“Teníamos una relación muy linda, me llevaba mejor con mi suegra que con mi marido”, dice Analía Alvarado (42) a modo de broma. Cuando la nombra se emociona. Se ve en sus ojos y se escucha en sus palabras. Su suegra no fue cualquier persona en su vida, sino alguien con quien se acompañó hasta el último suspiro. Es que ella estuvo el día que le contaron que padecía cáncer, también en el viaje a Buenos Aires en el que descubrió que había vuelto y, por supuesto, el día de su partida. 

Mientras narra su historia, Analía cuenta detalles que quizás ni hasta ella se dio cuenta. No hacen falta lágrimas para demostrar lo que sentía y surgen anécdotas entre los recuerdos, como aquella vez que viajaron a Buenos Aires y su suegra, hincha de Boca, quería que salga campeón River solo para acompañarla y verla feliz.

Lo cierto es que María le dejó un tesoro preciado, un emprendimiento que descubrió mientras la acompañaba en su tratamiento.

Analía junto a María, su suegra.

Analía es la propietaria de Amigurumi’s a crochet, emprendimiento de muñecos tejidos a crochet que siguen una tradición japonesa y que significa la compañía de otra persona representada en un regalo. 

Analía cuenta que jamás le llamó la atención aprender a tejer, sin embargo, siempre estuvo cerca de las artesanías, gracias a su abuela que le enseñó macramé y bordado chino. Pero todo cambió cuando acompañó a su suegra en su tratamiento contra el cáncer.

“Ella tenía 59 años y en 2018 le detectaron cáncer de cuello de útero. Nosotras éramos muy unidas, la acompañaba a todos lados y, como mi marido trabajaba, empecé a llevarla a la mañana a rayos y a acompañarla a las quimios en el hospital de Día”.

Fue en ese lugar donde Analía descubrió este arte que la acompaña hasta hoy. Una cajita de tejidos en el Hospital Oncológico fue la invitación para comenzar a puntear mientras esperaba a su suegra. 

Entre rayos y quimios, María fue avanzando en el tratamiento. Mientras tanto, Analía tejía gorritos. El camino no era fácil, la medicación maltrataba a María y hacía sentir sus consecuencias.

Analía recuerda que una vez tuvo una recaída y estuvo internada 20 días. Ella la acompañó y durante ese periodo practicó todo lo que pudo. No lo sabía aún, pero estaba aprendiendo un oficio que en ese momento le servía para dar vueltas a la aguja del reloj.  

“Esa vez estuvo mal, complicada, pero salió a flote y continuó con el tratamiento”. 

Poco tiempo después, cuando ya estaba mejor, comenzaron a ir a las ferias. María vendía ropa y ella intentaba vender sus gorros, pero era en vano. Los compradores no aparecían.

Pero todo cambió un día que Analía miraba Youtube. El buscador le mostró los amigurumis, unos muñecos tejidos a crochet que siguen una tradición japonesa y que significan la compañía para una persona.

A ella le entusiasmó lo que veía, tanto la forma en que quedaban esos peluches japoneses, como el mensaje que transmitían, e intentó hacer sus propias creaciones. Para ella fue un camino de ida, el ingreso a un arte que se convirtió en un emprendimiento; un oficio que crece día a día. 

“Ese fue el primero que hice”, cuenta mientras mira un canguro que porta las agujas que utiliza. “Después, un día una conocida me pidió 15 llaveros, les gustó y me animé a venderlos por Facebook. Así empecé. Después armé un Instagram y comencé a publicarlos. Soy mi propia community manager, mi propia financista y hoy tengo mi clientela; las chicas que siempre me encargan y el boca a boca que para mí es la mejor publicidad que uno puede tener, aparte de los detalles, la dedicación y el tiempo que uno tiene que darle a su trabajo”.

La mesa de su comedor, un mantel, un ovillo de lana y una aguja son sus herramientas de trabajo. El resto paciencia, detalles, dedicación, colores, y horas y horas tejiendo cada parte de su creación rellenada con vellón siliconado.

A Analía se la escucha feliz, contenta, porque está haciendo algo que le gusta y le genera ingresos. “Para mí es un trabajo, porque me están pagando por lo que hago y a la gente le encanta y a mí también. Cada trabajo que uno hace tiene su historia. Algunos vos los ves y decís ‘qué trabajo tan grande’… y cuando ves el resultado final es una belleza. También cuesta tejer cuando son chiquitos, pero cada uno tiene lo suyo”.

Cada pedido que recibe Analía es a demanda. En estos cinco años le han pedido de todo, desde la colección de Harry Potter hasta el payaso Plim Plim y muñecos de los Simpson. Por supuesto, las tendencias mandan y Merlina es un muñeco muy buscado por estos días. Aunque, como cuenta, los amigurumi no tienen sexo ni edades y muchos adultos eligen tenerlos para recordar aquellos dibujos que los marcaron en la infancia. Así, puede hacer un Simba del Rey León hasta un Carlitos de Rugrats y los superhéroes de Marvel.

“Es para todas las edades, la gente adulta viene y busca por su serie o su personaje favorito. Pero casi siempre va hacia una persona que uno elige, y el final del producto es que llega a la persona que lo quiera regalar o quiera regalarse. Me pasó de un chico que le regaló a un amigo o una chica que quería tener un muñequito en la mesa de trabajo. Después hay para chicos y también hago portachupetes o alhajeros”. 

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Analía ve que su emprendimiento de a poco va creciendo de boca en boca. Por eso ya piensa en comenzar a dar los cursos que tanto le vienen demandando. 

“Siento dudas porque tengo mis miedos: ‘si me pongo o si me sale mal’, porque no fui a una escuela de tejido, aprendí mirando videos en Youtube. Me costó al principio porque no agarraba una, pero con paciencia fue saliendo. Así que ahora estoy en eso, comenzar a dar cursos o talleres de crochet presenciales, en mi casa, con un grupo reducido. Es algo lindo que se vende si tenés cuidado, los detalles y la dedicación, pero si te gusta lo disfrutás. Es algo muy interesante”.

María finalmente falleció el 3 de enero de 2019, poco tiempo después del viaje que realizaron juntas a Buenos Aires. Por supuesto, ella estuvo con ella hasta el último suspiro, y hoy sigue estando en cada tejido, a fin de cuentas conoció este mundo gracias a ella y aquella cajita de tejido del Hospital Oncológico que la llevó hacía este destino.

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