Aunque ya no hay mito y se sabe que buscaban petróleo, el agua todavía falta en Comodoro
En 122 años de historia, la ciudad todavía sigue sin resolver un interrogante clave para su subsistencia. Desde el primer acueducto hasta el recambio de las cañerías que se necesita para evitar que las roturas se multipliquen, el nuevo Aniversario llega con escasas respuestas.
El 122 Aniversario de Comodoro Rivadavia es una oportunidad propicia para terminar de desterrar resabios del mito del descubrimiento del petróleo, esa pintoresca creencia de que “buscando agua se descubrió petróleo”, algo que está probado que no fue así. Además, es propicio también para recordar que una de las falencias estructurales, desde el inicio mismo de la vida del pueblo, sigue atravesando a la ciudad: la precariedad del abastecimiento de agua continúa como la gran deuda sin saldar, tras más de un siglo de vida y producción energética para el resto del país.
La reciente publicación del libro “YPF: 100 años impulsando la historia”, que Felipe Pigna vino a presentar en Comodoro Rivadavia, permite repasar el contexto en el que se produjo el descubrimiento del petróleo, el 13 de diciembre de 1907, menos de 6 años después desde la fundación del pequeño poblado al pie del cerro Chenque.
Es que si bien se conocían indicios de la presencia de hidrocarburos en distintos puntos del país y en especial en esta región, las grandes compañías ferrocarrileras, de capitales ingleses, pugnaban para que el país no avanzara en esa dirección, ya que la obtención del combustible determinaría que se dejase de comprar el carbón que explotaban esas mismas empresas, de forma monopólica.
Así, el reconocido historiador deja de lado aquella creencia, algo que ya se comenzó a hacer también hace más de 20 años por parte de investigaciones históricas surgidas en el seno de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, respecto de que el hallazgo fue casual.
“El azar sustituye en este relato (el de la historia oficial) esfuerzos y logros, y deja afuera los proyectos, los sueños y las luchas, sepultando la memoria de personas como Enrique Martín Hermitte, José Fuchs y Humberto Beghin. Algunos trabajos rescatan la labor de aquellos pioneros y destruyen el mito de la casualidad: allí figuran los hombres que haciendo tareas de exploración geológica bajo la dependencia de la Comisión de Napas de Aguas y Yacimientos carboníferos, encontraron petróleo”.
Pigna consigna en su trabajo que desde 1904, Hermitte (secretario de Minería de la Nación) trabajaba en las exploraciones a cargo de la búsqueda de de petróleo y así lo dejó establecido en una carta dirigida al entonces ministro de Agricultura, Pedro Ezcurra:
“Considero conveniente llamar la atención de Vuestra Excelencia sobre el hecho de haberse atribuido a una mera casualidad el descubrimiento del petróleo en Comodoro Rivadavia. No hay tal, sin duda. El propósito que se persigue y que siempre se ha hecho resaltar es única y exclusivamente investigar el subsuelo. Nada de extrañar que al ubicar una perforadora se haga en regiones desprovistas de agua y nada casual que se encuentre en el curso de la perforación de un yacimiento de petróleo o carbón, desde que se trata, por así decirlo, de elementos constitutivos de la corteza terrestre”.
Más elementos probatorios de la inexistencia del “hallazgo casual” pueden encontrarse en el libro Petróleo, Estado y Soberanía, de Federico Bernal, quien señala: “Existió toda una etapa anterior, al memorable hallazgo, etapa de previsiones, investigación, planificación técnica, adquisición de material y búsqueda en la que participaron grandes hombres: científicos argentinos al servicio de la nación”, advierte el investigador, que además es sobrino nieto de Enrique Hermitte. Y si bien admite que podía buscarse agua, el capítulo I de su libro presenta una serie de fundamentos para desterrar la idea del azar:
“Los grandes descubridores se propusieron principalmente hallar agua y, paralelamente, aprovechar las perforaciones y los trabajos para ir confeccionando el relevamiento y el estudio geológico del territorio nacional, pero con el anunciado propósito de encontrar carbón y petróleo”.
El agua que siempre falta
Los primeros antecedentes históricos reflejan el problema del agua en la ciudad. Ya en 1903, apenas un par de años después de la fundación, se registra el pedido de Francisco Pietrobelli para que el gobierno nacional enviara 10.000 metros de caños.
Con ese material, el fundador del pueblo calculaba que podría traer el líquido vital desde lo que entonces denominó ‘acuífero Providencia’, ubicado en la zona actualmente conocida como ‘El Trébol’.
No llegaron tales cañerías, pero sí arribó la primera perforadora, que hizo el pozo número 1 y que se rompió a poco de iniciarse los trabajos, por lo que pasarían otros 4 años para la llegada de la segunda perforadora, con los resultados ya conocidos, del nada casual hallazgo de hidrocarburos.
En materia de agua, en 1913 se realizó el primer convenio entre la ‘Administración Nacional del Petróleo’, antecesora de lo que en 1922 se convertiría en la gran empresa estatal Y.P.F, con el propietario de los manantiales ubicados al norte de la ciudad, don Francisco Behr. Fue así que se construyó el primer acueducto para abastecer al pueblo desde aquellas tierras, aunque rápidamente se mostraría insuficiente.
La cronología de hechos históricos del agua en la ciudad refiere que años más tarde, el gobierno de Hipólito Yrigoyen resolvió expropiar aquellas tierras para ampliar la magnitud del abastecimiento de agua, lo que se transformaría en una solución hasta la década de 1950.
Fue por entonces que la Gobernación Militar, creada en 1944, buscó paliar el problema que ya se evidenciaba por la escasa presión y la dificultad para que el agua subiera hasta las zonas altas, hacia donde había crecido la ciudad. Se creó entonces el servicio de baños públicos con duchas, en Rivadavia y Chacabuco.
Llegaría la década del 60 y el primer acueducto desde el lago Musters. Demasiado pronto se hizo evidente, tras la inauguración en 1966, que la solución no era de fondo, ni mucho menos. Las roturas de cañerías comenzaron a los pocos meses, además de la falta de redes domiciliarias que recién se irían completando en la década siguiente. En los años 80 el problema se tornó dramático, con cortes que se prolongaban varios días a la semana.
La inauguración del segundo acueducto, en 1999, tampoco fue la solución esperada. En pocos años el sistema se tornó insuficiente, por lo que la obra complementaria, conocida como ‘repotenciación’, se inició en 2013 y todavía hoy se desconoce en qué momento se terminará, porque hasta pocas semanas había problemas con superficarios que aún no firmaban la autorización para el paso de las cañerías.
Desafíos de la historia y del presente
Más allá de esa obra puntual para aumentar el caudal, cuya insuficiencia sigue motivando los cortes programados en verano, la situación del acueducto 99 es crítica por varios aspectos. Principalmente, por el mal estado de un tramo crítico, de unos 80 kilómetros, que debería recambiarse con urgencia, según han advertido especialistas del sector.
El problema fue contemplado en el presupuesto nacional 2023, para avanzar en la licitación del recambio de ese tramo de cañerías, con un monto de 1.300 millones de pesos reservados para ese proyecto. Aunque el monto representa menos del 10 por ciento del costo total de la obra, fue un aliciente importante la incorporación, en tanto autoridades provinciales estimaron meses atrás que en marzo de este año debería haber algún tipo de novedad con el inicio del proceso licitatorio.
De este modo, en el 122 Aniversario de Comodoro Rivadavia, el aprovisionamiento de agua a la ciudad sigue atravesado por un gran signo de interrogación. El mismo se repite en cada año transcurrido, a modo de amargo recordatorio de un cumpleaños al que le falta una respuesta clara y precisa. De lo contrario, ‘las velitas’ de la torta seguirán apagándose sin la satisfacción de que el pedido de los viejos pioneros haya sido, finalmente, escuchado.