A finales de la década del 80, Sergio Ambrosio llegó a Comodoro Rivadavia como piloto de la Fuerza Aérea. Su misión era volar los legendarios Pucará, pero la falta de aviones lo llevó a pilotear aviones de transporte Twin Otter. Lo que no imaginaba en ese momento era que, años más tarde, dejaría los cielos para convertirse en pionero en el rubro de la seguridad en la ciudad, fundando Alarsur y, con ello, el más importante Centro de Monitoreo de la región.

Ambrosio no llegó a la seguridad por necesidad, sino por visión. En un Comodoro donde el concepto de alarmas aún no existía, vio un nicho vacío. "No había robos, pero encontré un vacío como aquel empresario que quiso vender helados en invierno o el que pensó en piletas para casas en Comodoro", recuerda. Así comenzó con un simple stand en el Mercado Comunitario, vendiendo alarmas a quienes se animaban a innovar en su seguridad.

Ambrosio llegó a la ciudad como piloto. En su carrera como militar también estuvo en la Antártida. Foto: Archivo personal.

Los inicios de Alarsur y la evolución del monitoreo

A la distancia, recuerda el día que vendió su primera alarma. Era un maestro y se llamaba Marcelo Rodríguez. Ambrosio lo cuenta con lujo de detalles: “Estaba en el Mercado Comunitario, donde hoy está el Centro Cultural, frente a un puesto de pollo y otro de mariscos, en un pasillo. Tenía un stand, una silla, un escritorio y una casita con una alarma bien puesta. Y cada vez que abrían la puerta, se disparaba la alarma. Vendí eso, después fue ‘Corcho’ Kan y después una cadena de ventas de primera línea, gente de clase alta. Ganaba fortuna en esa época.”

Así inició Alarsur, una de las primeras empresas de seguridad de la zona. El proyecto comenzó con unos pocos sistemas instalados por Ambrosio y un pequeño equipo compuesto por Boroni, Vilchez y Taborda, todos suboficiales de la Fuerza Aérea que durante años trabajaron en la empresa.

"Yo empecé a monitorear en el 93 y era todo distinto", recuerda el empresario. “Los primeros sistemas eran por teléfono y tardaban tres minutos en llamar. Hoy hay una evolución tremenda, porque ahora, a los cuatro segundos, estamos comunicando los eventos a la gente por medio de WhatsApp y los diferentes medios de comunicación. Pero cuando comenzamos, en el 89, era un aviso telefónico, una central telefónica que sonaba y un comunicador telefónico te llamaba y te hacía un ruido de sirena.”

“Después existió el comunicador telefónico hablado, que te dejaba un mensaje y que muchos pusieron al 101 y mandaba la comunicación hablada a la seccional policial”, agrega. “Y también existió la sirena afuera y una garita en una esquina que cuidaba las cuatro cuadras. Pero lo que cambió todo fue el monitoreo con sistemas israelíes, Rokonet.”

Ambrosio cuenta que desmenuzó el panel para saber cómo se comunicaba. A través de un módem, el sistema enviaba un mensaje a una receptora y números impresos en papel, a través de una ruidosa impresora, mostraban, mediante un código, qué estaba sucediendo en el lugar. Luego llegaría la computadora, la utilización de software y la evolución hasta la conexión a través del teléfono celular.

“Era algo impensado que esto pudiera perdurar en el tiempo”, dice Ambrosio. “Pero comencé a trabajar en monitoreo a través de Ademco y DCC, dos líneas de Canadá y Estados Unidos, y visité muchos centros de monitoreo en el mundo. Me gustó la idea y terminé dejando la Fuerza Aérea para crear eso que vi en el primer mundo.” Fue en esa época que comenzó a gestarse este proyecto: un gran Centro de Monitoreo que cubriera todo Comodoro.

El primer Centro de Monitoreo en la Unidad Regional

El primer intento de Ambrosio por consolidar un centro de monitoreo se dio en 1998 dentro de la Unidad Regional. "Estuvimos casi un año, pero dije 'acá no prospero' y me desvinculé", cuenta. No se quedó de brazos cruzados: alquiló un espacio en Rivadavia 315, donde comenzó con un sistema rudimentario, tirando un cable hasta la terraza de la Unidad Regional y contactándose a la policía cada vez que una alarma se disparaba.

"En ese trajín, compré las unidades funcionales de abajo. Me quedaba chico el lugar y diseñé esto, pero costó mucho consolidarlo", recuerda sobre el actual Centro de Monitoreo, que hoy cuenta con más de 100 cámaras y un sistema integrado entre el sector privado y el Ministerio de Seguridad de Chubut.

Una vida de esfuerzo y aprendizaje

Construir un imperio en la seguridad no fue fácil. "Aprendimos con los golpes", admite Ambrosio. Con más de 30 años en el rubro, pasó por todo tipo de desafíos y cambios tecnológicos, desde los primeros comunicadores telefónicos hasta los actuales sistemas con inteligencia artificial que identifican rostros y vehículos en segundos.

Pero más allá de la tecnología, Ambrosio destaca a las personas que lo acompañaron en el camino. "A todos les tengo que decir gracias. Pasaron por Alarsur más de 600 personas. Creo haber cumplido, por ahí no con las expectativas que cada uno espera porque es difícil competir con salarios petroleros, pero trato que la gente se sienta a gusto. Decirles gracias por eso y que hoy confíen en vos, con ficha limpia", expresa con gratitud.

Ambrosio junto a Carlos Boroni, uno de los pioneros de Alarsur. Foto: Archivo personal.

Un legado que trasciende

Con 64 años, Ambrosio siente que ha cumplido su misión. "Tengo tres nietos, reconocimiento y ahora estoy volando. Estoy feliz, ya está. Esto posiblemente pueda ser mi jubilación", dice con una sonrisa. A pesar de haber construido un centro de monitoreo de última generación y transformar la seguridad en Comodoro, su espíritu inquieto y visionario parece seguir en movimiento.

Lo que comenzó con una simple alarma en un mercado hoy es una red de monitoreo que protege a toda una ciudad. Y detrás de esa red, está la historia de un hombre que supo ver más allá de los cielos y construir un legado en la tierra.

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