En medio del viento característico de Comodoro Rivadavia, un rayo de esperanza y vida brota en forma de huertas domiciliarias. Nadia García, paisajista y técnica en floricultura graduada de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, Y es una de las voces entusiastas detrás de esta revolución verde que sigue tomando fuerza en la ciudad.

"La gente cree que en Comodoro no se puede tener verduras, pero no es así, y tampoco tan difícil", afirma Nadia con determinación. Para ella, sembrar y cosechar en casa no solo es posible, sino que es una forma romántica, saludable y económica de conectar con la tierra y con lo que comemos.

Con una visión clara de hacer de Comodoro un lugar más sustentable, Nadia comparte su sabiduría sobre la siembra y el proceso de cultivo. "Con un cajón y tres plantas comés", explica, destacando la accesibilidad y practicidad de tener una huerta en casa. Además, enfatiza la importancia de utilizar los residuos orgánicos para alimentar a las plantas: "El 60% de lo que tiramos en la bolsa de basura son residuos orgánicos. Eso era lo que hacían nuestros abuelos cuando vinieron... Ese es el secreto que nos olvidamos."

Para Nadia, la huerta domiciliaria va más allá de la mera alimentación: es un acto de amor y trabajo para nutrir el cuerpo y el alma. "Somos lo que comemos", destaca. Su pasión por la siembra ha contagiado a cientos de personas en la ciudad, con más de 10 mil familias sumándose al proyecto de lombricultura y reciclando toneladas de residuos cada año.

QUÉ SE NECESITA PARA HACER UNA HUERTA

“Por ejemplo, unas lechugas que tienen poco sistema radicular las podés poner tranquilamente en un cajón de la verduleria con costo cero. Le ponemos un cajón de madera y un cartón, que por el ciclo que dura el cultivo aguanta, y podés plantar una lechuga, una espinaca, una acelga, una rúcula. Pero si querés una zanahoria vas a tener que ir un poquito más hacia abajo”, advirtió.

Nadia está decidida a romper mitos. Por esa razón, también confirma que no es necesario tener un gran espacio en la casa para tener la propia huerta. “Con un cajón y tres plantas comés. Podés hacer seis cajones y te alimentas en el invierno porque ponés tres plantas en cada cajón y una planta te dura tres o cuatro meses; Cuando se termina el ciclo plantás otra y esta va al compostero y se la comen las lombrices y vuelve a alimentar a otra planta. Es un ciclo cerrado”.

RECICLAR PARA COSECHAR

¿Pero cuál es el secreto para sembrar y no morir en el intento? “Alimentar a las plantas con el compostaje”, asegura Nadia. “Tenemos la respuesta en nuestros residuos orgánicos diarios. El 60% de lo que tiramos en la bolsa de basura son residuos orgánicos. Eso era lo que hacían nuestros abuelos cuando vinieron. Ellos no te tiraban ni una cascara y con eso recuperaban la tierra. Ese es el secreto que nos olvidamos”, detalla.

Tal como dijo Nadia el trabajo de siembra es un ciclo cerrado, y antes de cosechar, regar y sembrar se debe realizar el compuesto con o sin lombrices californianas, aunque la segunda opción es más eficiente.

“Lo primero que debemos hacer es clasificar los residuos diarios, rescatar la parte orgánica: cascaras de verduras, frutas, yerba, café, té, papeles, cartones y cascara huevo”, contó.

“Eso una vez a la semana lo ponés en una compostera, que puede ser desde un tacho de pintura hasta un pozo en el patio y lo regás hasta que salga agua por debajo del envase. Eso permitirá que comiencen a trabajar hongos y bacterias sobre ese residuo al que habrá que mezclar con hojas secas y cartones que estructuran la mezcla", detalló.

Y aseguró que “parece más difícil cuando lo cuento que cuando lo hacemos. El resultado final si es compus en verano lo vemos en seis u ocho meses y con lombrices en tres. Pero es al inicio, luego tenés el ciclo que siempre te va entregando compus. Es más, nos hemos quedado sin residuos orgánicos pero no sin compus”.

La pregunta que surge es qué sucede con las lombrices cuándo sacamos el compus. La respuesta: se utilizan cebos con abono de conejo y café “que le gustan mucho” y ellas automáticamente van a buscarla.

Nadia es optimista en que este es el camino hacia lo sustentable. Por esa razón sueña con que algún día la actividad agrícola hogareña llegue a las escuelas para poder inculcarles a los chicos que pueden comer sano y ser sus propios productores.

“Sería un sueño que se hiciera, que cada chico de primer grado tuviera su huerta y aprendiera a cultivarse los alimentos. Le daríamos autonomía. Los niños son el cambio que uno espera, pero imagínate que en el contexto de crisis que estamos viviendo que una familia pueda cultivarse tres zapallos, acelga, lechuga y tomates... no digo que va a terminar el hambre, pero ayuda. Además es volver a la tierra”, sentenció.

En las manos de Nadia y de aquellos que la siguen, las huertas domiciliarias no son solo semillas plantadas en tierra fértil, son sueños verdes que florecen con cada cosecha, sembrando un futuro más sustentable y conectado con la naturaleza.

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