El mecánico que cambió la vida por sus hijos: pesaba 130 kilos y hoy es un referente en ciclismo
Daniel “Popy” Larrauri pesaba 130 kilos en la década del 2000. Estaba excedido de peso y lo sentía en el día a día. Pero todo cambió para él gracias a sus hijos. Su hija menor, Marcia, lo incentivó a que vea a una especialista, y su hijo del medio, el que rompió la tradición familiar del fútbol por el ciclismo, “Furi”, lo subió a una bici, sin saber que ahí iba a encontrar su lugar en el mundo. Hoy los tres comparten el amor por la disciplina, siendo campeones argentinos en diferentes categorías. Historia de un padre que siempre acompañó a sus hijos, y que se terminó convirtiendo en el ídolo de ellos, el mejor regalo que un papá puede recibir.
Daniel “Popy” Larrauri (62) nació en José de San Martín, pero creció en Comodoro Rivadavia, allí donde el cerro muestra su lado más imponente, en el Rincón del Diablo.
En esas calles de tierra pasó sus primeros años de adolescencia; despuntó su vicio en el fútbol, que lo llevó a vestir los colores de Huracán; y le esquivó a los libros que sus viejos intentaron buscar. A fin de cuentas habían dejado el pueblo del interior de Chubut para que pueda estudiar.
Popy hoy es un reconocido mecánico de la zona sur de Comodoro, pero también un referente del ciclismo nacional, pasión que heredó de su hijo del medio, Furi, y que hoy también comparte con su hija menor, Marcia. No solo se consagró campeón argentino en cinco oportunidades, sino también es el presidente de la Asociación de Ciclismo de Montaña y vicepresidente de la Federación Argentina, y lo más importante de todo: el ídolo de sus hijos.
EL INICIO DE UNA HISTORIA
Popy llegó a la ciudad cuando tenía 10 años. Sus padres querían que estudie y en el poblado no había secundaría. Tras un paso por Río Mayo, la familia Larrauri llegó al Rincón del Diablo, ahí donde el pueblo casi terminaba.
Como sus padres querían que estudie, Popy empezó la secundaria en el Colegio Salesiano Dean Funes, pero solo duró un año. Luego intentó en la ENET, pero tampoco funcionó y tras un paso por el Domingo Savio apuntó a lo que él quería: trabajar y jugar al fútbol.
Por ese entonces Huracán estaba en su época dorada, y desde Divisiones inferiores él veía a aquellos monstruos que enfrentaban a los equipos de Buenos Aires. Pero todo cambió cuando tenía 19 años.
Por ese entonces, todavía vivía en el Rincón del Diablo, y ante la inminente llegada de su primer hijo se casó con “Mimi”, la madre de sus cuatro hijos: Marcelo; Marcos, Alfredo (Furi) y Marcia.
Tras dar el sí Popy se fue al barrio Pueyrredón, donde terminó forjando su vida, despuntando el vicio del fútbol en equipos de barrio y en el de la empresa, la antigua Berutti y Gosio. Así, transitaba su vida cuando en 1997 “Furi”, empezó a coquetear con el ciclismo, y otra vez cambió todo.
EL INICIO DE UNA PASIÓN
Según cuenta Furi, su amor por el ciclismo comenzó en una de las tantas tarde de juegos y travesuras con sus amigos. De vez en cuando ellos terminaban en el quiosco de Jorge Reyes, quien en un día los invitó a que fueran a una carrera que organizaba en el Infiernillo.
La primera vez fue solo a ver, pero le gustó y decidió volver, esta vez para competir. A la distancia, recuerda que corrió con una bici que le prestó su primo. Salió tercero y último a la vez, pero fue el inicio de toda esta larga aventura, tanto para él como para su viejo, porque una carrera después "Popy" fue a verlo, y sin saberlo empezó a transitar un camino que nunca más dejó. Es que de padre espectador, pasó a ser dirigente, y luego, unos años más tarde, competidor, aunque para eso faltan aún unos párrafos.
A la distancia, hoy Popy recuerda esos días. “El era chico, pero todos me decían mirá que bien que anda... Yo lo tomaba como algo del momento, pero lo fui a ver, no entendía nada y lo vi".
Por ese entonces, Popy todavía trabajaba en Berutti y Gosio, empresa donde estuvo 26 años hasta su cierre en la década del 2000. Furi en tanto, cada vez crecía más y apuntaba a competencias más importantes.
Fue en su primer Argentino en Bariloche, cuando Popy sintió que tenía que buscar alguien que lo entrene, y así dio con Mario Sosa, quien les dio "una mano grandísima" y les "enseñó todo lo que necesitaba para seguir creciendo", desde la alimentación hasta los entrenamientos.
En 2000 cuando la persiana Berutti y Gosio se bajó Popy decidió buscar su propio camino independiente y montó un taller en la calle Francisco Tejo del barrio Pueyrredón.
Mientras él se despedía de la empresa de toda la vida, el apellido Larrauri comenzaba a dejar su huella en el ciclismo: en 1999 Furi se había consagrado Campeón Argentino y mejor deportista de Comodoro al recibir la Mara Dorada.
Con su nuevo trabajo, en forma independiente, comenzó la aventura. Viajes por Argentina y otros países. Los Panamericanos en Chile, las carreras en Mendoza, Jujuy y Misiones, y la Copa del Mundo en Brasil, a donde llegaron en auto tras 52 horas de viaje.
Poco tiempo después también comenzó el cambio de vida, con la ayuda de una nutricionista que lo ayudó a bajar de peso. Marcia fue fundamental en ese sentido. Ella lo empujó a hacer dieta y a la comida saludable. Popy tuvo que sumar un ejercicio.
Cuenta que por ese entonces ya estaba viejo para el fútbol. Grande para pasar bronca al lado de los de su edad, y también grande para correr al lado de los pibes. Así, dijo voy a empezar a probar con la bicicleta, y comenzó a salir, hasta que un día dijo voy a correr. A la distancia asegura que “es algo hermoso”.
Junto a sus hijos, Popy aún recuerda aquella primera carrera en 2006. En la “Revancha de los Molinos” corrió con una GT de Furi, quien un año antes había puesto un impasse a la disciplina por una fatiga muscular crónica.
Esa vez le tocó al hijo estar del lado donde tantas veces había estado el padre, y una foto hizo eterno el momento de su llegada, tal como sucedió cinco años después cuando Popy se consagró Campeón Argentino en Mendoza.
Desde entonces no paró. En 2011 recibió la Mara Dorada, y en 2015 terminó contagiando esta fiebre de ruedas y pedaleos a Marcia, su hija menor, y la mejor de los tres según admiten ellos mismos; no sólo por su proyección sino por el bicampeonato argentino.
Con ella no solo ha participado en diversas competencias del país, sino también en Mundiales, como sucedió en Italia, o en una carrera muy especial para la familia: la Trasmontaña de Tucumán, un circuito de tres horas, en pareja, que ha compartido tanto con Marcia como con Furi.
Precisamente ese tipo de competencias es lo más orgullo le da a Popy, tal como admite a ADNSUR. “Lo que más me ha llenado, aparte de los acompañamientos, son ese tipo de carreras. Es que nosotros corremos individualmente, pero por ahí largamos juntos y si bien voy concentrado en lo mío voy viendo también como va ella. Pero no sabes lo que se siente, porque ya estar acompañado en el circuito con tus hijos es hermoso, pero en pareja todavía más, porque lo más importante de esa carrera es llegar, no golpearte y lo más espectacular correr con los hijos”, dice sin titubear.
Sus hijos, por supuesto, tampoco ocultan su orgullo de poder competir con su padre, mucho menos conociendo su historia de superación y el acompañamiento que les dio toda la vida.
“Para mi primero fue acompañarlo a él, pero ahora es planificar carrera la carrera con él, y tengo la posibilidad de correr en simultáneo, así que es un orgullo muy grande”, dice Marcia.
Furi, tanto, asegura: “Siempre digo lo mismo: para mi va a ser mi ídolo por donde lo mire. Soy el único que heredó la mecánica, por más que tengo otro trabajo cuando puedo vengo, hago un laburo, vengo a tomar un mate y con la carrera lo mismo. Es un amigo, y verlo así después de verlo muy flaco, es un orgullo muy grande por todo lo que ha logrado hasta el día de hoy cómo deportista y como persona”.
En la actualidad Popy es abuelo de Ariana (21), Matías (13) y una beba recién nacida, pero también de Julieta (7) y Renzo (un año y medio), los hijos de Furi.
Ellos pueden llegar a ser los herederos de esta pasión familiar, aquella que inició el hijo del medio y que luego heredó Popy a Marcia, y hoy los une en la misma mesa de domingo, donde hoy arderán las brasas recordando aquel día de 1999 cuando de los nervios no pudo filmar la llegada de Furi en su primer campeonato argentino, o aquella tarde en que resignó su carrera para ver desde una montaña como su hija se consagraba campeona; el resumen de una aventura que comenzó hace 24 años, el día que un padre quiso acompañar a un hijo.