Hace apenas unos años, Guadalupe Sorzana se encontraba en una situación económica complicada. Pero con esfuerzo, ingenio y la ayuda de su familia, logró levantar un próspero emprendimiento lechero en la Patagonia. Partiendo de apenas tres vacas, hoy tiene un rodeo de 12 animales que le proveen cerca de 100 litros de leche por día, con los cuales elabora un queso artesanal que se ha convertido en todo un furor.

Originaria de Zapala, en la provincia de Neuquén, Guadalupe decidió regresar a sus raíces en 2016, dejando atrás su vida matrimonial en Arrecifes. Junto a dos de sus hijos, emprendió el viaje de vuelta al sur, donde la esperaban sus padres, Juan Carlos y Alicia.

Si bien Guadalupe había vivido en diversas zonas rurales del país, siempre supo que su corazón pertenecía a Zapala, pueblo fundado por sus bisabuelos maternos, los Trannack, quienes lotearon su estancia con ese nombre.

La tradición lechera también había calado hondo en su padre, quien en los años 70 puso en marcha un tambo modelo con vacas estabuladas, llegando incluso a envasar leche pasteurizada. Pero el proyecto no prosperó y el establecimiento tuvo que cerrar. Años después, con la situación económica complicada, Guadalupe y su esposo decidieron reflotarlo, pero a una escala más artesanal, para vender leche fresca a los vecinos.

Sorzana elabora un queso de su autoría de leche cruda y fermentos naturales.
Sorzana elabora un queso de su autoría de leche cruda y fermentos naturales.
Gza. Guadalupe Sorzana

"Sin un peso encima y con 45 años, me volví a vivir al campo de mis viejos a ver qué podía hacer", recuerda Guadalupe. Fue entonces cuando su padre, Juan Carlos, le ofreció unas vacas que habían quedado sueltas en el campo. "¿Querés salir adelante, Guada? Este es tu momento. Agarrá esas tres vacas mías y empezá. Cuando llegues a 100 litros por día, hablamos de qué manera me pagás", le dijo.

Y así, ordeñando a mano en un galpón con piso de tierra, Guadalupe comenzó su emprendimiento. El primer día que salió a repartir esos 18 litros de leche, pensó que tenía que estar agradecida por siempre. "No podía creer la fidelidad de esos animalitos que me estaban dando la diaria para vivir", describe.

Poco a poco, el rodeo fue creciendo. Un amigo le ofreció tres vacas más, luego un primo le regaló otra, y un productor de Aluminé le entregó cinco vacas en producción que no usaba. Así, en menos de un año, Guadalupe llegó a tener 12 vacas lecheras, lo que le permitió pasar de 30 a 100 litros de leche por día.

"Fue una combinación de fortuna y suerte con mucha garra. Apareció gente que me dio una mano y se alinearon los planetas. Yo le empecé a meter y me di cuenta el potencial que había en la actividad. Y me entusiasmé mucho", cuenta la emprendedora.

En la actualidad, tiene una máquina de dos bajadas y 12 vacas en ordeñe que le dan casi 100 litros por día
En la actualidad, tiene una máquina de dos bajadas y 12 vacas en ordeñe que le dan casi 100 litros por día
Gza. Guadalupe Sorzana

Fue entonces que decidió diversificar su producción. Una parte la vendía como leche fresca a sus clientes de los primeros tiempos, y con el resto comenzó a fabricar un queso típico de la cordillera, característico de la zona, siguiendo la receta que le había enseñado su pareja, Manuel. Luego, sumó otro queso que le mostró una señora del norte de la provincia.

"Saqué muchos tips de ella y al final creé un queso de autoría propia: de leche cruda y con fermento natural, que a la gente le encantó. Hoy no doy abasto. Tengo lista de espera para ese queso", describe orgullosa Guadalupe. También, por pedido, hace dulce de leche casero.

Con la ayuda de sus hijos y los ayudantes que siempre estuvieron a su lado, el crecimiento del emprendimiento fue notable. A través de las redes sociales, Guadalupe comenzó a tener una gran visibilidad, y la empezaron a llamar para que probaran sus productos, sobre todo "ese queso propio".

En la actualidad, Guadalupe ordeña los 365 días del año, tiene una máquina de dos bajadas y 12 vacas que le dan casi 100 litros por día. Cuando mira hacia atrás, se le viene a la mente, aunque no le gusta, la palabra "empoderarse". "Como el Ave Fénix, de manera estoica pude resurgir en un momento muy difícil de mi vida. Hoy solo debo agradecer la oportunidad que tuve, a mis padres y amigos que me ayudaron y me dieron impulso a salir adelante", finaliza.

Entrevista realizada por La Nación, sección Campo, editada por IA, bajo supervisión de un periodista de ADNSUR.

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