“Fue un salto al vacío lo que hice. Los dos meses que me quedé en Argentina mandé 200 e-mail a agencias de Francia, hasta que me llamó una y quedamos en reunirnos allá”. Katja Stuckrath cuenta su historia y no oculta nada. Habla de lo melancólico que para muchos es su trabajo, también de lo difícil que es ser artista y de las pequeñas cosas que extraña de Rada Tilly, el lugar al que suele viajar con su mente, cuando cierra los ojos y se regresa a la Patagonia.

No es fácil, tampoco sencillo, pero admite que está “contenta con la decisión de haber venido para acá”... a París, la ciudad que descubrió gracias a una beca en La Fémis.

Katja tiene solo 26 años, es fotógrafa y cineasta y en la actualidad trabaja para Louis Vuitton, la marca de moda francesa que hace cinco meses cerró el único local que tenía en Argentina. 

Lejos de ponerlo en un pedestal, la artista cuenta que es un trabajo que le da el pie para hacer básicamente lo que quiere hacer: cine y videoclips, y de alguna forma, la “hace valorar otras cosas que son más artísticas”.

Es que lo suyo es 100% arte, con un estilo propio que defiende y valora, porque como dice, “la belleza se encuentra en todos lados, según el ojo con el que lo mire”.

Katja Stückrath junto a su compañera de viaje.
Katja Stückrath junto a su compañera de viaje.

La historia de Katja comienza en la arena de Rada Tilly, la pequeña villa balnearia del sur de Chubut. Aquí creció y estudió. 

El Complejo Educativo Everardo de Casa Tilly, fue su segunda casa, el lugar que la hizo quien es hoy, asegura, y que le enseñó que cada persona hace su propio camino. Es que al contar su historia, recuerda lo difícil que le resultaban las matemáticas y lo mal que se sentía; lo suyo era el arte y la biología, su otra pasión que la llevó a competir en varias Olimpiadas de Biología gracias a Natalia Hernández, una profesora que dejó una huella en ella.

“Siempre estuve muy agradecida a mi profesora, porque me mostró otro lado de la biología y estuve muchos años haciendo eso. Me iba mal en matemáticas pero lo compensaba por otro lado, y si no hubiese hecho cine seguramente hubiese estudiado algo relacionado”, dice a la distancia.

Como cuenta, su amor fue entre el foco y la biología, las dos disciplinas que descubrió en su adolescencia. “Esas dos cosas me gustaban. Con una de mis amigas, Miranda Cerdá, teníamos un profundo amor por la biología y por otro lado siempre me gustó el arte. Mis papás me cuentan que a los 10 años decía que quería ser actriz. Yo desde que era muy chica miraba películas, pero después a los 14, 15 empecé a sacar fotos. Cuando empecé encontraba gente que me parecía fotografiable de alguna manera y le preguntaba si podía hacerle fotos inspiradas en películas. Gente que no era modelo, pero no importaba, así que hice muchas fotos a partir de los 15, todo inspirado en películas. Era como un hobby, pensar ‘estoy aprendiendo’, ‘estoy haciendo cosas’”. 

Cuando terminó la secundaria, Katja tenía claro qué hacer e ingresó a la FUC (Fundación Universidad del Cine), donde descubrió su verdadera vocación. “Cuando entré empecé a interiorizarme en todo el mundo del cine y descubrí lo que es el director de fotografía, que básicamente es los ojos del director, es el que cuenta la historia a nivel técnico; qué tipo de luz, el movimiento de cámara, qué cámara y qué lente se debe usar. Es un rubro muy técnico pero con una cuota de sensibilidad, porque es interpretar la historia de otra persona”.

Con miedos e incertidumbre, Katja se sumergió en ese mundo de iluminación y cámara, y cambió de carrera. 

Mientras estudiaba en Buenos Aires, la artista hizo de todo, principalmente experiencia foteando a modelos, participando en diferentes proyectos en busca de su universo y tejiendo redes de contacto. Hasta que decidió postularse a la beca de La Femís, la Escuela Nacional de Cine de Francia, una selecta escuela donde solo ingresan 31 personas por año. 

“Fueron seis meses muy intensos, una experiencia increíble. Yo no hablaba francés porque nos habían dicho que las clases eran en inglés, pero cuando llegamos nos dimos cuenta que no. Lo bueno es que yo había estudiado muchísimo, porque me había preparado bastante con música, cine, y estando allá era como que todos hablábamos el mismo idioma. Teníamos clases con directores de fotografía muy conocidos, mucha práctica que es bastante clave en el rubro. La verdad fue increíble”.

Katja se enamoró de París, sus costumbres y el mundo de cine y moda que le mostraba. Volvió a Argentina, pero quería regresar y surgió una gran pregunta: “¿termino la facultad o sigo mis instintos y me quedo en París haciendo carrera, que es en lo que me está yendo bien? o ¿dónde es el momento para estar?”.

La respuesta ella misma la dice. “Fue un salto al vacío lo que hice. Los dos meses que me quedé en Argentina mandé 200 e-mail a agencias de Francia, hasta que me llamó una y quedamos en reunirnos allá. Llegué en marzo de 2018, me junté con él y ahí charlamos. Medio que al principio estaba confundido, porque me decía ‘tenés 21 años, sos de Argentina, ¿por qué querés un agente?’. Yo le decía que necesitaba alguien que me meta en este rubro. Me acuerdo que me dijo ‘tenés el ojo, tenés mucho porfolio, pero no veo la continuidad que puedas hacer una historia de 15 páginas. Pero esa noche me mandó un mensaje y me dijo ‘vi tu Instagram, encontré lo que buscaba, nos juntamos la semana que viene’. Ahí arranqué a estar en la agencia con David, que estuve hasta el año pasado”. 

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Durante tres años Katja trabajó en diferentes campañas, un proceso lento pero provechoso, mientras tanto se hacía conocer en el ambiente, llevando su porfolio y mostrando su trabajo en agencias de publicidades.

“Esa fue mi manera de entrar al rubro durante tres años. Hice muchas editoriales para revistas impresas, trabajé para una de las campañas para empresas no tan grandes y muchas Fashion Week. Un año pude estar en Dior y otras marcas bastante grandes, porque a la Fashion Week no puede entrar cualquiera, pero a partir del año pasado decidimos no continuar trabajando juntos y entré a trabajar a  Louis Vuitton como fotógrafa de Packshot, más vinculado al producto”. 

“Eso me sirvió muchísimo porque fue otra cosa de ver la moda y ver la fotografía diferente a  como yo lo hacía, que siempre me manejé con modelos. Esto eran objetos pero para una marca de lujo, muy reconocida, donde tenés que seguir ciertas guías. Te dan un espacio de tiempo para hacer tus cosas al costado, porque básicamente te contratan por semana. Entonces tuve el tiempo para hacer rodajes, films, y a la vez trabajar en esta marca que me abrió un montón de conocimientos que no tenía antes”.

Uno de los trabajos que realizó Katja en Francia.

Por estos días, Katja sigue trabajando para Louis Vuitton por semana. Como cuenta, lo ve como un trabajo que le permite hacer otros proyectos más artísticos, como el corto musical de 15 minutos que realiza con la banda "Unloved", que tendrá su premier en Londres y París o el videoclip que en dos semanas filmará con una cantante francesa. 

Por supuesto, le gustaría regresar a su ciudad, tomar mate con su mamá, cenar y charlar con su papá, estar con su hermana y caminar por la playa, pero sabe que ya llegará el momento. Mientras tanto es armarse de paciencia y seguir sumando, tal como dice. “Esto es así, es un rubro que hay que tener mucha paciencia, porque las cosas llegan en el momento en que tienen que llegar, uno tiene que estar siempre haciendo por más que las cosas no sean fáciles. No es todo color de rosas todo el tiempo, pero hay que seguir haciendo y decir ‘confío en lo que sé, en las cosas que me gustan’”, dice esta joven artista que se animó a saltar el vacío de los sueños con su propia forma de mostrar la belleza.

Uno de los trabajos que Katja realizó en Rada Tilly.
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