Pensando en casa paso, analizando las mejores opciones y sabiendo que era un proyecto a largo plazo que ellos no alcanzarán a terminar de ver. Hace 23 años, Néstor y Lila Serenelli se propusieron crear la primera destilería de whisky de malta de Argentina y comenzaron a trabajar para hacerlo, eligiendo Chubut como el lugar que permita hacer el whisky desde el campo a la botella.

Este año se cumple una década de la fundación de “La Alazana”, la primera y única destilería de whisky de malta del país, y Néstor, en dialogó con ADNSUR, contó parte de su historia, sin dejar de pensar en el futuro.

Oriundos de Bariloche, la provincia vecina de Río Negro, la pareja llegó a Chubut en el 2000, buscando un lugar en la Patagonia para instalar la destilería. Estuvieron en diferentes sitios de la región, entre ellos Santa Cruz. Sin embargo, al pie del Cerro Quipiltrón, en Las Golondrinas, encontraron el sitio ideal, donde el agua, el suelo, y las condiciones del clima para la maduración del whisky podían acompañar su sueño. 

Así comenzaron a destilar este emprendimiento que hoy cuenta con dos premios internacionales, su primer whisky de 10 años y una producción anual de 60 barricas. 

“En el 2000 empezamos a instalar la destilería, pero los primeros años del proyecto nos dedicamos a especializarnos”, cuenta Néstor sobre cómo comenzó la aventura. “Con mi señora viajamos a Escocia, donde ella hizo un máster en todo lo que son procesos de elaboración e industrialización de whisky en la Universidad de Edimburgo, y yo me especialice en una destilería, aprendiendo y trabajando”. 

Esa especialización in situ al matrimonio le llevó 10 años de su vida, en los cuáles en paralelo, se dedicaron a hacer los equipos que los iban a acompañar en todo el proceso.

Néstor y Lili básicamente se dedican a destilar whisky de Malta, estilo escoces. Al principio importaban la malta de cebada desde Escocia, ya que no había ninguna en Argentina. Sin embargo, luego decidieron apostar a la tierra fértil de la Patagonia y trajeron tres variedades de cebada de Gran Bretaña, que sembraron en Trevelin y el Bolsón. 

Así, hace unos seis lograron hacer todo el proceso completo del whisky y llevarlo desde el campo a la botella, su gran orgullo.

La Alazana es un emprendimiento familiar.

Desde las Golondrinas, Néstor admite que hoy solo exportan la levadura y el resto del proceso se realiza íntegramente con ingredientes patagónicos. “Estamos muy contentos de hacer todo acá. Las condiciones del agua son excelentes para este tipo de emprendimiento, y las condiciones del clima son exquisitas para madurar whiskies. Ahora estamos vendiendo whiskies de 6 o 7 años, pero este año presentamos el 10 años. Y cuando vos vas a tener tanto tiempo el whisky en una barrica lo que necesitas es un clima templado - frío para que justamente no se te evapore por los poros de la madera y poder conservar la mayor cantidad de líquido en la madera. Ese es el clima que necesita la maduración del whisky que hacemos nosotros y eso es lo que encontramos en Chubut”.

Néstor admite que cuando comenzaron el emprendimiento, la idea principal era ser productores y qué mejor que intentarlo, haciendo algo que les gustaba. Pero este hobby se terminó convirtiendo en su trabajo y modo de vida. 

En tierras donde muchos apuestan al vino y a la cerveza, la pregunta que surge es ¿por qué el whisky? La respuesta de Néstor es simple, pero explica todo. “Siempre me gustó. De chico no tomaba, pero desde que pude empezar a tomar fue la bebida que me atrapó. Me gustó todo lo que es el mundo del whisky, la historia, y dije 'esto sería muy lindo hacerlo en la Patagonia', porque habiendo viajado y conocido Escocia, Irlanda y algunos lugares bien característicos de Estados Unidos, pensé tenemos un lugar que es espectacular para poder hacer un buen whisky. Y fue así, hemos ganado una medalla de oro en Escocia, otra medalla de oro en Bulgaria, y hace dos años empezamos a hacer pequeñas exportaciones a Canadá y Estados Unidos. Así que va creciendo de a poco”.

Más allá de ser un punto de referencia para los amantes de esta bebida, La Alazana también se terminó convirtiendo en una atracción turística, y así, como muchos llegan a Bariloche a visitar cervecerías y tiendas de chocolate, otros turistas llegan a Las Golondrinas para degustar el whisky estilo escoces que se produce en Argentina. 

Para Néstor esto es motivo de orgullo, porque como dice, “hay gente que conoció Lago Puelo porque vino a conocer la destilería y no conocía la zona”. 

“Eso nos pone orgullosos. Es más, este invierno, la mayoría de la gente que vino es gente que estaba vacacionando en la región, en Bariloche, San Martín de los Andes y se acercaron a conocer la destilería”.

Por supuesto, también recibe mucha gente de la costa de Chubut, principalmente Comodoro Rivadavia y Trelew.

Con 58 años, Néstor sabe que aún le queda mucho camino por recorrer, pero también que algún día, cuando el cuerpo diga basta, tendrá que dejar este oficio. Afortunadamente, para quienes gustan de este tipo de iniciativas, La Alazana ya tiene heredero, ya que su hijo, con solo 19 años, se está especializando para continuar el trabajo que iniciaron sus padres. 

El joven está cursando a distancia el segundo año de un master que se dicta en Inglaterra, y mientras tanto trabaja en una maltería y destilería de Estados Unidos. Es que como dice Néstor “cuando uno funda una destilería de whisky sabe muy bien que lo hace para dejarla”.

“Son emprendimientos que se piensan a largo plazo. Empezamos a madurarlo en el año 98, estuvimos dos años buscando lugar y recién ahora estamos largando el 10 años. Esto recién empieza. Fíjate que las destilerías de whisky son emprendimientos de 120 años, 150 años, incluso he conocido destilerías de whisky del año 1700. En nuestro caso estamos pensando en crecer, los planes son a largo plazo. Obviamente se necesita inversión, así que bueno estamos esperando que todo se normalice un poco a ver si se abren los caminos de inversión para poder hacerlo, porque hay un punto hasta donde uno llega y después se necesita inversión”.

La charla va llegando a su fin. Son más de las cinco de la tarde y los turistas visitan la destilería. Aún faltan varias horas para que termine la actividad, sabiendo que al otro día, a las 7, cuando el sol aparezca, otra vez que habrá que levantarse a producir hasta la una de la tarde, para luego, a partir de las 4 recibir a los turistas. 

Lejos de quejarse para Néstor es un placer, porque tal como dice están haciendo lo que les apasiona. “El día se hace chico. Son jornadas de 14 horas que no paramos, y en todo eso tenemos que manejar el proceso, la comercialización y todo lo inherente a la destilería. A veces necesitamos que el día tenga más horas, pero eso tiene la destilería, que es mucho trabajo y hay parte del trabajo que no se puede delegar, entonces uno tiene que estar. Es mucho trabajo, es cierto, y mucha concentración en el día a día, pero como hacemos lo que nos gusta no nos cuesta levantarnos. Somos afortunados”, sentencia, este hombre que alguna vez soñó con tener su propia destilería y hoy hace historia en la bebida del whisky desde el sur de la Patagonia. 

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