De empleada doméstica a elaborar dulces con la cosecha que planta en su propia casa de Comodoro
Florencia Calapeña siempre supo lo que es sembrar. Por eso, cuando vino a Comodoro Rivadavia, lo primero que hizo una vez que tuvo donde vivir, fue armar su propia quinta, aprovechando todos los espacios, tanto adentro como afuera. La cosecha servía para alimentar la familia. Sin embargo, hace poco tiempo descubrió el arte de hacer dulces, se enamoró y se convirtió en productora, utilizando los frutos que ella misma siembra. Esta semana ella nos contó su historia, y junto a Andrea Carrizo, otra productora de Laprida, explicaron de qué se trata este arte de hacer mermelada.
“Yo me crié haciendo huertas, lo llevo en la sangre, así que empecé en mi casa, donde vivo, y cada vez hice más”, dice Florencia Calapeña, una emprendedora de Comodoro Rivadavia que pasó de ser empleada doméstica a elaborar dulces con la cosecha que planta en su propia casa.
Florencia tiene 41 años y es una de las 25 productoras de dulces que elaboran en la planta que Comodoro Conocimiento tiene en Kilómetro 4. Empezó hace poco, pero le encanta, además vio que le rinde mucho más que el trabajo en casa particulares, el cual sigue manteniendo para llevar el puchero a casa.
Como dice Florencia lo lleva en la sangre. Ella nació en Angosto del Paraní, un paraje de Salta, de la comunidad kolla Tinkunaku, ubicado 60 kilómetros al oeste de Orán, y allí aprendió lo que es la cosecha. “Yo me crie haciendo esto”, dice con orgullo. “Mi mamá y mi papá nos criaron haciendo eso. Pero es muy diferente el clima allá. Acá tenés que regarlo mucho, es un poco más difícil”, cuenta.
En Angosto Florencia vivió hasta 2009 cuando decidió venirse a Comodoro Rivadavia buscando una mejor calidad de vida, y al año comenzó a plantar verduras y frutas para el consumo de su propia familia, desafiando la intensidad del viento y el frío.
“Primero empecé con acelga, perejil y un solo durazno que me regaló una señora. Era en macetas porque no teníamos mucho lugar, pero después fuimos avanzando y comencé con hortalizas, tomates, papas, cada vez más”, dice con timidez. “Lo hago todo al aire libre, en la ladera del cerro. Sufrimos mucho de agua pero nos damos maña. Si la planta es chica la cubrimos con botellas. Pero ahora solo tengo ajo por el tiempo, a fines de julio empezaremos a plantar otra cosa. Y lo demás lo tenemos adentro por el frío”.
Entre semillas y cosecha, Florencia también vio que sus frutas le daban la oportunidad de hacer dulces. Los primeros que elaboró los hizo en su casa. Era prueba y error, y solo para consumo de los suyos. Pero todo cambió cuando la invitaron a una reunión de productores que se realizó en Comodoro Conocimiento. Allí conoció a Sandra Sánchez, la coordinadora de la planta elaboradora de dulces, quien les mostró el lugar y le comentó lo que hacían. Florencia se entusiasmó y poco tiempo después se comunicó con ella para poder aprender este oficio artesanal.
La primera producción de dulces de Florencia fue de Alcayota. Cuando los llevó, Sandra pensó que los había comprado, pero no: eran de su propia cosecha, unas alcayotas hermosas.
Desde entonces no paró y todas las semanas llega a la sala de Elaboración de Alimentos de Kilómetro 4 para hacer sus dulces. “Vine y me gustó. Sandra es muy buena profesora, Agradezco a ella que nos está acompañando y a Comodoro Conocimiento que no nos cobra nada y nos apoya”, dice con el agradecimiento en la voz.
OTRA FORMA DE HACER DULCE: LA EXPERIENCIA DE ANDREA
Mientras habla con ADNSUR, Florencia continúa cortando zapallo para lo que fue la elaboración de esta semana. Al frente de ella Andrea Carrizo, una vecina de Laprida, también se prepara para elaborar.
En su caso comenzó hace cinco años, primero en los talleres barriales, y cuando abrió la planta continuó en Kilómetro 4. A diferencia de Florencia, ella busca fruta de la zona que luego utiliza para sus dulces, las guarda y en invierno elabora.
“Soy jubilada y esto suma un pesito más”, dice con sencillez. “Es algo lindo porque aprendí algo que no sabía. Tengo cualquier cantidad de dulces… variedad. Lo último que hice fue durazno, pero tengo pera, higo con limoncello y canela, uvas con guindas, con grosellas, cerezas”, dice la mujer que denominó a su emprendimiento “Los retoños”, por sus nietos 8 nietos: 6 nenas y dos varones.
DE LA PLANTA A LA FERIA
La planta elaboradora depende del Programa Agroalimentos de la Agencia Comodoro Rivadavia. Por esa razón, los dulces cuentan con un sello de aprobación que los habilita para ser comercializados en ferias y otros eventos culturales, cuenta Sandra, quien elabora dulces hace 18 años.
La maestra al charlar con ADNSUR no oculta su orgullo por el aprendizaje de sus alumnas y asegura que cada vez más gente se acerca a la planta. “Estamos teniendo mucha cantidad de gente, elaboradores que vienen a trabajar. Tuvimos que aumentar los días de elaboración. Tenemos lleno", indicó.
El último viernes Florencia y Andrea estuvieron en barrio Saavedra vendiendo sus dulces, y este domingo estarán en la Plaza 1 de Mayo del Juan XXIII. Por supuesto también lo venden por WhatsApp y Facebook, a través del grupo “Mujeres Unidas”, que integra a varias productoras.
Florencia al contar todo esto que le está pasando no puede creer haber encontrado este oficio en su propia cosecha. “Me siento orgullosa", dice sin rodeos, "porque la huerta, da unos zapallos hermosos de hasta 20 kilos, y a la gente le gustan los dulces, están todos re felices, contentos, porque son productos de la huerta”, sentencia esta mujer que no le tuvo miedo al clima patagónico y se animó a producir un producto de origen 100% local.