La trastienda de un papelón legislativo: la senadora que metió la pata y reavivó una interna en el oficialismo de Chubut
La joven Andrea Cristina se equivocó al votar el último jueves, y privó que una iniciativa de Ignacio Torres se tratara sobre tablas. Con disculpas en medio de llantos, su error reflotó una crisis latente entre su mentora política, la diputada Ana Clara Romero y el gobernador. Todos los detalles de una votación que desnudó la falta de experiencia dentro del PRO, la importancia del armado de listas en los cargos suplentes, y una legisladora comodorense que juega con Milei.
La Cámara Alta del Congreso de la Nación da miedo escénico. No es para cualquiera sentarse en una banca de uno de los tres representantes de una provincia, al lado de ex gobernadores, ex ministros nacionales, y dirigentes con trayectorias de 40 años de política. Hasta ex Presidentes de la Nación se han sentado allí. El entorno de ese recinto histórico es avasallante y las figuras que allí concurren suelen ser aviones que vuelan en la negociación del más alto poder del país.
La convocatoria del jueves además le agregaba a ese entorno ya de por sí impactante, una cuota de pimienta más, ya que estaba en juego nada menos que la herramienta clave del gobierno nacional: el DNU con una batería de medidas que puso en marcha el plan económico de Javier Milei. La tensión se cortaba con un cuchillo, con la oposición preparada con sus votos para dar un golpe al gobierno.
Ese fue el ámbito del debut de la senadora más joven del país, Andrea Marcela Cristina, de 35 años, una contadora militante de la juventud del PRO, oriunda de Comodoro Rivadavia que -tal como explicó en su momento ADNSUR cuando nadie la tenía en el radar- llegó a la Cámara de Senadores por una combinación de resultados electorales que se dieron entre 2021 y 2023.
Cristina ingresó en la boleta de Juntos por el Cambio en octubre de 2021, con 32 años recién cumplidos como segunda suplente. Aquella boleta arrasó en las urnas, y asumieron los dos senadores titulares, Ignacio Torres y Edith Terenzi.
Dos años después, Torres volvió a triunfar como gobernador, y se dio una coincidencia del destino para la contadora comodorense: el voto popular también le otorgó el triunfo como intendente de Esquel a quien era el primer suplente, Matías Taccetta. De este modo, sin pasar por categorías formativas inferiores, Cristina saltó a jugar en la Champions League.
Alguien que nunca había ocupado un cargo público, ni como concejal o funcionaria municipal, mucho menos a nivel provincial, de golpe se tuvo que sentar en una Cámara de 72 senadores en una sesión caliente. Para ponerlo en términos futboleros, como si alguien que nunca jugó a nivel profesional en ningún equipo, sale de titular en un clásico a cancha llena en la Primera A: es mucho para cualquiera.
Andrea Cristina había participado de sesiones especiales, como la Asamblea Legislativa en la apertura de sesiones del presidente Javier Milei o la sesión preparatoria, pero nunca había tenido que votar hasta el jueves. La propuesta impulsada por la senadora rionegrina Mónica Silva para forzar el tratamiento del proyecto de Ignacio Torres, fue la primera votación en serio para la joven contadora de Comodoro.
La consecuencia, con los nervios del debut, fue un papelón político que no puede sorprender. De entrada nomás, se planteó el tratamiento sobre tablas, con la necesidad de un número especial de dos tercios, para poner a consideración un proyecto de ley para coparticipar a las provincias el 50 % de lo que recauda el impuesto al cheque.
Una medida federal, apoyada incluso por los más altos dirigentes del PRO como Mauricio Macri y Rogelio Frigerio, y ni hablar de todo el arco peronista de Unión por la Patria y las provincias patagónicas. Una alternativa para paliar la afectación de ingresos a las arcas provinciales de la eliminación de la cuarta categoría del Impuesto a las Ganancias.
Aunque le cueste, lector o lectora, crea que esta columna consultó a los protagonistas, y puede decir que al momento de poner a consideración esa iniciativa clave, Andrea Cristina no tenía la menor idea de qué se estaba votando. Y como no tenía a quien preguntar, sentada sola sin referentes por primera vez en un lugar tan importante, sólo atinó a mirar para el frente a ver qué hacía otro.
Y al que vio fue al salteño Juan Carlos Romero, de buenas migas con Torres -ella lo había visto sentado en el acto de asunción en la Legislatura en Rawson el 10 de diciembre- pero que en este caso jugaba otro partido. Y como Romero votó en contra, Cristina también. Es la única explicación, aunque suene increíble.
Consecuencias
La consecuencia de tamaña metida de pata fue, primero, que impidió que el proyecto pudiera ser tratado, ya que le faltaron apenas dos votos para llegar al número necesario, y otra hubiera sido la historia si la senadora Cristina hubiera votado a favor. Un error imperdonable.
Segundo, la protagonista de la historia se ganó el llamado iracundo de Torres para tirarle las orejas -dicho de manera elegante- respecto a por qué había hecho eso, cuando él mismo le había anticipado que esté atenta a ese tema. El pedido de disculpas entre lágrimas llegó tarde, y terminó dando lástima, porque como reza el dicho popular, la culpa no es del chancho.
Y acá llegamos a la tercera consecuencia: la macana de la joven senadora reavivó una crisis política que está latente y tiene una larga historia que hemos venido contando, entre Torres y la responsable de que Cristina haya integrado la lista, que es la diputada Ana Clara Romero.
Lo primero que surgió fue el reproche hacia la dirigente comodorense, responsable de haber propuesto el nombre de Cristina para ir en una boleta. El resto del partido confió en su criterio, y ahora surgen los lamentos por haber elegido a una jovencita militante, de una familia amiga, leal y soldadito de la causa, pero sin la experiencia necesaria.
Llueven los pases de factura a Romero por la manera en que construye política: la diferencia con el gobernador es palpable, porque su estrategia es crecer sumando a los diferentes, a los de otro color, incluso rompiendo la oposición. Mientras que Romero se cierra en su círculo más cercano, porque dicen los que la conocen, apuesta a la lealtad como valor primordial.
A la legisladora comodorense responden tres diputados provinciales que le preguntan todo lo que tienen que hacer en la Legislatura: sus soldaditos son Emanuel Fernández, Leticia Magaldi y Paulina Ogalde. Todos jóvenes PRO de la zona sur que se formaron militando junto a ella y a quien consultan como un oráculo.
Por ahora, los tres se muestran encolumnados entre los 16 del oficialismo conducidos por Daniel Hollman. Nadie lo va a reconocer públicamente, pero en política siempre hay que estar preparado, y ronda la duda de qué harían si la crisis Torres-Romero escala demasiado. Ya hay gente del gobierno que hace cuentas con los diputados del Pich si la cosa se pone muy intensa.
Andrea Cristina, desde que asumió en el Congreso en diciembre y tuvo que designar a su equipo, plantó bandera frente a sugerencias de Torres y le dijo que ella traía a su gente y en todo caso acataba el mandato de Ana Clara Romero. Su mentora y líder quien, sin embargo, dicen que el jueves -cuando el teléfono le explotaba- la habría responsabilizado por el papelón ante su falta de experiencia.
Romero jura y perjura que la postura de Cristina fue un “error”, porque la otra chance es aún peor: que ella la haya mandado a votar en contra de Nacho y en apoyo a la gestión nacional de Milei, tal como hizo el bloque del PRO con el apoyo al DNU, una muestra de “cogobierno” nacional. Y en este punto, ya hay una sumatoria de actitudes que vienen colmando la paciencia en Fontana 50.
Historia de desencuentros
En el gobierno definen la postura de Ana Clara Romero como “zigzagueante” y poco clara. En algunas cosas ha apoyado la posición política de Nacho Torres, por ejemplo, en la previa de la Ley Ómnibus cuando se plantó bandera desde Chubut ante los capítulos de Pesca y de Hidrocarburos.
Sin embargo, en el gabinete están convencidos de que jugó a dos puntas o directamente se borró durante el conflicto Torres-Milei por los fondos coparticipables, una batalla feroz que tuvo en vilo al país, con un enorme listado de dirigentes de todos los colores, incluido el peronismo, que apoyaron al chubutense.
En medio de un clima de tensión nunca visto, Romero -como ya hemos explicado aquí- se mantuvo al margen, y creen en el gobierno chubutense que la diputada apostó a que sería Milei quien saldría mejor parado. Se percibe una falta de confianza de Romero en la gestión de Torres, donde hay que recordar que dio mil vueltas en noviembre para aceptar un ofrecimiento de sumarse al gabinete provincial.
En este clima tirante, en Rawson no paran de contar los “faltazos” de Romero a eventos importantes, como el día del discurso en la Legislatura con apoyo de todos los diputados al gobernador ante la Nación. La sensación es que coquetea con el gobierno de Milei, y que su permanencia dentro del PRO más rígido, la terminó acercando a quien más alejado está de la gestión chubutense, como es el diputado nacional libertario César Treffinger.
No falta quien recuerde que Romero no apoyaba la estrategia de Torres en febrero del año pasado de impulsar la interna de Gerardo Merino contra Federico Massoni por la intendencia de Trelew, que a la postre fue el gran triunfo que impulsó la campaña del hoy gobernador. “Quería entregar la ciudad para cerrar tranquila Comodoro” afirman muy seguros en el entorno del mandatario.
Y respecto a Comodoro, hay quienes piensan que la diputada nunca pudo terminar de asimilar la derrota municipal, y que hoy vive obsesionada con la figura del concejal Tomás Buffa, a quien ve como rival a futuro. Por supuesto, ya hemos explicado que la buena relación de Torres con el intendente Othar Macharashvili ha sumado para enfriar aún más las cosas.
A pesar de esta historia, a Romero le han “cumplido” desde Provincia con cederle la designación de las personas a cargo de las sedes provinciales en la zona sur, respetando su “territorio”, algo en lo que sigue apostando por su círculo más exclusivo y de mayor confianza, donde le cuesta encontrar gente de experiencia para la función pública.
Freezer
La relación entre Torres y Romero no está cortada; por el contrario, hablan permanentemente. Pero mutuamente se desconfían y se sospechan. Reina la frialdad entre ambos, que evidentemente no sienten simpatía mutua y ponen el corazón en el freezer cada vez que se comunican.
Se nota a kilómetros de distancia el esfuerzo de la diputada por demostrar que no responde al liderazgo del gobernador de su espacio político, y que es una mujer con criterio individual y volumen político propio.
El dato objetivo es que su posicionamiento está hoy muy cerca del oficialismo nacional, mostrando sintonía con las posturas de Milei y Treffinger, lo que la ubica en la vereda de enfrente de los planteos regionales que realiza la provincia del Chubut a través de su máxima figura política.
Esto en sí no es ni malo ni bueno: en todo caso, es llamativo y amerita un análisis, respecto a que una legisladora que pertenece a Juntos por el Cambio, fuerza política que arrebató el poder de la provincia al justicialismo después de 20 años, no se encolumne detrás del líder de ese espacio y busque denodadamente diferenciarse.
De toda la sensación de que hay una lucha de egos que, de ser así, sería algo totalmente desparejo. No hay manera de que alguien que viene de perder la elección de una intendencia pueda ponerse a la par de un gobernador instalado en el centro del debate político nacional y al que hasta algunos ansiosos ya se animan a pronosticar como “presidenciable”. Al menos no es una batalla que Romero pueda dar por el momento.
En todo caso, Romero tiene poder de daño, a través de su voto, el de Andrea Cristina, el de sus diputados provinciales y concejales. Está claro que este grupo responde a ella antes que al gobernador, a diferencia del liderazgo que le reconoce el resto del espacio en Chubut a Torres, que está armando su propio partido político, al que es probable que Romero nunca se afilie y se mantenga en el PRO, dada además su lealtad a Mauricio Macri.
Andrea Cristina tiene por delante aún cuatro años de mandato y seguramente tendrá la oportunidad de mostrar su pertenencia en muchas votaciones importantes. En su debut en la gran arena política cometió, según admitió, un error producto de un desconocimiento. Su nula experiencia la exime de sospechas, pero deja una enseñanza a la dirigencia política a la hora de armar listas sábana: todos los lugares son importantes, y los casilleros de los suplentes no están para ser rellenados a la ligera.
El jueves Ignacio Torres pudo haber mostrado un triunfo ante Milei, imponiendo el tratamiento de la media sanción a un proyecto que restablecía fondos a las provincias. Hubiera quedado como un héroe ante sus pares gobernadores. Increíblemente, se lo impidió una joven senadora de su propia provincia y de su mismo espacio político. Si fue por ignorancia o fue por maldad, el tiempo lo dirá.