Guardianes del mar: un día en la piel de los guardavidas de Comodoro
Cada día, los guardavidas de Comodoro Rivadavia enfrentan el desafío de proteger a los bañistas del mar y sus peligros. Desde prevenir accidentes hasta ejecutar rescates de vida o muerte, su trabajo combina destreza física, preparación mental y un profundo compromiso con la comunidad. En "Un día con ..." acompañamos a Adriel, uno de ellos, para conocer la realidad detrás del silbato y el torpedo.

La tarea del Servicio de Guardavidas es una de las que mayor responsabilidad conlleva, porque son los encargados de cuidar y proteger a quienes disfrutan de un día de playa. Las intervenciones abarcan desde llamados preventivos para que los bañistas regresen a zonas seguras hasta rescates más complejos en el agua. En “Un día con…” acompañamos en su jornada laboral a Adriel, un guardavidas de la playa Costanera Centro, para conocer cómo se vive la responsabilidad de cuidar vidas y cómo encaran los rescates en el mar.
Con un sol abrasador y el viento del oeste, que puede ser una trampa moral para algún bañista desprevenido, los guardavidas de Comodoro Rivadavia inician su jornada a las 12 del mediodía. Adriel, uno de los veinte que presta servicios en playa Costanera, una de las más populosa y concurridas de la ciudad, cuenta cómo evalúan las condiciones del agua, cómo se decide qué color de bandera colocar y relata cómo viven el momento en que deben entrar al agua para salvar una vida. Una experiencia intensa que combina habilidades físicas, preparación mental y una profunda conexión emocional con su labor.
LA BANDERA QUE FLAMEA
“Hoy es un día de mucho calor, así que estamos atentos a la gente en el agua”, dice Adriel mientras se prepara para iniciar su turno. “A las 12 se hace la apertura del edificio, se sacan las embarcaciones y se colocan las banderas de playa según evaluamos el mar, el viento y las mareas”. El primer paso al llegar es meterse al agua para entrenar y observar. “Esta es una playa tranquila, no hay chupones”, advierte al compararla con las del resto de la ciudad. “Vemos los botes anclados para decidir si poner bandera verde, amarilla o roja”. Hoy, por ejemplo, la bandera es amarilla y advierte que hay que tener precaución porque el viento está fuerte.
Las banderas son cruciales para la seguridad de los bañistas. “El rojo significa prohibición total de baño. Generalmente, el turista es el que pregunta sobre las características de la playa y otros -los que son de Comodoro- son más confiados. Cuando alguien toca un silbato y te marca que estás en una zona de riesgo, a la mayoría le da un poco de miedo y vuelve. Pero tenemos gente que muchas veces no nos hace caso, entonces se intenta de todas formas llamarlo mediante sonido y, como último recurso, entramos al agua para retirarlo hacia la costa.”
DESAFÍOS EN EL AGUA
“La prevención es nuestra principal herramienta”, asegura Adriel mientras observa a los bañistas desde su puesto. También explica cómo identifican a una persona en peligro: “si alguien empieza a mover mucho los brazos o intenta sacar la cabeza desesperadamente, sabemos que está en problemas”. En ese momento, el guardavidas debe actuar rápido pero con calma. “Hay que cuidar nuestro cuerpo porque tenemos que llegar hasta ellos y tener energía para sacarlos.”
Uno de los mayores mitos sobre los rescates es que, cuando la situación está fuera de control y la víctima muy nerviosa, los guardavidas golpean a las personas para calmarlas. “Eso es falso”, aclara Adriel. “Utilizamos técnicas específicas para inmovilizar a víctimas violentas o desesperadas sin poner en riesgo su propia seguridad. Para eso entrenamos durante más de un año”. Cuando se decide entrar al agua, cada movimiento está calculado. “Primero usamos el silbato largo para alertar a los compañeros; luego tomamos el torpedo (el clásico flotador rojo) y las patas de rana para ganar velocidad”, describe Adriel. Dentro de las herramientas de rescate también suele usarse el zuncho, una especie de cinto que sirve para abrazar a la víctima y lograr una mayor maniobrabilidad.
CUANDO EL MAR ARREBATA
No todos los rescates terminan con un abrazo en la orilla y una lección aprendida. A veces, a pesar de todos los esfuerzos, el mar se lleva una vida. Para un guardavidas, esos momentos son los más duros. "Nos pasó de tener que asistir a una persona que ya estaba sin vida en la playa de la bajada de Los Palitos. Fuimos hasta allá en una emergencia con las sirenas, pasando autos hacia la situación, y cuando llegamos, la persona no tenía pulso; eso es sinónimo de que falleció. Es impactante, empiezas a accionar con un montón de emociones porque no es solo una persona, sino que tenés un montón de familiares que están expectantes a tu accionar para que la persona salga de ese estado y nosotros sabemos que las probabilidades de que una persona salga son reducidas.", explicó.
NÚMEROS QUE SON VIDA
Durante el mes de febrero, los guardavidas de Comodoro Rivadavia realizaron cerca de 200 asistencias entre todas las playas habilitadas de la ciudad: Kilómetro 3, Kilómetro 4, Kilómetro 5, Restinga Alí y Caleta Córdova, Recorrido Sur (Los Palitos y El Límite). Según sus propios registros, 15 fueron los rescates en la Costanera, 9 en la playa de Caleta Córdova y 3 en las de Kilómetro 3, 4 y 5.
Un dato que impacta y que los propios guardavidas refieren es la cantidad de niños que se pierden en las playas. Solo en el mes de febrero sumaron 28 en la playa Costanera, 5 en Restinga y 3 en Caleta Córdova. “Creo que el mejor guardavidas de su hijo es el papá -dice Adriel- porque tiene ojos solo para su hijo; nosotros estamos distribuidos para un montón de personas y situaciones. Nunca hay que sacarle los ojos de encima al niño porque en una situación cualquiera, una olita pequeña, una distracción, si el nene no tiene muchas habilidades acuáticas, puede quedar boca abajo y con ellos es menos el tiempo en el que se puede actuar por el hecho de ser más pequeños.”
LA PASIÓN POR SALVAR VIDAS
“Me encanta este trabajo; creo que tengo la oficina más linda del planeta”, dice Adriel con una sonrisa mientras observa el mar. A pesar de los riesgos y desafíos diarios, su compromiso con la seguridad de los bañistas es inquebrantable. “El ambiente que se crea entre los guardavidas es muy lindo, somos compañeros que vamos a vivir o vivimos situaciones muy emocionales, donde hay que actuar en equipo, en unidad que uno solo no puede resolver y que necesita apoyarse. Se genera un lindo ambiente, se genera un ambiente también saludable, de mucho entrenamiento. Muchas veces pensás que la persona que asististe o sacaste quizás la marcaste y en un futuro también se enamore de esta profesión”.
Más que un trabajo, ser guardavidas es una vocación. Entre entrenamientos, rescates y momentos de alta tensión, estos guardianes del mar dedican su vida a salvar a otras. Para ellos, cada jornada es una prueba de compromiso, compañerismo y pasión por la seguridad de quienes disfrutan del mar. Y, quizás, entre aquellos a quienes rescatan, haya futuros guardavidas que algún día continúen su legado.
