SANTA FE - Ariel Vijarra (39) y Damián (42) viven en Rosario y están en pareja desde hace 15 años. En 2012 fueron los protagonistas de la primera boda gay en la provincia de Santa Fe, y dos años después volvieron a ser noticia por un acontecimiento histórico en el país: adoptaron un bebé reafirmando sus derechos de matrimonio igualitario.

Pero no fue nada fácil. Cumplir el sueño de formar una familia les llevó seis años cargados de incertidumbre, tristeza, impotencia y hasta engaños. Sin embargo nunca bajaron los brazos ante tanta desolación y se encolumnaron detrás de su objetivo. Primero probaron con el método de adopción directa, donde se toparon con gente sin escrúpulos que veía un negocio detrás de la desesperación de los padres que querían tener un hijo y de las mujeres que buscaban deshacerse de sus bebés.

“Fue un camino cruel. Pero igual decidimos transitarlo porque conocimos a una pareja de Rosario que se había contactado con una señora de Santiago del Estero, que hacía de mediadora con las futuras mamás, y había podido aportar. Pero nuestra experiencia fue desastroza y terminamos estafados en el medio de monte santiagueño. La señora mediadora nos pidió plata para pagar algunos gastos de la chica que iba a dar a luz y desapareció. Eso ocurrió en 2011 y nos afectó tanto que casi nos separamos. Fue algo caótico”, recordó Ariel a Infobae, quien en ese momento se vio sumergido en una profunda culpa.

La conmovedora historia de la beba con VIH que nadie quería cuidar

Pasada esa crisis y ya rearmados como pareja, decidieron casarse en 2012 e inscribirse en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA). “Lo primero que preguntamos fue si era posible que nos otorgaran un bebé siendo dos personas del mismo sexo y, como la respuesta fue favorable, nos metimos de lleno en ese proyecto. Pero como tampoco estábamos dispuestos a vivir toda la vida con angustia e incertidumbre nos pusimos un plazo de dos años para lograrlo. La fecha límite era hasta los 40 de Damián”, remarcó Ariel.

Al momento de llenar el formulario de adopción del Ruaga les preguntaron qué sexo del bebé querían, hasta qué edades, si estaban dispuestos a adoptar niños con hermanos, con enfermedades o con algún tipo de discapacidad. Ellos se anotaron para adoptar niños de hasta 5 años, como lo hace la mayoría. Pero con el tiempo, ante la falta de respuestas, decidieron hacer una modificación en el registro y solicitaron nenes de hasta 14 años con opción a dos hermanos. “Queríamos ser papás. Ya habíamos madurado muchísimo la idea de la paternidad”, señalaron.

En octubre de 2014, cuando estaban participando de una selección de padres para comenzar a vincularse con una nena de 14 años, recibieron un llamado inesperado que les cambió la vida para siempre. Del otro lado del teléfono estaba un juez rosarino, quien les habló sobre la posibilidad de adoptar a una bebé de apenas 28 días. La sensación de felicidad les invadió el alma y la respuesta de ellos fue un “sí rotundo”. Nada los hizo dudar de aceptar ese desafío, ni siquiera que el magistrado les dijera que la recién nacida tenía VIH a raíz de la falta de controles de sus progenitores.

La conmovedora historia de la beba con VIH que nadie quería cuidar

Antes que ellos, unas 10 familias se habían negado a cuidar a la bebé por tener esa patología. “Eran matrimonios heterosexuales y políticamente correctos que la rechazaron por estar supuestamente enferma”, contó Damián a Infobae, quien al cortar la llamada irrumpió en llanto de la alegría y se fue urgente hasta el juzgado en compañía de su marido para entrevistarse con el juez.

“Nos explicó que la beba tenía VIH porque la progenitora, que la parió y la abandonó en neonatología, padecía esa enfermedad. Nos consultó si estábamos seguros de iniciar los trámites de adopción y nos sugirió que lo pensáramos bien antes de aceptar. Pero nosotros nunca lo dudamos y lo primero que le pedimos fue que nos autorizara a conocerla ese mismo día”, dijo Ariel.

Tras acceder a su petición, Damián y Ariel se trasladaron hasta un hospital en las afueras de Rosario y se enamoraron de la beba a primera vista. “Apenas la vi, sentí que era mi vida. La conexión fue inmediata. Era muy chiquita, apenas pesaba 1,200 kilos. La tuvimos en brazos, le dimos la mamadera y nos miraba con los ojos bien abiertos y sin llorar”, relató Damián.

Al ver esa escena, la directora del hospital les contó que antes de su visita habían ido a verla dos matrimonios y que ambos desistieron de su cuidado. “Cuando la primera de las mujeres la tuvo en brazos, la beba se largó a llorar y no quería agarrar la mamadera, por lo que el marido le dijo ‘dejala que nos vamos’. Y la otra pareja también se negó a adoptarla cuando la médica le explicó el cuadro clínico y el tratamiento que tenía realizar”, resaltó Ariel.

Durante los primeros 6 meses que duró la vinculación previa a la adopción, Olivia (así la llamaron) aumentó de peso según los parámetros y fue sometida rápidamente a los protocolos de manejo de la enfermedad.

“El tratamiento fue con AZT, como lo hacen los adultos, ya que no hay medicamentos antirretrovirales pediátricos. Se portaba como una guerrera. Jamás en la vida lloró ni se quejó de los pinchazos, ya que también le inyectaban hierro”, resaltó Damián.

Pasaron los meses y Olivia no paraba de crecer. Era una bebé feliz, que llevaba una vida normal junto a sus padres y que cuatro meses después se convertiría en la hermana mayor de la familia.

Es que en febrero de 2015 ocurrió un hecho inesperado. Una médica cordobesa se contactó con ellos para decirles que una de sus pacientes quería darles en adopción a su beba porque había leído el libro La búsqueda, donde Ariel contaba la odisea que vivió al intentar adoptar a través del método directo. “Quiero que ellos sean los padres de mi hija”, le dijo la mujer a la médica.

“Fue una locura. Imaginate que en el término de 4 meses logramos convertirnos en padres por partida doble. La vida nos estaba premiando con Victoria después de tanta lucha, perseverancia y desazón”, resaltó Ariel.

Pero el destino aún les tenía guardado algo mejor: un milagro para Olivia. “Al año y medio de haber nacido, los infectólogos nos confirmaron que todos los estudios hechos le había dado negativo. No tenía VIH, estaba sana. Fue una elegida por Dios, algo inexplicable”, recordaron.

El 16 de octubre Olivia va a cumplir 5 años, mientras que Victoria lo hará el 6 de febrero. Ambas asisten al mismo jardín, pero a distintas salitas. “Tienen personalidades totalmente opuestas. Olivia es la más extrovertida y siempre hace de mamá de Vicky. Se cuidan y se quieren muchísimo”, contaron los papás, quienes una vez cumplido el anhelo de formar su propia familia se propusieron ayudar -desde su propia experiencia- a aquellos deciden transitar el duro camino de convertirse en padres adoptivos.

Olivia y Victoria.
Olivia y Victoria.

“Nos propusimos fundar una ONG para velar por los derechos de los padres que quieren adoptar. El RUAGA no te llama nunca y los juzgados son inaccesibles. Para dar un solo ejemplo, entre el otorgamiento de la guarda de un niño y la adopción definitiva tienen que pasar 6 meses y hay padres que ya llevan más de dos años haciendo ese trámite. Son matrimonios que se sienten vulnerados y nadie los defiende. Hacemos un trabajo de contención y asesoramiento que nadie jamás hizo”, explicaron Ariel y Damián, quienes hace 5 meses lograron la personería jurídica de ACUNAR Familias.

“El sistema está preparado para que desistas en el camino. Esto no es como un embarazo, que te preparás durante 9 meses para ser padre. Lo nuestro fue de un día para el otro y tuvimos que aprender a vincularnos con ellas. Olivia y Victoria son quienes nos motivan a ayudar a esas personas para que puedan sobrevivir a la frustración y no se den por vencidas hasta lograrlo”, concluyeron.

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