Son las siete de la tarde en Houston, Texas, exactamente las diez de la noche en Argentina y un comodorense con una increíble historia y trayectoria se prepara para charlar un rato sobre esas cosas de la vida que lo terminaron sorprendiendo.

Germán Reynoso, un experimentado ingeniero electrónico nacido y criado en Comodoro Rivadavia, atiende la llamada con mucha buena onda para repasar sus comienzos en la "capital del petróleo", lugar que terminó siendo clave para que dé un increíble salto como profesional.

De muy chico hizo la primaria en la Escuela N°133 y ya finalizada esa etapa arrancó la secundaria en la histórica Enet N°1, cuna de trabajadores de la hostia que dejaron su huella siendo formados por docentes que dejaron la vida por enseñar. Concluidos sus seis años en el colegio técnico pasó por la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco donde decidió estudiar la carrera de ingeniería electrónica.

Durante un tiempo, Germán vivió en Rada Tilly, pero después junto a su familia hizo un recorrido por Río Grande, Choele Choel y terminaron regresando a Comodoro. "En el 1976, Rada Tilly debía tener tres casas quizás, en esa época no había nada de nada".

"Salí de la Enet como técnico en la parte de electromecánica y en la universidad me terminé recibiendo de ingeniero electrónico. La electricidad siempre me gustó, de chico hacía changas de esto y por ahí no me daba económicamente para salir de Comodoro, así que al estar la carrera en la ciudad la estudié. Me gustaba la ingeniería en sonido ya desde muy chico, pero al estar en Buenos Aires me resultó imposible. En el colegio eran seis años fijos y en la 'uni' también. La carrera la hice en tiempo cumplido, no me demoré para nada", cuenta detalladamente.

Mientras cursaba las materias que no eran para nada sencillas, dice que trabajó en el boliche Chicano, ubicado en pleno centro de la ciudad y que muchos alcanzaron a vivir importantes noches: "era iluminador, lo hacía como changa".

En aquel entonces, recuerda que también tenía otra pasión y era puntualmente por el deporte. Lejos del fútbol Germán afirma que "nunca pensé en dejar la carrera, pero sí me gustaba mucho el básquet". "En 1990 estuvo el Mundial en Argentina y lo que quería hacer era jugar al básquet, me distrajo bastante. Era hincha de la Federación Deportiva en ese momento en que estaban más o menos iguales con Gimnasia, ahora por supuesto que este se fue más arriba".

Como todo comodorense, señala que las condiciones climáticas locales no le gustaban del todo porque terminaban arruinando las posibilidades de hacer algo al aire libre: "¿A quién le gusta el viento? Había un día lindo y te salía el viento. Comodoro era lindo en ese entonces. Rada Tilly con su playa... Fueron lindos recuerdos".

Su llegada a Bolivia, algo que jamás pensó que se iba a dar

Finalizados sus estudios en la UNPSJB, expresa que nunca pasó por su cabeza el hecho de irse tanto de Comodoro como también del país: "Jamás quise irme. No hablaba inglés y tampoco me dediqué a estudiarlo. De chico, cuando iba a entrenar a la 'Fede', había un solo extranjero que hablaba ese idioma en toda la ciudad. Justo encontré un laburo y como era el más jovencito, la empresa en la que estaba decidió partir a Bolivia... ¿Y quién va a Bolivia? Nadie quería hacerlo, entonces fui yo".

"Estuve ahí unos años, volví a Comodoro, cambié de empresa y me tocó regresar a ese país".

Previo a su primer paso por el país vecino, Germán se casó y tuvo a su primer y único hijo llamado Exequiel. Inicialmente, su esposa en aquel entonces lo apoyó, pero cuando le tocó ver de qué se trataba Bolivia, decidió "no bancarlo más": "tuve que renunciar a la empresa, estuve en Comodoro un par de meses y cuando entré a otra, a Bolivia otra vez. Me quise escapar, pero no pude, me tocó ir solo y divorciado. Muchos piensan que son cochinos, pero nada que ver. Estuve en Santa Cruz, es una ciudad muy bonita, hermoso clima, sin viento y con buena gente".

En Malasia, celebrando el aniversario de la Revolución de Mayo

"La vida ahí fue muy linda, de hecho me compré un departamento. Cuando me jubile quiero estar seis meses en Tailandia y los otros seis en Santa Cruz. Cuando ejercía en Santa Cruz vivía en un condominio, no había inseguridad ni nada. Tenía guardias en la entrada e incluso podía disfrutar tranquilo en una pileta".

Como ingeniero electrónico su oficio no fue para nada sencillo y no solo desde el simple hecho de llegar al lugar y ponerse a trabajar, sino también en la parte en donde tenía que viajar por lugares insólitos. "Ir al trabajo era violento porque teníamos que hacer el 'Camino de la muerte', donde están las montañas con el precipicio al lado, había que manejar muchísimo. El clima era bien seco y hacía mucho calor en el medio de la jungla, llegué a pasar hasta 40 días ahí".

El "Camino de la muerte" en Bolivia
Foto: Latintrends

Y la zona no tenía el desarrollo urbano al que uno está acostumbrado. "Vivían indios que estaban desnudos y que no hablaban nada de español. Teníamos que cruzar el río con el malacate, era engancharlo a un árbol y se transformaba en una aventura interesante".

"La jungla en donde estuvo el 'Che' Guevara es donde trabajábamos nosotros. Algunos pueblitos tienen generadores que andan unas pocas horas. Que te vean de la nada era como decir 'uh, mirá, hay un blanco'".

De Bolivia a Estados Unidos... ¡Y un tremendo cambio a Asia!

Finalizado su segundo ciclo en tierras bolivianas tuvo que pegar la vuelta a Comodoro y ahí terminó surgiendo algo nuevamente inesperado: "un colega me había mencionado que en Halliburton estaban buscando personal para ir a Estados Unidos. 'Mandale', le dije, y después me llamaron. Por suerte eran unos colombianos porque no hablaba ni 'jota' de inglés".

Su experiencia en Norteamérica fue breve porque una serie de cambios en las leyes le complicaron su trabajo. "En 2002 vine a Estados Unidos y después de tres meses aprobaron una nueva ley que indicaba que los extranjeros no podían manejar explosivos… y mi trabajo era ese". Y en poco tiempo se dio el giro de 180 grados: "justo surgió una oportunidad en Tailandia. '¿Dónde carajo queda eso?', pensé, porque no existía internet ni nada. Después de dos años había que moverse de ahí, pero estuve 10, luego querían que me quedara por la zona, y tocó ir a Malasia".

A los pocos días de haber llegado ya tuvo su primer drama y fue con la comida, simplemente una de las pequeñas grandes diferencias entre ambos países: "me sirvieron una sopa y me di cuenta que no era eso, sino el picante que se le ponía al arroz, casi me muero".

"Una mañana vi una manteca verde para ponerle a las tostadas y caí con que era wasabi, algo muy picante y violento. Estuve seis años sin comer ese tipo de comida. En esos momentos tenía de desayuno, almuerzo y cena un sándwich de atún cada dos semanas porque después tenía que volver a Bangkok. Tenía que estar tanto en la oficina como en la plataforma offshore donde me tocaba trabajar, ahí habían 100 tailandeses y yo".

En precisión, explica el proceso desde el momento en que se levantaba hasta el cierre de sus actividades con hechos curiosos: "habían varias plataformas, tipo cinco de la mañana te pasaban a buscar con una lancha, bote o helicóptero, te llevan y te traen a las cinco de la tarde. Después me promovieron a un trabajo de oficina y ahí la movilidad pasó a ser en auto".

Brevemente definió el tiempo exacto que le tocó estar en esa parte del mundo y asegura que no la pasó para nada mal: "son lugares muy bonitos y la vida allí es muy buena. Tras 21 años en Asia era momento de cambiar un poquito, creo que la vida me fue llevando".

"Ni en pedo pensé que mi vida iba a terminar lejos de Comodoro y Argentina, tampoco lo busqué. Me tocó aprender inglés en Tailandia recién, sufrí bastante esa vaina".

Y luego de Tailandia, tocó pasar a Malasia. Para el de afuera, algo casi similar, pero para el que pudo vivirlo desde adentro, dos mundos completamente diferentes. "Son muy distintos porque cada país tiene su propio idioma, no es como pasa en Latinoamérica. Tailandia es tailandés y es budista; Malasia habla inglés malayo y es musulmán, básicamente. Es un cambio cultural bastante importante. Ambos son sitios muy tranquilos, pacíficos y seguros", admite.

El hecho de estar alejado de Argentina no significó olvidarse de la cultura y de las costumbres, sino al contrario. Estando en Kuala Lumpur terminó haciendo algo al borde de la ilegalidad, pero que tuvo un fin en el que se llevó todos los aplausos: "me conseguí un chulengo, lo tenía en el balcón del departamento y hacía asado con carbón. Usarlo está prohibidísimo, pero no me importaba. Acá no podés joder con eso, pero probablemente allá en Argentina se puede negociar. Casi todos los fines de semana pintaba un asadito".

Tras 21 años en Asia, directo a los Estados Unidos

Después de más de dos décadas hubo que cambiar de rumbo y de estilo de vida. Pocos meses atrás volvió a darse un giro inesperado y tuvo que mudarse a la ciudad de Houston en el estado de Texas, Estados Unidos.

Germán cuenta que en esa localidad hay muchos latinos, sobre todo mexicanos, hondureños y guatemaltecos. "Eso lo hace más lindo todavía. Con ellos todo bien, no hay una rivalidad como pasa con Chile, Brasil y otros países. No pasé malos momentos y toco madera, no me puedo quejar de acá. Me gusta la ciudad, es otro ritmo de vida y estoy aprendiendo cosas nuevas". En comparación con los otros sitios en donde estuvo, asegura que ahora puede manejar y disfrutar del tránsito: "antes no tenía un auto y ahora sí. En Kuala Lumpur agarraba los transportes baratos y te manejabas con eso".

Con una breve definición, el comodorense cuenta que su trabajo en Houston es "algo global, pero más técnico" y detalla cómo es su rutina durante la semana: "me levanto a las cinco de la mañana y a eso de las seis estoy en la oficina, se arranca temprano".

"Creo que me quedaría a vivir acá, me gusta, pero uno nunca sabe. Nunca esperé moverme de la Argentina, salí del país a los 27 años. Nunca se me dio de salir de aventurero, de ir a un lugar sin tener trabajo y ver qué pasa, siempre fue con laburo".

Pero no todo es color de rosa porque deja a la vista algunas diferencias con los estadounidenses y las maneras que tienen para definir su origen. "Yo me agarraba con ellos en varios países", indica, y dice: "preguntaban '¿de dónde son?' y respondíamos 'de Francia, Argentina, Israel...'. '¿Y vos? De Oklahoma, Texas...', me contestaban. 'No conozco ningún país llamado Oklahoma o Texas', les comentaba. Ellos piensan que todo el mundo conoce Estados Unidos y no es así".

El haber estado tanto tiempo lejos del país y sin poder charlar con personas en español terminó generando algunas modificaciones. Su hijo Exequiel, en varias oportunidades, le comentó que "habla raro" y no "como los gauchos". "Mi hijo me pregunta por qué hablo así y le digo que es porque, al estar tanto tiempo afuera, no pude practicar mucho el castellano. Fueron demasiados años de conectarse con el idioma del lugar en el que estaba". Y no solo eso porque también 'alteró' algo que todos tenemos. "Recientemente empecé a soñar en español, siempre fue en inglés porque uno se adapta a eso".

La grandeza de los mejores jugadores de la historia del fútbol tuvieron que ver y mucho cuando fue cambiando de países. Lejos del 'rechazo', desconocidos se mostraron más amistosos de lo normal cuando le preguntaron de dónde venía. "Cuando decía que era de Argentina, la gente grande me hablaba de Maradona y los más jovencitos de Messi. Eso ya le cambia la cara al taxista y al vendedor, es algo que ayuda".

"Estuve en Bangladesh y me persiguieron en el aeropuerto. Vienen, te empiezan a hablar y te piden fotos. Te sonríen, te traen a otra gente... Fue de 10. Estuve en la época del Mundial de Qatar también. En Indonesia es otro lugar donde se vuelven locos por Argentina".

Germán no se olvida de sus raíces y cuenta que tras su partida de la ciudad, regresó varias veces a ver a su familia, pero no tan seguido por motivos obvios. "Fui más de 10 veces desde que vivo afuera, la última vez fue en 2021. El clima en Malasia y Tailandia son de dos estaciones, es algo que me hace acordar al de la Patagonia".

Palabras más, palabras menos, se la pasó viajando por todo el mundo y conoció lugares impresionantes que jamás pensó que iba a poder, todo esto abarcando su situación laboral y las vacaciones. "Viajé mucho, vi lo que tenía que ver, ya estuve en las pirámides de Egipto, en el Taj Mahal, en el Coliseo romano... Ahora estoy más tranquilo y disfrutando. Si viajo es a un lugar que sé que me gusta, lo repito mucho. No me interesa más explorar, ver cosas nuevas y tal. Lo que uno siente cuando viaja es alegría y emoción, está dentro de uno, si uno puede llegar a eso con los recuerdos es hermoso".

En las pirámides de Egipto, ubicadas en Guiza

Se hacen casi las ocho de la noche en Houston y es momento de ir cerrando la jornada para estar bien fresco al día siguiente. Quién iba a pensar, y menos él, que de estar en Comodoro de muy pibe iba a llegar a lugares increíbles. En el 1999 se fue a Bolivia, en el 2002 volvió a ese país por motivos laborales y en ese mismo año partió a los Estados Unidos. Por lo ocurrido con las torres gemelas en 2001, una ley le impidió llevar a cabo su trabajo y terminó en Tailandia a principios de 2003. En 2013 le dijo adiós a esa nación para radicarse en Malasia poquito más de una década, para que finalmente llegue el momento de plantar bandera y establecerse en el estado de Texas aun con un montón de cosas por contar.

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