Termina la era Arcioni: escaso apoyo político, pandemia y crisis, en una de las épocas más duras de la historia de Chubut
El repaso de los hitos destacados a lo largo de 6 años: los hechos que marcaron una gestión que supo ser respaldada en las urnas, pero que dos veces estuvo al borde de la cornisa y finalmente logró llegar a puerto. La enorme deuda heredada que tuvo que afrontar y el terrible frente opositor a un gobierno que siempre fue subestimado.
El escribano Mariano Ezequiel Arcioni entregará el próximo sábado la banda y el bastón a Ignacio Torres, después de 6 años al frente del Poder Ejecutivo de la provincia del Chubut, lapso superado únicamente por los gobernadores Mario Das Neves (10 años) y Carlos Maestro (8 años).
Si hay algo que caracterizó a largos períodos de su mandato fue la tensión y la incertidumbre del futuro inmediato, con soluciones salvadoras de última hora, y la contra de tener que enfrentar a una oposición política voraz. Hubo aciertos y errores, pero es indudable que hubo un contexto económico y social de una adversidad nunca vista, con la macro economía nacional en crisis y -para colmo de males- atravesada por una pandemia mundial.
En este contexto adverso, la gestión Arcioni no fue ajena al desgaste que sufrieron la mayoría de los oficialismos en todo el país, y después de obtener el respaldo de 120 mil chubutenses en las urnas en junio de 2019, su imagen cayó a niveles bajísimos en apenas 6 meses.
Sus peores momentos sin dudas fueron durante el atraso de tres meses en el pago de sueldos a estatales a fines de 2020, y luego en diciembre de 2021, cuando la Casa de Gobierno fue destruida en medio de manifestaciones en contra de la ley impulsada por el gobierno para habilitar la minería en la meseta central.
Fue un episodio absolutamente traumático, que dejó una huella triste en la población y una capital destruida. Sumado al recuerdo del “pago escalonado”, y la enorme pérdida de días de clases por paros docentes entre 2018 y 2022, no hubo manera de levantar la imagen ante la ciudadanía, a pesar del mensaje de que se logró afrontar los compromisos y quedar al día con proveedores y obra social, y al mismo tiempo continuar con las inversiones en la obra pública.
No es casual que el partido de gobierno no haya presentado candidatos propios en las últimas elecciones, y que se sumara a un frente electoral “panjusticialista” que tampoco fue ganador, ya que el voto popular apostó por la figura del cambio: es el resultado de años de desgaste, que se vivió en una enorme cantidad de provincias y en la gestión nacional, aunque todo tiene su explicación más detallada.
Carrera acelerada
La historia es conocida: nacido y criado en Comodoro, el escribano Arcioni nunca había tenido participación en la actividad política pública, y su primera experiencia fue como candidato a vicegobernador de Mario Das Neves en 2015, con un triunfo electoral ante la fórmula de Martín Buzzi y Juan Garitano.
Luego de presidir durante dos años una Legislatura con mayoría opositora del FPV, con figuras buzzistas y kirhneristas del peso de Blas Meza Evans y Gabriela Dufour, Arcioni fue el primer candidato a diputado nacional de Chubut Somos Todos, y su lista obtuvo un triunfo el 22 de octubre de 2017.
Sin embargo, 10 días después decidió asumir el mando del Ejecutivo ante la muerte de su referente Das Neves, un gobernador con un enorme liderazgo -el único elegido tres veces- y fundador de un partido político. Lo hizo sin tener equipo político propio y en contra de la voluntad del entorno del fallecido mandatario, que pretendía que asumiera en el Congreso.
Es bueno repasar el comienzo para ver la película completa: hace 6 años, el 1° de noviembre de 2017, Arcioni asumió en la mayor de las debilidades políticas. No tenía gente propia, todo el equipo era heredado de su antecesor, y tuvo que empezar de cero.
Los primeros 12 meses de su gestión fueron para hacer pie y tratar de esbozar su propia impronta: tuvo en frente a una oposición justicialista que le votaba todo en contra en la Legislatura; pero tuvo a favor que el dasnevismo quedó herido de muerte por las investigaciones judiciales que revelaron una trama de corrupción inédita, que acabó con las principales figuras del anterior gobierno tras las rejas.
De ese modo, en medio de un gobierno de Mauricio Macri errático que le restó fuerzas a Cambiemos, Arcioni quedó como único referente de Chubut Somos Todos, el partido con mayor respaldo popular, enfrentado a un justicialismo apoyado en la gestión municipal comodorense y la figura de un Carlos Linares que nunca terminó de enamorar a la gente.
De aquellos tiempos viene la frase que Arcioni repite como un mantra, y en la que le asiste la verdad: “me subestimaron”. Nadie creía que iba a poder soportar esos cimbronazos y mucho menos ganar una elección, y nunca se lo tomaron en serio. Cuando ganó en dupla con Ricardo Sastre y el apoyo de los aliados Adrián Maderna y Jorge “Loma” Ávila, entendió que ahora llegaba su momento y la oportunidad de una gestión con su sello.
La crisis en las cuentas
La tranquilidad nunca le duró a Mariano Arcioni, pero hay un hecho por el que no puede echarle la culpa a nadie, porque fue a causa de una decisión de su gestión: la dupla formada por Marcial Paz (Ministro coordinador) y Luis Tarrío (Ministro de Economía) acordaron en marzo y abril de 2019 un cierre paritario con los gremios estatales con la famosa “cláusula gatillo” de ajuste trimestral por inflación.
El acuerdo salarial elevó los ingresos de los estatales un 50 %, y logró un triunfo electoral aplastante, pero a los pocos meses devino impagable. Ya luego de las vacaciones de invierno de julio, las clases no comenzaron porque no se pudo pagar el aguinaldo.
El segundo semestre de 2019 fue caótico: escuelas paradas, acampe frente al Ministerio de Educación, dos docentes muertas en la ruta 3, y el estallido del 17 de septiembre con los incendios de la Legislatura y Casa de Gobierno que años después terminó con una condena para el dirigente de Atech, Santiago Goodman.
En vez de disfrutar de su reelección y dedicarse a preparar su nuevo gabinete, Arcioni sufría sin poder hacer pie, en tiempos en que Tarrío daba inicio al famoso “pago escalonado” y luego renunciaba. Allí asumió el mando una de las figuras que se convirtió en clave de la gestión: el ministro de Economía, Oscar Antonena.
Desde su jura como ministro en agosto de 2019, Antonena fue decisivo para encaminar las cuentas en rojo, aunque llevó un año y medio salir de los cuatro rangos del pago salarial que se fue estirando, hasta que se llegaron a acumular tres meses de atraso en el año de la pandemia, cuando los ingresos provinciales cayeron a niveles históricos.
Arcioni logró armar su propio gabinete sin hacer concesiones a sus aliados, y asumió el mando del segundo gobierno con equipo más compacto y fiel, pero enfrentado a sus socios electorales Sastre y Maderna, quienes comenzaron a complicarle el panorama en la Legislatura.
El 2020 trajo la pandemia y Arcioni afrontó los meses más duros de su gestión, acechado por versiones de juicio político para echarlo, con la gente encerrada en sus casas por la cuarentena, y estrictas medidas de control en las calles.
Además de Antonena, hubo otros dos ministros que se convirtieron en las caras de su mandato y la referencia hacia la gente: en Seguridad, Federico Massoni, y en Salud, Fabián Puratich. Los tres fueron pilares de la gestión de gobierno en aquellos tiempos terribles, e incluso a los dos últimos los eligió Arcioni para encabezar las listas de la aventura electoral legislativa de 2021 que terminó muy mal, con un lapidario cuarto puesto. El desgaste con la gente ya era evidente.
Una de cal y otra de arena
A lo largo de 2020 y 2021 la gran cuestión en Chubut fue la falta de fondos para pagar sueldos a empleados públicos. Con sucesivas tomas de endeudamientos a préstamos aportados por el gobierno nacional de Alberto Fernández, se logró afrontar los momentos más duros, y fue clave la aprobación de la Legislatura de la autorización para renegociar la deuda en dólares del Bocade.
Gracias a esa ley -que Arcioni siempre dice que llegó muy tarde-, el ministro Antonena logró un acuerdo con los acreedores externos que permitió alcanzar un poco de oxígeno por dos años, postergando pagos hacia 2023 que liberaron las cuentas del gobierno para ponerse al día con el sueldo a los estatales, que desde aquella época se pagan en tiempo y forma.
Sin embargo, el impacto por la pérdida de días de clases fue enorme y el área educativa fue uno de los grandes dolores de cabeza de la gestión, a tal punto que el cargo de Ministro de Educación fue el que Arcioni más veces debió cambiar: pasaron 6 a lo largo de su mandato.
La renegociación de la deuda fue un punto a favor, como también el gran acuerdo político que logró Arcioni con parte del PJ y la UCR para lograr que la Legislatura vote por unanimidad los pliegos de los cuatro nuevos ministros para el Superior Tribunal, volviendo a la corte a la normalidad y designando por primera vez en la historia a dos mujeres.
Pero ese punto pasó desapercibido por le enorme repercusión que tuvo el mismo día el acuerdo legislativo para aprobar la Ley de Zonificación Minera para la zona de la meseta central. Llegó después de meses de un debate fallido, un diálogo de sordos sin amplia participación popular, y los votos aparecieron entre gallos y medianoche.
Arcioni siempre estuvo convencido de que era una excelente oportunidad de ampliar la matriz productiva de una provincia asfixiada, pero nunca tuvo el apoyo del resto de la dirigencia para explicar sus razones y convencer a la ciudadanía. Rodeado de dudas y temores, a las escondidas, la ley salió una noche y provocó una hecatombe social.
Fue sin dudas el momento más crítico de la gestión y probablemente de lo más triste en la historia de la provincia: luego de multitudinarias marchas en contra de la ley en las principales ciudades, Rawson se convirtió en el epicentro y una manifestación destruyó todo el centro cívico, incendiando los principales edificios en medio de enfrentamientos con la policía.
Las trágicas imágenes dieron la vuelta al país y aún hoy, dos años después, la Casa de Gobierno no pudo ser rehabilitada y probablemente la mitad de la histórica sede del Poder Ejecutivo ubicada en Fontana 50 jamás vuelva a ser recuperada. Una página negra de la historia que obligó a Arcioni a dar marcha atrás y derogar la ley cinco días después de promulgada.
Si no hubiera tomado esa decisión, hubiera sido imposible que se mantuviera en el cargo. Ese proyecto que luego fue refrendado por la misma Legislatura que había votado a favor, apagó un terrible caos social que socavó hasta la misma convivencia ciudadana: en medio de la locura que se vivía, hasta llegó a ser incendiada la redacción de uno de los medios más tradicionales de la provincia, como el diario El Chubut, con los trabajadores dentro.
Un equipo cambiante
El gabinete de Arcioni a lo largo de 6 años merece un capítulo aparte. Ya hemos aludido a los innumerables cambios en educación, el área más problemática. Los dos ministros que más tiempo duraron y que están desde hace más de 4 años, son el titular de Infraestructura, Gustavo Aguilera, y el mencionado Antonena. Una muestra del respaldo del gobernador a sus trabajos.
El caso de Federico Massoni es especial: debió renunciar como Coordinador de Gabinete en 2019 por una represión a los docentes, y un mes después asumió en Seguridad, siendo el ministro más polémico y con mayor protagonismo durante las restricciones de la pandemia. El vínculo con Arcioni era total, casi de amistad, pero todo se rompió en las elecciones de 2021, cuando el ministro y candidato a senador hizo una campaña alejada de las directivas oficiales.
También mencionamos a Fabián Puratich, un dasnevista que logró ganarse la confianza del gobernador y que tuvo un gran desempeño y apoyo popular a su gestión en la pandemia, donde fue el comunicador y sufrió en enorme desgaste, siendo premiado con un cargo en el gobierno nacional.
Además de educación, fue muy complejo para Arcioni dar con el perfil en el Ministerio de Familia. Equivocó el camino con Cecilia Torres Otarola, quien terminó procesada por la justicia y se fue en medio de un escándalo. Fue reemplazada por Gustavo Hermida, de bajísima exposición y protagonismo, y finalmente se quedó con Luis Aguilera, un hombre de la meseta que conoce muy bien el interior.
El área de Coordinación nunca terminó de convencer: Arcioni primero designó allí a Sergio Mammarelli (con un plan de ajuste que nunca pudo aplicar), luego a Marcial Paz (lo opuesto al anterior, con acuerdos paritarios impagables), posteriormente a Federico Massoni (enorme protagonismo y controlando además en doble comando a la policía) y terminó ofreciendo el cargo en un momento de crisis a Ricardo Sastre, quien no lo aceptó. Finalmente, la jefatura de gabinete fue eliminada.
Arcioni apostó por otro lugar como la Secretaría General de Gobierno, donde también tuvo muchas dificultades en encontrar el perfil: primero apostó a Carlos Relly, luego a Andrés Meiszner (quien duró apenas un mes), posteriormente a Javier Touriñán (otra salida traumática) hasta que logró en la persona de Alejandro Sandilo el perfil de confianza necesaria.
Otro cargo clave por el volumen político que siempre jugó con municipios y gremios, fue el Ministerio de Gobierno, ocupado en toda la época de la pandemia por José María Grazzini y manejado hace dos años por Cristian Ayala, quien se ganó el respaldo total del gobernador.
Si hablamos del “círculo rojo” de máxima confianza de Arcioni, hay que colocar a Ayala, Antonena, Aguilera, Sandilo (a su lado desde que asumió como vicegobernador, al punto de ser el presidente del Frente Renovador) y la subsecretaria de Información Pública, Vanesa Abril, también respaldada en su cargo desde hace cuatro años. No hay que olvidar a una figura que siempre en un segundo plano, siguió siendo un hombre de consulta del gobernador, y hablamos del sarmientino Rafael Cambareri, clave en los armados políticos.
El resto de las áreas no se ha caracterizado por un alto volumen político. Fue una gestión dominada por la crisis y la falta de fondos que no permitió brillar a casi nadie. Recién en esta última etapa desde 2022, una vez que se encaró con más seriedad el problema edilicio en las escuelas, se pudo avanzar en proyectos concretos en materia de infraestructura.
Sin apoyo
Arcioni pudo haber tenido algunas ideas interesantes, pero nunca tuvo el respaldo político para aplicarlas. Quiso mejorar la recaudación de impuestos provinciales con una agencia y un servicio tecnológico actualizado, peor no pudo por falta de respaldo. Ahora ambas medidas serán encaradas por Ignacio Torres, ya que el diagnóstico es el mismo, y es aumentar la masa de ingresos y ser más eficiente en la recaudación.
El gobernador hizo como último gran anuncio la propuesta de una Ley de Soberanía Energética para dar más independencia e ingresos a Chubut a la hora de la generación. Visualizó al estado como socio en las ganancias y participando de las acciones, pero esto tampoco fue abordado por la Legislatura.
Su última gran satisfacción es el avance en la licitación de las líneas de interconexión en el interior provincial, para que las localidades más chicas dejen de estar aisladas, y para asegurar la conectividad a los futuros proyectos productivos que quieran asentarse para explotar recursos naturales.
La idea está plasmada y comenzada, pero aún falta mucho y dependerá de la próxima gestión. También el gobierno Arcioni logró con gran mérito terminar con la mega obra del enorme hospital de alta complejidad en Trelew, pero aún resta comprar todo el costoso equipamiento, etapa que quedará a la gestión entrante.
El rápido pantallazo de algunos hechos muestra que algunas de las ideas más interesantes quedaron trabadas en la Legislatura. En varias ocasiones Arcioni se quejó del escaso nivel de trabajo en ese poder. Sin embargo, muchas veces pudo haber sido una ventaja, porque tenía allí más enemigos que amigos. Cada vez que la Legislatura trabajó, fueron dolores de cabeza para el oficialismo.
Esto no es culpa de nadie, sino de un gobierno que nació débil en sus primeros dos años, y luego tuvo problemas de convivencia con sus propios socios electorales. Todo se le hizo cuesta arriba en lo político, rodeado de un contexto económico y social de los más adversos de las últimas décadas.
En los últimos meses, Arcioni se ubicó en un segundo plano para cerrar un acuerdo electoral con Juan Pablo Luque que no terminó bien. Fue un matrimonio por conveniencia con dos personalidades que nunca se entendieron y se divorciaron a los cinco minutos, incluso en plena campaña. El resultado electoral fue una muestra de un oficialismo dividido, que luego apostó por la candidatura nacional de Sergio Massa y tampoco tuvo suerte.
Termina una gestión de claroscuros, que debió navegar un barco en medio de una tormenta y logró llegar a puerto. No hay dudas de que la relación con la ciudadanía no terminó de la mejor manera, porque así de difícil es la gestión pública: Arcioni podrá explicar mil veces que hubo un trabajo a destajo de su equipo en la pandemia y que no podía dormir pensando en que la gente no cobraba, pero los electores sólo evalúan resultados.
Ahora empieza un período difícil para Arcioni, electo para una banca en el Parlasur, un ámbito de nula repercusión política. El triunfo de Javier Milei y de Ignacio Torres parecen marcar el mensaje de “desensillar hasta que aclare”. ¿Habrá otra oportunidad política para Arcioni en el futuro? Nunca se sabe, la provincia del Chubut siempre da sorpresas.