La venta de un auto terminó en un intento de estafa para un matrimonio de Comodoro Rivadavia que aún no sale de su asombro por el modus operandi de los delincuentes. Lejos de quedarse callados, como sucede a diario con decenas de personas a las que sucede algo similar, ellos decidieron hablar y contar su experiencia a ADNSUR para evitar que otros puedan caer en este tipo de delitos informáticos.  

Según contó, K. quien pidió no revelar su identidad, la última semana junto a su marido, P. decidieron poner en venta un vehículo. Aprovechando las ventajas de las tecnologías, lo publicaron en diferentes grupos de Facebook, y días después en el estado de WhatsApp. Todo marchaba bien hasta que una persona se contactó con el hombre, le preguntó si el auto seguía disponible y comenzó el intento de estafa.

“Mi marido le dijo que sí, que el auto estaba todavía a la venta” cuenta K. a ADNSUR, al detallar cómo sucedieron los hechos. “Él enseguida me contó y me dijo ‘quieren ver el auto, es una persona mayor’. Me envió el contacto, ví el perfil y parecía una persona normal, de unos 55 años. Mi marido me preguntó si podía ver el auto ese día, pero yo llegaba tarde, y le dije que le diga mañana”, detalló.

Finalmente, el marido y el supuesto comprador quedaron en encontrarse el viernes a las 11:00, feriado por 9 de Julio. K, esa mañana primero fue a ver a su padre, y tenía previsto llegar al horario pautado. Sin embargo, unos minutos antes de las 11:00 su marido le comentó que no le aparecía el contacto del supuesto comprador. Al notar eso, ella decidió llamarlo por teléfono, pero no le contestó. Entonces, decidió escribirle por WhatsApp.

“Le mandé un mensaje y me puso una excusa como que se le había roto el camión, pero se iba a comunicar de nuevo para coordinar. Nosotros teníamos que llevar a nuestra hija a un partido y nos fuimos al club, pero como no pudimos entrar por la pandemia la esperamos en la confitería de un hotel”.

K. junto a su marido tomaban un café cuando volvió a escribir el estafador, preguntando cuándo podía ver el auto. Decidieron citarlo en ese lugar, y P. se fue a buscar el vehículo. Mientras tanto, ella buscaba a su hija en el club.

Cuando la mujer llegó a la sede de la institución el encuentro todavía no había terminado. Su marido, mientras tanto, ya había regresado a la confitería, y al no llegar el presunto comprador decidió avisarle. “No vino”, decía el mensaje que recibió K. antes de que se dieran cuenta de que era lo que sucedía.

Es que la mujer decidió grabar una parte del partido de la hija y se lo envió a su marido. Y este le contestó con emoticones, algo inusual en sus respuestas. 

Al notar esto decidió mandarle un mensaje y la respuesta no se hizo tardar. “Tuve un problemita”, pero segundos después llegó su marido al club y le dijo que no había recibido ningún mensaje.

EL MOMENTO EN QUE ADVIERTEN EL ENGAÑO

Cuando P. miró el teléfono se dio cuenta que ya no tenía la aplicación de WhatsApp y al descargar la app el teléfono le informó que su próximo código de verificación iba a ser mandado en once horas.

Enseguida K. y P. se dieron cuenta que le habían hackeado la cuenta. Haciendo memoria, el hombre recordó que minutos antes, mientras esperaba al supuesto comprador había recibo un mensaje del hermano, pero de repente apareció la pantalla de descarga de WhatsApp, y llegó un código de verificación. Él aceptó pensando que se había reinstalado la aplicación.

Al darse cuenta que se trataba de un robo de identidad, decidieron acercarse a la Seccional Tercera para radicar la denuncia. Sin embargo, no se la quisieron tomar. 

“En la comisaría nos dijeron que no podíamos hacer la denuncia, pero cuando estábamos ahí mi marido recibió una llamada de un compañero de trabajo de él que le dice, ‘¿P. vos me estás pidiendo una transferencia’, y le dijo ‘no le hagas caso, me hackearon WhatsApp”.

Finalmente K. y P. se fueron de la comisaría. Lo primero que hizo la mujer fue ver si la aplicación continuaba abierta en la computadora. Mientras tanto, P, llamaba a todos sus contactos, advirtiéndoles de lo que sucedía. Luego se comunicaron con la empresa de telefonía celular, donde solo le dijeron que reinicie el teléfono como si fuera de fábrica. Pero fue inútil y le indicaron que se comunique con el soporte de WhatsApp. 

Por recomendación de una abogada, P. volvió a la comisaría para radicar la denuncia. Cuenta K. que mientras la hacía otra mujer también radicaba la suya porque le habían hackeado Instagram, y le habían escrito a sus contactos pidiendo una transferencia bancaria.  

Luego se dirigió a la Brigada de Investigaciones donde indagaron sobre los datos relacionados al estafador. Así advirtieron que la cuenta era de Mercado Pago y el número de Buenos Aires.

“En la comisaría nos dijeron que no saben si son presos, porque desde que los presos pueden tener un teléfono aumentaron la mayoría de los hackeos y el robo de información. Nosotros después de esto cambiamos todas las claves de los bancos, pero ya sabemos que ahora cualquier código que te envíen es sospechoso”, dice la mujer con cierta bronca.

K. asegura que no es la primera vez que saben de este tipo de estafas. Su sobrina, que vende productos a través de redes sociales, también sufrió un intento de estafa por parte de un supuesto comprador que le prometía realizar una transferencia en la que ella iba a tener que aceptar un código. 

Lo cierto es que en Comodoro Rivadavia cada vez son más usuales este tipo de delitos.  Hace poco tiempo te contamos del caso de una profesional de la salud a la que le hackearon Instagram y le robaron la identidad para ofrecer venta de dólares; o el caso de un supuesto premio de YPF que nombró a Marcelo Vidal, el periodista, que en la actualidad es el delegado de ENACOM en Chubut. 

En el caso de K. y P. los delincuentes pese a sus intentos no pudieron concretar ninguna estafa. “Además del compañero de mi marido se comunicaron con la profesora de inglés de mi hija, con la directora del instituto y con una compañera de trabajo de mi marido. Ninguno le siguió el juego, y el resto no le dio bolilla porque no era la forma habitual de comunicarse de él. Pero lo importante de esto es saber que no hay que aceptar ningún código, menos si te dicen que te hacen una transferencia donde te envían un código”, aconseja K. “Y si te desaparece WhatsApp no hay que aceptar ningún código de verificación por más que te lo manden”. 

Lo llamativo de todo esto es que el matrimonio nunca publicó el número de teléfono en ninguna red social, y la única opción es que los delincuentes hayan visto la imagen de estado donde vendía el auto su marido y lo hayan elegido de casualidad. “Es algo que todavía no sabemos, pero queremos saber la forma; saber si entraron al estado de mi marido y lo vieron o si fue a través de otra aplicación. Lo que sí sabemos es que el número de hackeo es de Buenos Aires y que la hora coincidió con el momento en que fue citado el hombre para ver el auto. Dicen que pueden ser presos de Córdoba o Buenos Aires”, sentenció, esperando que otros no tengan que atravesar este tipo de situaciones. 

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