Cómo se vive desde adentro el regreso a las clases presenciales en las escuelas de Chubut
En algunas escuelas de Chubut, ya se registra la presencia de los chicos en las aulas divididos en ‘burbujas’. En esta nota de ADNSUR, te contamos las reacciones de los estudiantes, la dinámica cotidiana y la comparación con el año pasado donde se trabajó de manera virtual. Luces y sombras de una de las preocupaciones más importantes de los argentinos como es la Educación que –en nuestra provincia- atraviesa varios años de dificultades.
RAWSON (ADNSUR) - La ministra de Educación, Florencia Perata aseguró que “hay un 76% de presencialidad en las escuelas de Chubut”. Luego, explicó que se tomó el relevamiento de las escuelas que realizan clases presenciales. Pero –inmediatamente- los gremios salieron al cruce al afirmar que la presencialidad es ‘bajísima’.
Uno de los primeros interrogantes que se genera es que si una escuela que mantiene a 2 grupos de estudiantes en funcionamiento puede considerarse en ‘plena presencialidad’ por qué los padres del resto de los estudiantes todavía siguen con el trabajo de la modalidad de las aulas virtuales. En consecuencia, pueden considerarlo como una ‘burla’ o una falsedad. Lo mismo pueden sentir los docentes de los cursos que no regresaron a la escuela concreta.
Desde el poder político, los gremios docentes y los padres hablan de este proceso pero pocos lo viven desde adentro varias horas al día. ADNSUR vivió la dinámica cotidiana de una escuela secundaria en Rawson donde se percibió que los chicos regresaron con entusiasmo. Desde los directivos, preceptores y POT, se destacó que muchos de ellos no respondieron a las convocatorias de los grupos de WhatsApp (previstos para tal fin), no se matricularon en las aulas virtuales durante el año pasado pero se hicieron presentes en las primeras convocatorias de este año en buen número.
En principio, hay que explicar que –hasta el momento- se les dio prioridad a 6° año (que transitan su último año de Nivel Secundario) y a los ingresantes de 1° año. Ellos se dividen en 2 grupos denominados ‘burbujas’. Por ejemplo, la ‘burbuja’ 01 (compuesta por 10 estudiantes) asiste toda la semana y trabaja virtualmente la semana siguiente. La ‘burbuja’ 02 concurre a lo largo de la otra semana y luego continúa con la modalidad virtual. Además, los docentes dejan a disposición el mismo material que está en las aulas virtuales en varias fotocopiadoras de la ciudad en el caso que las familias tengan inconvenientes en el acceso y la conectividad.
Los chicos tienen que traer sus barbijos colocados, elementos personales y no pueden compartirlos con nadie más. En el horario que ingresan, se les toma la temperatura y se los higieniza con alcohol diluido. También, se les requiere la declaración jurada de Covid donde exponen que ni ellos ni sus familiares cercanos tuvieron síntomas. Es saludable que los mismos chicos aceptan todas estas situaciones de la nueva normalidad con una disciplina valorable. Tampoco, se pueden sacar los barbijos durante el recreo, tocarse entre ellos, ni ingresar más de 3 personas a los baños. O sea que tienen que permanecer un lapso de 5 horas con el barbijo puesto dentro de un lugar cerrado. Y lo acatan perfectamente.
La realidad del aula concreta también es satisfactoria porque el docente brinda –prácticamente- una ‘clase de apoyo’ para 10 alumnos que se tienen que situar distanciados con un banco de por medio, respetar el distanciamiento y evitar el contacto.
Las clases son más fluidas, interactivas y el docente puede captar de manera más personalizada el interés de los estudiantes. Varios comentan “ojalá que el sistema educativo aprenda de esta lección y funcione así en un futuro”. En la previa de la pandemia, dentro del aula, había más de 20 estudiantes con las complejidades de la disciplina, la atención a las explicaciones y la dispersión que se genera. Ahora, las clases son más productivas.
Riesgos: demoras en la vacunación, brechas en el acceso a la virtualidad, las distintas realidades familiares y las respuestas de la infraestructura para el invierno
“La campaña de vacunación avanza a buen ritmo” destacan las autoridades sanitarias. Por su parte, si bien Florencia Perata (ministra de Educación) confirmó que “hay un gran porcentaje de los trabajadores de la educación (con factores de riesgo) que ya están vacunados”. Pero todavía existe una prolongada demora para la vacunación concreta el personal de la Educación que –hace un tiempo- cumple con las tareas presenciales. Resulta necesario e inmediato realizar un relevamiento fehaciente para concretar la vacunación del sector para disminuir cualquier riesgo, atender a los planteos de los gremios y evitar especulaciones individuales.
Hablemos claro: la presencialidad es satisfactoria pero pende de un hilo. En las últimas horas, se detectó un caso sospechoso en una escuela de Palazzo y se suspendieron las clases presenciales. Allí van a continuar de manera virtual como lo adelantó ADNSUR. Justamente, la realidad de la virtualidad no se transformó –profundamente- desde el año pasado hasta ahora. En consecuencia –ante una eventual suspensión de las clases de manera más amplia- la brecha de acceso a la virtualidad corre el riesgo de acentuarse como el año pasado, lamentablemente. En tal sentido, en las escuelas se trabaja a contrarreloj con los padres, en la matriculación de las aulas virtuales y en los registros de los chicos para poder localizarlo con mayor inmediatez y que no existan esas ‘ausencias’ que tanto los perjudicarán a ellos mismos de cara a sus futuros.
La Educación argentina se concibió con un sentido igualitario. Las diferencias de la educación entre quienes asisten a una educación privada y quienes lo hacen al sistema público se agranda cada vez más. No fue sólo la pandemia del 2020. En Chubut, hay que sumarle los paros masivos del ciclo 2019, la ocupación del edificio del ministerio de Educación del 2018 entre otras calamidades que nos devuelven al espejo la peor imagen: quienes tienen dinero, pueden educarse mucho mejor que quienes están en una condición social desfavorable. Es cruel, injusto y canallesco que eso suceda. En su sentido primigenio, la Educación Pública iguala, te pone en contacto con el abanico más amplio de la vida, te moldea ante las adversidades, te exige al máximo de tus capacidades y te enseña a compartir.
Hasta estos días, las temperaturas son benignas. Pero otro de los grandes desafíos educativos estará en las respuestas que los edificios escolares ofrezcan a las inclemencias climáticas del viento, lluvias frecuentes, nevadas, cortes de agua y bajas temperaturas.
Todos estos escenarios abren una dualidad de interpretaciones. Por un lado, la presencialidad tiene varios aspectos positivos y –en especial- el compromiso de las familias y los estudiantes que vuelven a la escuela y lo hacen con un comportamiento ejemplar. Muchas veces, se habla de la vida social extra-escolar de los chicos pero también hay que poner en la balanza el comportamiento extra escolar de los adultos. Ambos son determinantes para consolidar o debilitar la presencialidad.
Por otro lado, las demoras en la vacunación, las brechas en la virtualidad, los casos que empiezan a volver el panorama sombrío en toda la provincia (hasta ahora, en la zona cordillerana y la escuela de Palazzo en Comodoro Rivadavia), los temas salariales, las eventuales respuestas de la infraestructura escolar y nuestra actitud social ante la ‘segunda ola’ complejizan la Educación al límite de su capacidad y ponen un signo de interrogación sobre el ciclo 2021 cuando la Educación en Chubut ya viene de un cachetazo tras otro a lo largo de los años anteriores.