BUENOS AIRES - El empresario y fundador de Manaos, Orlando Canido, estuvo a punto de fundirse varias veces y logró no sólo sobreponerse, sino redoblar la apuesta. A los 49 años se reinventó, y asegura que “es la gaseosa más vendida de Argentina”.

Su último momento difícil lo vivió en la cuarentena al perder $200 millones porque apostó a una bebida para chicos y no abrieron las escuelas. Considerado el “hijo de inmigrantes más exitoso que tuvo La Matanza”, cuenta que Netflix le ofreció hacer una serie con su vida.

Su bisabuelo era de La Coruña, cuando llegaron a Rafael Castillo fundaron el primer tambo. “Mi mamá ordeñaba en el fondo, todos pasaban por el comedor para buscar leche. Sigo viviendo en la misma casa de mis padres, pero todo cambió. Tengo rejas hasta en el techo, cámara, alarmas y seguridad.  Pensar que antes íbamos a bailar a Morón y a Casanova y volvíamos a cualquier hora”, recordó Canido a BAEnegocios.

En la década del ’70, fue distribuidor de cerveza Bieckert y vino Crespi. “Me daban las zonas que nadie quería, en nueve años me convertí en el número uno en ventas del país. Cuando Bieckert se vendió me quedé sin trabajo. Empecé a comprar gaseosa, vino y cerveza de cualquier marca directo en las fábricas y distribuía. El secreto del éxito fue la constancia, atender bien a la gente y dejarlos ganar plata. Las marcas líderes no daban crédito, yo iba puerta, puertita, ventana, ventanita, almacén, almacencito y armé un ejército de ventas con volúmenes grandísimos. Cambian la política y los distribuidores quedamos fuera del negocio”.

Canido no se dio por vencido. “Distribuí la gaseosa SAO por diez años, una marca que nadie conocía. En 2003 tuve un accidente muy grande, me volcaron el acoplado y estuve mucho tiempo internado con hundimiento de tórax y siete costillas rotas, pulmón perforado, clavículas rotas. Pude seguir, pero al poco tiempo, el dueño de SAO decidió continuar solo con la distribución y me dejó afuera del negocio. Había invertido en ganadería y me fui a trabajar al campo. Un día no toleré más y me vine, tenía la necesidad interna de continuar con la distribución. Me habían sacado de una mala manera. Por odio, rencor y resentimiento puse esta fábrica”.

Su mujer Celsa Córdoba y sus amigos, le decían que estaba loco.  Volvió del campo y compró un predio de 14 manzanas en una hora, era un pastizal. Vendió sus 1500 cabezas de ganado y alquiló su campo. Estaba decidió a crear su propia gaseosa y la bautizó Manaos para que parezca brasileña como Sao y lanzó una segunda marca La Bichy. “Con Sao vendía Beach y los chinos no podían pronunciarla y le decían ‘La Bichi‘ y cuando registré mi marca, no lo dudé, le puse La Bichy”, contó risueño.

Cuando Manaos cumplió 5 años hizo un asado para 5.000 personas, a los 10 años convocó a 10.000 y el año pasado festejo los 15 años de la marca con 15.000 invitados. Puso 8.000 kilos de carne al asador, 500 pollos, 8.000 chorizos y 4.000 morcillas. La fiesta duró 16 horas y cantaron desde el Chaqueño Palavecino, su gran amigo e imagen de la marca, hasta las Nueve Lunas, entre otros. “No es fácil juntar 15.000 personas sin ser político”, dice. Cuando se le pregunta si no se anima a entrar en política, no duda: “Somos el agua y el aceite y no se mezclan. Lo mío es honesto, la política es pudrición y corrupción”.

Una serie de 15 capítulos

Su historia es tan increíble que hasta quisieron hacer una serie con su vida. “Tengo amigos en todo el país, camino por la avenida 9 de Julio y me piden fotos y autógrafos. La gente se quiere sacar fotos conmigo. Muchos me dicen que vieron mi historia y no lo podían creer, que pudieron empezar de nuevo gracias a mí. Me vinieron a ver de Netflix, quieren hacer una serie de 15 capítulos. Por ahora, me tengo que cuidar, anduve complicado de salud. Voy muy poco a la fábrica”.

Hace dos años tuvo que enfrentar una denuncia de evasión de la AFIP, antes fue señalado por Greenpeace a causa del desmonte ilegal de 500 hectáreas que hizo en la provincia de Santiago del Estero y también, por el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE).  A fin del año pasado la ANMAT le cuestionó varios lotes de Manaos, Canido aseguró a BAE Negocios, que “tengo certificado que es la mejor gaseosa del mundo, no encontraron nada”.

“Hace un año compré la marca Pindapoy, la tenía una fábrica de Concordia que se fundió. Orienté la publicidad a los niños en la escuela. En los primeros días de marzo hice llenar botellas de medio litro de agua saborizada y jugo de 250 ml. Puse todas las líneas a llenar y las clases nunca empezaron. En síntesis: tuve 8000 pallets de gaseosas vencidas. No se vendió una botella. Regalé, doné, me compraban un pallets y les mandaba dos. Cada pallets de gaseosa cuesta $25.000 cada uno y tire 8.000, perdí $200 millones. Pasamos una situación muy incómoda en abril, mayo y junio”.

“Fue muy duro levantar esa situación con los pagos que no llegaban y con el producto de clavo, media fábrica. Hubo un mes sin bancos que lo complicó todo. No tenía el dinero para cubrir las facturas de los insumos y no podía dar cheques. La plata me sobraba, pero no la tenía. Pero nos recuperamos, vamos a cerrar el año un 12% arriba con respecto al año pasado. Todo un récord”, contó.

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