En un pequeño galpón de la calle Chacabuco al 555 comenzó la historia de la que fue la primera fábrica de gaseosas de Comodoro Rivadavia; una empresa pionera en el rubro de la ciudad que marcó el camino de otras que luego llegaron a la provincia.

A pocas cuadras de La Loma todavía se encuentra el viejo edificio. Mónica Raso, hija de Mario (el dueño e ideólogo del proyecto), recuerda con lujo de detalle cómo era el funcionamiento del lugar mientras mira de un quinto piso de esa misma cuadra. “Desde acá se ve, mirá. Por ese pasillo que se ve atrás salían los camiones de reparto. Entraban hasta el fondo, cargaban y salían. Detrás estaba la oficina y adelante la planta, y los cajones se acomodaban en la vereda. Yo era chiquita”, recuerda con emoción esta mujer que prácticamente creció y vivió en lo que fue la elaboradora de Crush, aquel refresco que apareció en 1911 cuando el químico Clayton J. Powel creó el proceso para mezclar sus ingredientes. 

Recién en 1957 la gaseosa llegó a Comodoro Rivadavia. Precisamente cuando Compañía del Sur abrió en la calle Chacabuco. 

Mario, quien terminó siendo un hábil entendedor del marketing, contó en sus memorias que todo comenzó escuchando Radio Uruguay, una emisora AM que sonaba en toda la patagonia, incluida Islas Malvinas. “Él siempre escuchaba esa radio y escuchaba propagandas de Crush y Bidu Cola”, recuerda Mónica. “‘Destapé una Bidu Cola que tiene un premio’. Y pensó ‘acá no hay ninguna gaseosa, tengo que traer Crush y Bicuola', y le pidió a un tío que estaba en Buenos Aires que averigüe. Después viajó y consiguió la concesión para Chubut y Santa Cruz”.

Cuenta también Raúl López, su yerno, quien trabajó con él hasta el cierre de la planta, que Mario siempre contaba que en Buenos Aires le ofrecieron la representación de Coca Cola, pero él prefirió traer Crush porque “era naranja y los trabajadores tomaban vino con naranja”.

Por entonces Mario tenía solo 30 años y era dueño de ‘El Gastronómico’, una rotisería que funcionaba entre Bartolomé Mitre y Belgrano. Allí fue donde entre comidas y cocina conoció a Eda Etel Duarte, una correntina de Santo Tomé que había venido a visitar a su hermana y con quien se casó 8 meses después.

En 1957 cuando abrió Compañía del Sur junto a Antonio Torres y Ruiz Cobos, sus socios. Mónica y Marta, dos de las tres hijas de Mario, ya habían nacido. Así, las chicas prácticamente crecieron en la fábrica de Crush, como se la conoció en Comodoro Rivadavia. 

Mónica recuerda que en los inicios el proceso era todo manual. Desde poner el agua, los jarabes y el azúcar, hasta embotellar la gaseosa, taparla y distribuirla. Mario pasaba noches enteras haciendo el producto y buscando su mejor sabor. Su ayudante era el padre Juan Corti, y a cambio él le donaba gaseosas para los chicos de los comedores. 

Así trabajaba la fabrica de Crush en 1958. Foto: El Rivadavia.
Así trabajaba la fabrica de Crush en 1958. Foto: El Rivadavia.

Con el tiempo, Mario continuó solo en el proyecto y el negocio de gaseosas siguió creciendo, no solo en Comodoro sino en todo el mundo. Así, en 1963, mientras en Comodoro desembarcaba Cola Cola, Crush lanzó la primera botella ¾.  Para el lanzamiento Mario armó una movida de marketing importante y creó “Las chicas Crush”, un grupo de modelos de Buenos Aires que promocionaban la gaseosa en distintos eventos; toda una inversión que incluye pasajes, alquiler de casas y diferentes actividades en la calle.

Pero eso no fue todo. Años más tarde trajo a Leo Dan, una estrella de la época, y también a Sandro de América, quien llegó en 1974 para el lanzamiento de 7UP, gaseosa que Mario incorporó a su producción en una época donde todavía no había representante de Pepsi en la zona.

Mario con las chicas Crush, una movida de marketing de la época que muchos recuerdan.
Mario con las chicas Crush, una movida de marketing de la época que muchos recuerdan.

Germán Núñez recuerda esa época de grandes artistas y marketing. Tenía 14 años cuando comenzó a trabajar en Crush, donde estuvo cuatro años hasta que le tocó hacer el Servicio Militar Obligatorio. Radicado en Neuquén, desde hace unos años, recuerda con cariño a Raso y el día que le fue a pedir trabajo. "Yo fui a pedir trabajo y pesaba 55 kilos con suerte. Me acuerdo que me dijo vení mañana y si levantás esa bolsa de azúcar te tomó. Fui al otro día y ni se acordó, me tomó nomás, era para ver si volvía. Le dijo al capataz que no podía hacer ningún trabajo pesado y así empecé".

Germán guarda los mejores recuerdos de Raso. Cuenta que estaba abocado a trabajos livianos, en la lavadora de botellas o en la pileta de jarabe; una sala cerrada, hermética, donde comenzaba la elaboración. Como era menor, combinaba trabajo con escuela, algo que Mario siempre apoyó y que él agradece. "Yo tenía turno de 8 horas, y él me hizo un turno de mañana para que vaya. Incluso me pagaba los pasajes porque él quería, porque yo le pedía anticipado pero nunca me descontó, pero me pedía el boletín para ver cómo me había ido". 

Germán hasta los 18 años trabajó en la fabrica, luego le tocó el servicio militar y su vida continuó por otros lares.

CRECER PARA PROGRESAR

Con el crecimiento de la empresa, Mario decidió que era momento de expandirse. Así, compró un terreno en Viamonte 15 y construyó un galpón de 1480 metros cuadrados que luego terminó convirtiéndose en una planta modelo con tecnología de punta: se embotellaba en forma mecanizada, los envases se lavaban en serie de 18 botellas a través de un proceso de lavado automático y se fabricaba la botella para los jugos 'Citrisur' y 'Comodoro' y el agua de mesa 'Comodoro'.

El emprendimiento incluyó la construcción de dos pisos de oficina y tres  departamentos donde vivieron algunos de los empleados, entre ellos el químico Eduardo López, quien en ese entonces trabajaba en Crush Buenos Aires y años después, tras el cierre de la planta, fundó Hottys, el restaurante que se encuentra frente al Hospital Regional.

Otros tiempos. Mario entendió el marketing cómo nadie y en la visita de un circo que tenía un mono el mismo poso con una botella de Crush.
Otros tiempos. Mario entendió el marketing cómo nadie y en la visita de un circo que tenía un mono el mismo poso con una botella de Crush.

La Crush, como se la conocía en Comodoro, en su mejor época llegó a emplear a más de 80 personas, tener una flota de más de 10 camiones en los barrios, otros tantos en las rutas,  y producir 15 mil cajones de gaseosas mensuales en forma promedio con 120 puntos de venta en toda la ciudad, desde el mercadito del barrio hasta los grandes supermercados.

El negocio en su momento tuvo tanto auge, que Mario incluso abrió una planta en Trelew cuando inauguró la nueva en Comodoro, y llegó a distribuir hasta Sierra Grande, mientras que al sur la extensión llegaba a Río Gallegos donde no distribuía Crush porque había una fabricante pero sí distribuía Cindor, vino Casa de Troya, Indian Tonic (hoy Cunnington) y Aguas Villavicencio.

Cuando Crush creció Mario entendió que era momento de expandirse y construyó una planta modelo en la calle Viamonte de 1480 metros cuadrados.
Cuando Crush creció Mario entendió que era momento de expandirse y construyó una planta modelo en la calle Viamonte de 1480 metros cuadrados.

Pero todo cambió en la década del 90 cuando Coca Cola apostó a impactantes publicidades en televisión y los supermercados comenzaron a comprar en Buenos Aires por su cuenta. El golpe se hizo sentir y a mediados de la década del 90, en el 96, Crush bajó sus puertas.

“Sufrimos mucho cuando cerramos. Todavía tengo la imagen de cuando estábamos sacando el mobiliario. Toda la vida pasamos ahí. Mi hermana, la mayor, trabajó hasta que tuvo sus hijos y nosotros cerramos la puerta juntos, los tres. Fue horrible, me acuerdo como si fuese hoy”, dice Mónica, la mujer que creció en la primera fábrica de gaseosas de Comodoro, aquella que fundó un hombre gracias a una publicidad de radio y dio inicio al rubro.

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