuro económico

La situación económica de la provincia está lejos de ser la ideal en estos tiempos, pero el simple hecho de saber con anticipación en qué fecha se van a depositar los sueldos y cuándo cobran los proveedores, era algo imposible hace dos años atrás: así de difícil se había vuelto la “normalidad” en Chubut.

Ahora se abre la incógnita del período “post Antonena”, ya que en su persona se ha concentrado el rol de resolver toda la ingeniería de pagos. Es el que tiene la receta y los contactos para que la rueda de acuerdos y vencimientos siga girando, cuando todavía resta un segundo semestre que va a ser muy difícil, en medio de un año electoral.

El gobernador debe resolver ahora quién está en condiciones de asumir el mando de un sillón tan difícil, probablemente el más complejo luego del suyo. Todas las miradas apuntan al joven Julián Galende, actual subsecretario de Coordinación Financiera, a quien -dicen- Antonena habría estado preparando en estos meses para tomar la posta y que contaría con el visto bueno de Arcioni.

Julián Galende asumió hace poco más de un año en la Subsecretaría de Coordinación Financiera.

La salida de Antonena se cumplirá 15 días después de conocerse al futuro gobernador de la provincia, ya con la decisión del voto popular consumada. Su sucesor o sucesora en Economía, tendrá la misión de comandar el barco en los últimos cuatro meses de una gestión que tiene fecha de vencimiento. Su principal labor, será entregar las cuentas en orden y con fondos frescos para que el futuro gobierno pueda arrancar pagando los aguinaldos de diciembre.

No llamaría la atención que la salida del Ministro de Economía, si bien es producto del consenso interno y sin traumas, genere un ruido inevitable ante el cambio de nombre y de impronta en un cargo clave. Qué pasará con Antonena, ya está más que claro. Quién ocupará su lugar, aún está por definirse.

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